Por Jorge Luis Ubertalli
Periodista y escritor argentino La empresa alimentaria Kraft Food Inc., verdadero pulpo internacional con sede central en EE.UU. que en el 2007 ganó 37.000 millones de dólares a través de sus 159 sucursales derrapadas por el mundo, ha montado una provocación a los trabajadores locales que ha costado cientos de cesanteados, reprimidos y heridos. En el marco de la crisis mundial capitalista y la consecuente arremetida regional del fascismo, este emporio alimenticio presiona al gobierno para que ceda ante sus demandas de superexplotación, a la par que alimenta, con sus provocaciones, la ira popular.
Juego de palabras
Los food de kraft son garvish en todas partes. Y aquí no son menos. La lógica de concentración y centralización del capital preanunciada por Carlos Marx en 1876, se centró en esta empresa que, aterrizando en el país en el 2000, se tragó a Nabisco Co., otra multinacional de orígen yanqui afincada aquí desde 1981 y que durante los años 90 del menemismo se había tragado a su vez a Terrabusi, Canale y otras empresas alimenticias, cuyos “pioneros” fundadores locales -creadores de la Coordinadora de Productos Alimenticios( COPAL) en el marco de la dictadura militar del 76- se dedicaron a negocios mas florecientes. Ante las adquisiciones de Kraft Food que homologaron al embudo, las leyes del valor y de la acumulación capitalista rigieron sin cortapisas: miles de trabajadores quedaron en la calle. Sin embargo, los food de kraft, marketing mediante, lograron hacerse dueños absolutos de un mercado alimenticio local signado por la ingeniería genética- los 76 productos mas vendidos de Kraft Food que incluyen cereales, chocolates, bizcochos, alfajores, jugos dietéticos, bocaditos, panes de salvado, empanadas y mousses se producen con semillas manipuladas genéticamente- y la utilización de materia prima africana obtenida a través del trabajo esclavo de Costa de Marfil.
A partir del 2004, y ante una caída de las ventas, la empresa decidió desprenderse de 10.000 trabajadores y cerrar veinte fábricas, lo que llevó al combate a sus asalariados de España, Venezuela y Colombia, entre otros países. Pero no menguaron por ello sus ganancias, ni tampoco su futuro económico financiero esplendoroso, vinculado con los avatares políticos de EE.UU. En las últimas elecciones, la multinacional corrió con el caballo del comisario Barack Obama, y este, una vez arribado al gobierno, la premió con la dirección de la Comisión Nacional de Valores, de la cual se hizo cargo la directiva empresaria Mary Schapiro. También el magnate Warren Buffet, dueño de la mayoría de acciones de Kraft Food, se coronó entonces como asesor económico del presidente norteamericano.
Rehenes
En el 2005, cuando los trabajadores colombianos de Kraft Food decidieron sindicalizarse, la empresa despidió a sus representantes. Y paralelamente encerró a treinta de ellos en el comedor de la planta fabril para que firmaran sus renuncias bajo coerción. Obviamente se negaron y fueron mas tarde reprimidos por la Policía Nacional. Ante estos hechos, el sindicato colombiano de la alimentación, Sinaltrainal, denunció en un documento que la compañía “quiere el aniquilamiento del sindicato y avanzar en la tercerización y precarización de la totalidad de la mano de obra”.
Lo mismo ocurre aquí. A partir de julio de este año, Kraft Food montó provocaciones vinculadas con la salud de los trabajadores de la planta de General Pacheco, Provincia de Buenos Aires, que culminaron en agosto con la cesantía de 162 delegados. Look out patronal, retención de obreros en el interior de la empresa, manipulaciones, burlas amparadas en la Justicia y otras yerbas, acrecentaron el conflicto. Ante el apoyo popular a los obreros en lucha y la toma de la planta de Pacheco para conminar a la multinacional a reincorporar a los trabajadores cesanteados, la Justicia determinó un desalojo violento de la misma, que se llevó a cabo hace pocos días a través de más de 200 policías armados hasta los dientes y acompañados de perros. Mas de 60 trabajadores fueron tomados de rehenes dentro del establecimiento y prontuariados allí mismo por la policía, que negó el paso a los abogados defensores y se comportó como juez de Instrucción, pretendiendo obligar a los agredidos y gaseados a firmar declaraciones que los inculparan.
Aquellos familiares de los despedidos y militantes de partidos populares que desde afuera apoyaron la toma fueron también gaseados y garroteados. Nadie se salvó de la “táctica de disuasión” utilizada por la Policía Bonaerense que, al igual que las otras fuerzas de seguridad, no movió un dedo para reprimir a los provocadores “del campo” cuando paralizaron el pasado año el país, cortaron rutas y echaron a la basura miles de litros de leche y otros alimentos como “protesta” por las retenciones que el gobierno puso a los embarques al exterior de soja.
Lo mismo que a usted
Kraft Food forma parte de la dirección de la Cámara de Comercio Hondureño Norteamericana, que apoyó el golpe y reconoció el gobierno de facto de Micheletti. Aquí, la multinacional también se halla contenida en la Cámara de Comercio Argentino Norteamericana y es miembro de la Coordinadora de Empresarios Alimenticios, COPAL, cuyo titular, Jorge Zorreguieta, ex ministro de agricultura de la dictadura de Videla, Massera y Agosti de 1976, vinculado al grupo azucarero Ledesma y a Arcor, pidió al gobierno que reprimiera a los trabajadores de la compañía alimenticia. Pedido al que adhirió el titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren.
La actitud de Kraft Food, a la cual apoya, claro está, la Embajada de EE.UU., se enmarca en dos elementos:
- la presión sobre el gobierno, a través de este tipo de provocaciones, para que reprima a los trabajadores y ceda ante las exigencias empresarias de una mayor explotación ante la crisis mundial y local del capitalismo.
- la eliminación de la fábrica de los dirigentes sindicales, que en número de 156 fueron echados de ella, en función de liquidar a las comisiones internas y acrecentar la superexplotación laboral y obtener altas tasas de plusvalía absoluta ( a lograr mediante el alargamiento de la jornada de trabajo de 8 a 12 horas) y relativa (mediante la eliminación de la masa laboral equivalente a un turno). Este sistema “americano” ya fue impuesto en la planta harinera de la provincia de San Luis, una de las tres con que cuenta la empresa.
En la primera mitad de este año, Kraft Food, que emplea a 3.500 operarios repartidos en las plantas bonaerenses de Pacheco y Tres Arroyos y de Villa Mercedes, en San Luis, reportó ganancias por 1.487 millones de dólares. Ganancias que seguramente se ampliarán a costa de la expulsión de trabajadores del mercado laboral, si Kraft Food se traga también a la empresa yanqui Cadbury, que opera en el país. Es de ‘manual’ que ante la caída de los precios como corolario de la recesión mundial, las empresas capitalistas mas poderosas fagocitan a sus competidoras y simultáneamente recurren al aumento de la productividad del trabajo para abaratar costos, ser competitivas y poder liquidar a otros competidores. Esto se logra reduciendo la masa laboral-salarial y superexplotando a los trabajadores que permanecen en actividad, por un lado, y aumentando a la vez el parque de maquinarias con alta innovación tecnológica paralelamente al abaratamiento de materias primas, por cuyo mercado existe una competencia intercapitalista feroz. Lo mismo, como lo hace ahora, hará Kraft Food que, al igual que todos los emprendimientos capitalistas, pretende salir de la crisis “pateando la pelota para adelante”.
Ejemplo
En su página web, Kraft Food informó que en julio del 2003, su “compromiso” para “promover la salud y el bienestar” fue plasmado en un Programa Global, mediante el cual la empresa se comprometió, entre otras cosas, a “fomentar hábitos saludables entre sus empleados”. La nota de prensa decía finalmente: “A Kraft Food Argentina también le importa la salud de su gente. Cuenta por ello con completos programas de medicina laboral y de medicina preventiva, como así también con instalaciones propias dentro de su planta en Pacheco para el desarrollo de actividades físicas y recreativas”.
Seis años mas tarde, en el mismo mes de julio, ante el avance de la denominada Gripe A y la desidia de la empresa, los trabajadores de esa planta realizaron el paro que dio origen al actual conflicto. “Pedíamos que desinfectaran la fábrica porque había compañeros enfermos, la empresa respondió que iba a cerrar el jardín maternal, pero no les dio licencia a las madres, que no tenían donde dejar a sus bebés. Se pusieron duros y no querían dar el asueto correspondiente con tal de sacar la producción. Después del paro, les dieron la licencia, se dictó la conciliación obligatoria y el ministerio intervino obligando a la empresa a que dejara faltar a las personas con problemas respiratorios, a que les pagara a las madres esos días de licencia. El lunes 17 terminó la conciliación obligatoria y al día siguiente mandaron los telegramas de despido. Se sacaron de encima a los que molestaban, dieron de baja a los gremialistas y a toda la gente que se ponía al frente para reclamar”- relató al matutino Página 12 del 27 de septiembre la obrera Gisella Floret, del sector chocolates.
Los trabajadores de la alimentación siguen en la lucha apoyados por todos sus hermanos de clase.
Los alimentos de Kraft Food huelen a podrido.