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La ola revolucionaria que sacó del letargo a los pueblos sometidos del norte de África y el cercano Oriente están impactando violentamente en Siria, uno de los países con más tradición antiimperialista de la región. Centenares de miles se movilizan para tirar abajo a la tiranía de la familia Assad que, como Mubarak en Egipto y Gaddafi en Túnez, están atornillados desde hace 40 años en el poder.
Como respuesta a esta enorme movilización obrera y popular, el gobierno de Bashar al-Assad lanzó a las calles tropas y tanques sobre la población civil. A la fecha han muerto cerca de 400 personas. De esta manera quiere Assad, al igual que Gaddafi, retener a toda costa el poder que los trabajadores y el pueblo le están disputando.
En Siria, igual que en Túnez, la muerte de un joven desató la ira contenida tras años de hambrunas y frustraciones. Son los jóvenes precarizados quienes se han puesto a la cabeza de sus mayores para gritar contra la opresión aplicada por un régimen que, aunque se diga socialista y tenga de amigos a Hugo Chávez y a Fidel Castro, gobierna para las multinacionales y se somete a los designios del imperialismo.
Por este motivo, lejos de recibir la condena de los gobiernos de Estados Unidos, Francia o Israel –su eterno enemigo-, los imperialistas le piden moderación en la represión. Es que las principales naciones capitalistas están deseosas de ponerle fin al ascenso revolucionario, que viene contagiándose de país en país, y se acerca peligrosamente a China e Indochina.
Tampoco los falsos socialistas del sigloXXI como Chávez o Fidel Castro hacen nada por apoyar al pueblo en su alzamiento. Por el contrario, al igual que los yankis, apoyan al régimen y a la contrarrevolución.
Esta etapa particular que nos toca vivir de la lucha de clases, en la época de la decadencia imperialista, vemos como la revolución socialista se manifiesta, de manera más o menos conciente, en cada rincón del planeta. En el norte de África, en Europa oriental y occidental; en América Latina, el caribe y América del norte; en Asia.
El mundo esta en ebullición. La revolución y la contrarrevolución cavan sus trincheras desde donde se preparan para dar el asalto final. De un lado están los pueblos, luchando contra el hambre y la opresión. Del otro, están los capitalistas, sus ejércitos y gobiernos, dispuestos a ahogar en sangre la revolución.
Debemos apoyar al pueblo sirio en su lucha contra el gobierno de Assad, como también al pueblo libio que se alzó contra Gaddafi. Tenemos que rechazar toda injerencia del imperialismo porque, como en Libia, lo único que quieren es que la represión sea moderada, para que no se note y de última cambiar al dictador de turno para poner otro dictador menos cuestionado.
En estos momentos decisivos, quienes peleamos por un cambio social profundo, el socialismo, debemos actuar decidida y audazmente, poniéndonos al lado de los pueblos que luchan por su liberación, única manera de disputar la conciencia de millones e inclinar la balanza internacional de la lucha de clases a favor de la revolución.
27 abr 2011
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