EDITORIAL DE ASAMBLEAS EN RADIO, Martes 18 de Agosto de 2009
ASAMBLEAS EN RADIO es el programa de las ASAMBLEAS DEL PUEBLO
Se emite los martes, de 18 a 20 hs. por FM PATRICIO 95.5
Dirección: Rubén Saboulard y Ana Melnik
Por Rubén Saboulard
El conflicto entre la Asociación del Fútbol Argentino y TyC Sport por los derechos de televisación de nuestro sagrado fútbol dominical, encubre una gran pelea de fondo entre dos contrincantes, verdaderos pesos pesados, más o menos ocultos, que están luchando, en realidad, por espacios de poder determinantes en la vida política argentina.
Disfrazada de guerra futbolística, a la usanza de aquel conflicto centroamericano que terminó con una guerra entre Honduras y El Salvador, lo que, en verdad transcurre por debajo es una disputa feroz entre el todopoderoso Grupo Clarín y el gobierno kirchnerista. Lo curioso es que ambos contrincantes fueron, en verdad, muy buenos socios y amigos durante la mayor parte de ésta gestión, al punto de que el “jefe” del Grupo, Héctor Magnetto se jactaba de contar entre sus propias filas, nada menos, que al ex niño mimado de Néstor Kirchner, el renegado Alberto Fernandez.
Durante ésos años dorados los negocios del Grupo Clarín florecieron con más intensidad, aún, de lo venían logrando en éstos veinte años de democracia. Fueron los Kirchner los que les permitieron seguir adelante con su política de concentración monopólica, los que les prorrogaron las licencias por décadas enteras, los que presionaron a Ibarra para que siguieran usurpando los terrenos de Constitución pertene-
cientes a AUSA, etc. etc…
En fin, era una relación de buenos, muy buenos socios, a la que Clarín aportaba,
a cambio y sin vergüenza alguna, buenas tapas y un silencio absoluto sobre los desastres que el Gobierno de los Kirchner perpetraba, sobre la corrupción imperante, la entrega, la miseria creciente, etc. etc.
Esta relación se comenzó a deteriorar severamente a partir del conflicto con los patrones del campo a raíz de las retenciones a la soja. El Grupo Clarín ha sido y es uno de los principales lobbystas e impulsores de la introducción y legalización de la soja transgénica y del glifosato, el cuestionadísimo “round up” de Monsanto. De allí la clara simpatía que aún existe entre Clarín y el fiel sirviente de éstos intereses, el ex Secretario de Agricultura y Ganadería de Menem, Felipe Solá, quién autorizó en tiempo récord e investigaciones cero el desembarco de un proyecto sojero que sigue interdicto en la mayoría de los países del mundo.
La simpatía de los señores de Clarín por lo que ahora se llama, con peligrosa ambigüedad, el “campo”, no es fruto de ideas ni sentimientos: la mayor exposición comercial del agro argentino, negocio que mueve sumas astronómicas todos los años, es de su propiedad y sus suplementos rurales, gráficos, radiales y televisivos, son simplemente lobbys en defensa de los laboratorios, los sojeros y los grandes negociados agrarios. Más aún, José Antonio Aranda, uno de los cuatro socios de Clarín es el mayor productor de arroz de la Argentina y uno de los mayores terratenientes del litoral.
El choque del gobierno kirchnerista con las patronales agrarias conducía, irreversiblemente, a la confrontación con Clarín. Pero no sólo por la defensa que éste grupo hace de la patronal agraria, sino porque, en los hechos, el Grupo Clarín se ha transformado, en éstos veinte años, en el gran portavoz de los intereses de todos los grandes capitalistas del país. Merced a sus prácticas extorsivas todos los gobiernos democráticos se han visto obligados, uno tras otro, a acordar con Clarín para evitar el hostigamiento mediático, la denuncia permanente, la oposición sistemática. Y, cada vez que un gobierno se debió rendir a su chantaje, debió pagar como precio la ampliación mafiosa de los negocios del Grupo, lo que lo hizo, en consecuencia, cada vez más fuerte, cada vez más concentrado, cada vez más poderoso y cada vez con mayor capacidad de extorsión.
Hoy Clarín está a años luz de aquel viejo diario soñado por el desarrollista Noble para impulsar la industrialización del país. Con métodos más cercanos a Yabran que a Frondizi, el Grupo controlado por su viuda, la Sra. Herrera, por Lucio Pagliaro, el mencionado José Aranda y dirigido por Hector Magnetto, acumuló, en apenas veinte años negocios que superan los 5.000 millones de dólares anuales. Dueños de innumerables diarios, revistas, radios, productoras y canales en todo el país, pegó, sin embargo, su gran salto con la ayuda de Menem, primero, y su siempre estimado Eduardo Duhalde después. Ese gran salto fue el saqueo del negocio del cable, la liquidación de centenares de pequeñas redes locales de televisión por cable que fueron deglutidas, por las buenas o por las malas, por MultiCanal, en un proceso muy similar al protagonizado por OCA, de Alfredo Yabran, en relación a las pequeñas empresas de cable.
Su salto fue, también, producto de la ilegal autorización que el propio Kirchner, en épocas de romance, les dio para quedarse con CableVisión y, de éste modo ser dueños del 70% del negocio del cable de todo el país. Hoy, poco importan para Magnetto y sus amigos los centavos de publicidad que recauda el gran diario: el negocio es el cable, donde se concentran el 65 % de las ventas de todo el Grupo y el 75% de todas sus utilidades.
Cuando Duhalde se hizo cargo del gobierno, en 2002, la extorsión de Clarín para apoyarlo pasó por exigir la modificación de la Ley de Quiebras. En aquellos días el Grupo estaba extremadamente endeudado por el esfuerzo de instalar Multicanal y con pocas posibilidades de seguir bicicleteando la deuda, de manera que su posición era muy débil, en particular ante los acreedores externos. Duhalde cambió tapas simpáticas por una modificación de aquella ley que transformó, en los hechos, a los amenazantes acreedores extranjeros de Clarín en simples mendigos. Cuando Nestor Kirchner llegó al gobierno con un puñado miserable de votos, no tuvo otra alternativa que seguir aceptando las mismas prácticas del chantaje y convertirse, a cambio, del día a la noche, del presidente menos votado de la historia en el más popular en los sondeos y encuestas de las empresas, precisamente, del Grupo Clarín.
La debilidad histórica del régimen y de sus partidos, la descomposición de éstos, su falta de representatividad, la persistencia de aparatos mafiosos y sindicales estrechamente vinculados al estado, le han ido dando, al Grupo Clarín, en todos éstos años la bandera de la defensa de los intereses generales del conjunto de los capitalistas argentinos y de sus mandantes yanquis. El Grupo ha asumido siempre la incondicional defensa de los mandatos de las embajadas yanqui e israelí. Ha tejido una sólida alianza con el Grupo Techint y con los principales grupos industriales y del complejo sojero de nuestro país.
De un modo imperceptible pero con una rapidez inusual en los negocios Clarín ha ido llenando el vacío de dirección de la burguesía argentina y, de hecho, ha tomado la posta abandonada que dejara el viejo “Partido Militar” como el gran garante de los acuerdos del régimen. En consecuencia, cuando el kirchnerismo le deja de servir al régimen, también le resulta inútil a Clarín y ya no hay negocio rentable que pueda reemplazar el perjuicio de ésta inutilidad.
Y ahí es cuando Clarín empieza a publicar, una tras otra, tapas anti gubernamentales; ahí es cuando sus periodistas esbirros, descubren que los argentinos viajamos como vacas; ahí es cuando sus investigadores truchos encuentran los negociados de Cristóbal Lopez o de Rudy Ulloa; ahí es cuando los jueces de su servilleta se enteran del asombroso enriquecimiento de los Kirchner; ahí es cuando se olvidan del pasado y del prontuario de gente como De Narváez o Duhalde; ahí es cuando Julio Grondona es descubierto, después de treinta años haciendo negociados comunes, como un viejo ladrón.
En fin, ahí es cuando Clarín y los Kirchner van a la guerra. Pero no es la guerra del fútbol ni de Grondona ni de la AFA. Es una guerra por el poder entre bandas capitalistas, entre bandas de ladrones, entre cómplices que han sido, enemigos que hoy son y socios que volverán a ser. No es una guerra del pueblo, sus banderas no son las nuestras, no luchan por modelos de país de justicia, solidaridad e independencia nacional sino, apenas, por puñados, grandes, muy grandes, inimaginables puñados de monedas de plata.
Esto no quiere decir que no nos alegremos, profundamente, con ésta pelea que golpea a lo peor de nuestro régimen, lugar donde está, por méritos propios, el Grupo Clarín. Por citar un solo caso de la impunidad con la que se manejan, vale recordar que la viuda de Noble, la Señora Ernestina Herrera, es apropiadora de dos niños hijos de desaparecidos a los que inscribió como sus legítimos hijos adoptivos y que se ha negado sistemáticamente, amparada en la mafia que integra, a que se les haga un análisis de ADN. Y esa es sólo una perla negra de todo el comportamiento mafioso de Clarín.
Ahora, si el gobierno realmente está dispuesto a liquidar a ésta mafia mediática, tiene, en sus manos las herramientas legales para hacerlo y no es una pelota de fútbol, precisamente.
Declarar la ilegalidad de la fusión entre Cable Vision y Multicanal por su carácter monopólico que viola toda la legislación en la materia, sí constituiría un paso adelante que fortalecería la democracia informativa.
Avanzar con la Ley de Radiodifusión para acabar con los monopolios mediáticos y democratizar el éter, sí sería un gran paso adelante para todo el pueblo.
Declarar que el servicio de cable es un servicio público y hacerlo sujeto de las mismas regulaciones que cualquier otro servicio público, incluyendo sus tarifas, sí sería un paso adelante en la soberanía popular.
Mientras esto no suceda, aún con la alegría que nos provoca la pelea, diremos que, en realidad, están haciendo jueguitos para la Tribuna y taquitos para la gilada, pero que goles todavía no hay ninguno.
ASAMBLEAS DEL PUEBLO
20 ago 2009
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