AUGUSTO
Por Jorge Luis Ubertalli
Ni emperador ni César, solo un chapiollo pinolero que se atrevió a enfrentar al concilio de traidores e invasores extranjeros que intentaron mancillar la sagrada tierra nica, estirada, erizada y ondulada en valles, selvas y montañas. Ese fue Augusto. Que casi a fines del siglo 19, un 18 de mayo, nació en Niquinhomo, pequeño villorrio de Masaya, Nicaragua. Hijo de Gregorio Sandino y Margarita Calderón, madre soltera y atada a la tierra, de quien heredó ese C. que todos confunden como César, fue un obrero-campesino que comandó legiones de desarrapados para defender la dignidad nacional y la soberanía popular de su tierra, nuestra tierra, Nicaragua,. A los 7 años padeció la invasión norteamericana, y supo del heroísmo del general Benjamín Zeledón, que en el cerro del Coyotepe, entrada a Masaya, murió combatiendo a los ‘marines’ el 4 de octubre de 1912, siendo mancillado, ya cadáver, por las hordas ocupantes en su último viaje al cementerio de Catarina.
Augusto y también Nicolás, que en 1921, defendiendo la honra de su madre, hirió a balazos a un caudillejo conservador, debiendo por ello marcharse de su región y luego del país. La Costa Atlántica, Honduras, Guatemala, México, conocieron sus trajines proletarios y campesinos, sus mil oficios del ganarse la tortilla con sal y el peso de queso blanco diario. Augusto, que en 1926 regresa a su tierra para combatir a la marinería norteamericana utilizando fusiles sacados del mar con ayuda de las prostitutas del puerto de Bluefield, terror de cipayos conservadores y liberales, liberador del Espino Negro clavado en la dulce Nicaraguita por los traidores locales y los yanquis, heredero de aquel Andrés Castro, que descalzo y casi desnudo arrojó la piedra combatiente contra los invasores comandados por el filbustero William Walker, se alza en las norteñas selvas de Las Segovias para desde allí pasar a la historia local, de Nuestra Indoaméricalatina y el mundo como el “General Sandino”.
Cinco mil soldados y mas de 400 oficiales norteamericanos, secundados por aviones que bombardean ciudades y hacen volar por los aires a mujeres y niños, se enfrentan con el Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua( EDSN), fundado por Sandino el 2 de septiembre de 1927 y conformado en sus inicios por 30 combatientes, luego convertidos en centenares, en miles, que con la bandera rojinegra desplegada y la consigna de “Patria y Libertad”, harán morder al invasor el polvo de la derrota. En Ocotal, cercados por la tierra sublevada y meados de miedo, los gringos destrozarán carne inocente con bombas lanzadas desde aviones. Poco después, los zenzontles y dantos de El Bramadero gorjearán y bramarán de alegría ante el pavor de los ‘marines’, presa de los machetes sandinistas. En tanto, en Chinandega, Jinotega, Chontales, Boaco, León, la Costa Atlántica y hasta en Managua se conocerán las hazañas de aquel general que habrá proclamado: “No me vendo, ni me rindo. Yo quiero Patria Libre o Morir”.
Imitando el gesto del jefe Sandino, otros lo seguirán. El peón de campo Francisco Sequeira, convertido en el combatiente Pancho Cabulla, se alzará en Chinandega contra la soldadesca yanqui, que lo asesinará junto a su esposa, Conchita Alday, embarazada. Toda Nicaragua arde con Sandino, que al iniciar la lucha segoviana se dirige a sus hombres con estas palabras: “ desde este mismo momento, los jilgueros y todas las aves…serán los cantos que nos acompañarán en nuestra vida por las montañas…”. Pero que también brama: “ No abandonaré mis montañas mientras quede un gringo en Nicaragua. No abandonaré mi lucha mientras falte a mi pueblo un derecho por enderezar. Mi causa es la causa de mi pueblo, la causa de América, la causa de todos los pueblos oprimidos”. (…) Muy luego tendremos nuestro triunfo definitivo en Nicaragua, con lo que quedará prendida la mecha de la ‘explosión proletaria’ contra los imperialistas de la tierra”.
Eso dice Augusto, ni emperador ni César. Y también esto otro: “Hasta el presente, nuestro Ejército reconoce el apoyo que los sinceros revolucionarios le han prestado en su ardua lucha; pero con la agudización de la lucha, con la creciente presión por parte de los banqueros yanquis, los vacilantes, los tímidos, por el carácter que toma la lucha, nos abandonan. Solo los obreros y campesinos irán hasta el fin, solo su fuerza organizada logrará el triunfo”.
Hasta 1933, Augusto los correrá a balazos a los yanquis y sus mandados. Y llegará la paz, que Augusto aceptará con la condición de que los invasores salgan del país. Pero no se irán. Se disfrazarán de Anastasio Somoza García, su mandadero, quien organizará la fuerza mercenaria denominada Guardia Nacional, acometedora de innumerables asesinatos, de persecuciones a los antiguos combatientes sandinistas desarmados el 2 de febrero y de saqueos a las cooperativas campesinas organizadas por Augusto en Wiwilí.
Al año siguiente, un 28 de febrero, traicionado por Somoza García y el pusilánime presidente Sacasa, Augusto Nicolás Calderón Sandino, y sus generales Estrada y Umanzor, serán asesinados en Managua luego de participar en una cena con el presidente. Su hermano Sócrates será abatido poco mas tarde. Sólo podrá salvarse de la
carnicería el entonces jóven coronel Santos López, fundador, 27 años mas tarde y junto a Carlos Fonseca, Silvio Mayorga y Tomás Borge, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que el 19 de julio de 1979 instauró el Poder Popular en el país, interrumpido en 1989, y que hoy, luego de 21 años de administraciones entreguistas y corruptas, y en otras condiciones, es nuevamente gobierno y se inserta en la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), que conforman, entre otros, Venezuela, Cuba, Ecuador y Bolivia.
A 76 años de su asesinato, continuamos con Sandino en la lucha. “Ay mi general Sandino/ vuelve a partir/ camino de Las Segovias/ que yo te voy a seguir” escribió el poeta mayor de Cuba, Nicolás Guillén. Nosotros tomamos sus palabras. Los que somos nicaragüenses por nacimiento o por adopción; los que sentimos el calor de un pueblo combatiente, desarrapado y rebelde, que nos adoptó como sus hijos y nos concedió el privilegio de servirlo en el marco de la Revolución Popular Sandinista, volvemos y volveremos siempre con Augusto a enmontañarnos en Las Segovias de la tenacidad, la transparencia, el valor y la consecuencia.
“Mientras Nicaragua tenga hijos que la amen, Nicaragua será libre”, decía nuestro general de Hombres Libres.
Y nosotros, nicaragüenses nativos o nacidos en otras latitudes, con la consigna de “Sandino Vive, la lucha sigue”, seguimos y seguiremos honrando, humildemente, el nombre de Augusto, ni emperador ni César, general pinolero y chapiollo, confrontando contra la oligarquía, la burguesía y el imperialismo, dondequiera que estén.
Por Jorge Luis Ubertalli
Ni emperador ni César, solo un chapiollo pinolero que se atrevió a enfrentar al concilio de traidores e invasores extranjeros que intentaron mancillar la sagrada tierra nica, estirada, erizada y ondulada en valles, selvas y montañas. Ese fue Augusto. Que casi a fines del siglo 19, un 18 de mayo, nació en Niquinhomo, pequeño villorrio de Masaya, Nicaragua. Hijo de Gregorio Sandino y Margarita Calderón, madre soltera y atada a la tierra, de quien heredó ese C. que todos confunden como César, fue un obrero-campesino que comandó legiones de desarrapados para defender la dignidad nacional y la soberanía popular de su tierra, nuestra tierra, Nicaragua,. A los 7 años padeció la invasión norteamericana, y supo del heroísmo del general Benjamín Zeledón, que en el cerro del Coyotepe, entrada a Masaya, murió combatiendo a los ‘marines’ el 4 de octubre de 1912, siendo mancillado, ya cadáver, por las hordas ocupantes en su último viaje al cementerio de Catarina.
Augusto y también Nicolás, que en 1921, defendiendo la honra de su madre, hirió a balazos a un caudillejo conservador, debiendo por ello marcharse de su región y luego del país. La Costa Atlántica, Honduras, Guatemala, México, conocieron sus trajines proletarios y campesinos, sus mil oficios del ganarse la tortilla con sal y el peso de queso blanco diario. Augusto, que en 1926 regresa a su tierra para combatir a la marinería norteamericana utilizando fusiles sacados del mar con ayuda de las prostitutas del puerto de Bluefield, terror de cipayos conservadores y liberales, liberador del Espino Negro clavado en la dulce Nicaraguita por los traidores locales y los yanquis, heredero de aquel Andrés Castro, que descalzo y casi desnudo arrojó la piedra combatiente contra los invasores comandados por el filbustero William Walker, se alza en las norteñas selvas de Las Segovias para desde allí pasar a la historia local, de Nuestra Indoaméricalatina y el mundo como el “General Sandino”.
Cinco mil soldados y mas de 400 oficiales norteamericanos, secundados por aviones que bombardean ciudades y hacen volar por los aires a mujeres y niños, se enfrentan con el Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua( EDSN), fundado por Sandino el 2 de septiembre de 1927 y conformado en sus inicios por 30 combatientes, luego convertidos en centenares, en miles, que con la bandera rojinegra desplegada y la consigna de “Patria y Libertad”, harán morder al invasor el polvo de la derrota. En Ocotal, cercados por la tierra sublevada y meados de miedo, los gringos destrozarán carne inocente con bombas lanzadas desde aviones. Poco después, los zenzontles y dantos de El Bramadero gorjearán y bramarán de alegría ante el pavor de los ‘marines’, presa de los machetes sandinistas. En tanto, en Chinandega, Jinotega, Chontales, Boaco, León, la Costa Atlántica y hasta en Managua se conocerán las hazañas de aquel general que habrá proclamado: “No me vendo, ni me rindo. Yo quiero Patria Libre o Morir”.
Imitando el gesto del jefe Sandino, otros lo seguirán. El peón de campo Francisco Sequeira, convertido en el combatiente Pancho Cabulla, se alzará en Chinandega contra la soldadesca yanqui, que lo asesinará junto a su esposa, Conchita Alday, embarazada. Toda Nicaragua arde con Sandino, que al iniciar la lucha segoviana se dirige a sus hombres con estas palabras: “ desde este mismo momento, los jilgueros y todas las aves…serán los cantos que nos acompañarán en nuestra vida por las montañas…”. Pero que también brama: “ No abandonaré mis montañas mientras quede un gringo en Nicaragua. No abandonaré mi lucha mientras falte a mi pueblo un derecho por enderezar. Mi causa es la causa de mi pueblo, la causa de América, la causa de todos los pueblos oprimidos”. (…) Muy luego tendremos nuestro triunfo definitivo en Nicaragua, con lo que quedará prendida la mecha de la ‘explosión proletaria’ contra los imperialistas de la tierra”.
Eso dice Augusto, ni emperador ni César. Y también esto otro: “Hasta el presente, nuestro Ejército reconoce el apoyo que los sinceros revolucionarios le han prestado en su ardua lucha; pero con la agudización de la lucha, con la creciente presión por parte de los banqueros yanquis, los vacilantes, los tímidos, por el carácter que toma la lucha, nos abandonan. Solo los obreros y campesinos irán hasta el fin, solo su fuerza organizada logrará el triunfo”.
Hasta 1933, Augusto los correrá a balazos a los yanquis y sus mandados. Y llegará la paz, que Augusto aceptará con la condición de que los invasores salgan del país. Pero no se irán. Se disfrazarán de Anastasio Somoza García, su mandadero, quien organizará la fuerza mercenaria denominada Guardia Nacional, acometedora de innumerables asesinatos, de persecuciones a los antiguos combatientes sandinistas desarmados el 2 de febrero y de saqueos a las cooperativas campesinas organizadas por Augusto en Wiwilí.
Al año siguiente, un 28 de febrero, traicionado por Somoza García y el pusilánime presidente Sacasa, Augusto Nicolás Calderón Sandino, y sus generales Estrada y Umanzor, serán asesinados en Managua luego de participar en una cena con el presidente. Su hermano Sócrates será abatido poco mas tarde. Sólo podrá salvarse de la
carnicería el entonces jóven coronel Santos López, fundador, 27 años mas tarde y junto a Carlos Fonseca, Silvio Mayorga y Tomás Borge, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que el 19 de julio de 1979 instauró el Poder Popular en el país, interrumpido en 1989, y que hoy, luego de 21 años de administraciones entreguistas y corruptas, y en otras condiciones, es nuevamente gobierno y se inserta en la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), que conforman, entre otros, Venezuela, Cuba, Ecuador y Bolivia.
A 76 años de su asesinato, continuamos con Sandino en la lucha. “Ay mi general Sandino/ vuelve a partir/ camino de Las Segovias/ que yo te voy a seguir” escribió el poeta mayor de Cuba, Nicolás Guillén. Nosotros tomamos sus palabras. Los que somos nicaragüenses por nacimiento o por adopción; los que sentimos el calor de un pueblo combatiente, desarrapado y rebelde, que nos adoptó como sus hijos y nos concedió el privilegio de servirlo en el marco de la Revolución Popular Sandinista, volvemos y volveremos siempre con Augusto a enmontañarnos en Las Segovias de la tenacidad, la transparencia, el valor y la consecuencia.
“Mientras Nicaragua tenga hijos que la amen, Nicaragua será libre”, decía nuestro general de Hombres Libres.
Y nosotros, nicaragüenses nativos o nacidos en otras latitudes, con la consigna de “Sandino Vive, la lucha sigue”, seguimos y seguiremos honrando, humildemente, el nombre de Augusto, ni emperador ni César, general pinolero y chapiollo, confrontando contra la oligarquía, la burguesía y el imperialismo, dondequiera que estén.
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