El juicio histórico sobre un periódico de partido, como es el caso de Prensa Obrera, es un juicio sobre su homogeneidad política. Al cabo de un cuarto de siglo caracterizado por enormes terremotos políticos, importa ver si fue capaz de anticipar y caracterizar en forma acertada esos acontecimientos, y de ofrecer una orientación adecuada a los trabajadores y a los explotados que debían enfrentarlos. Este planteo suscitará, naturalmente, una enorme irritación a los que hacen un culto de la adaptación constante a los hechos consumados —de aquellos que ‘no se atan a ningún esquema’. Pero solamente un planteo político homogéneo sirve, a través de un largo trabajo, a la tarea de desarrollar en la vanguardia de los trabajadores una comprensión común de los desafíos históricos de la época. La homogeneidad política es siempre un proceso contradictorio, porque solamente puede lograrse por medio de una confrontación permanente con la realidad histórica corriente. El culto a la novedad y el cambio permanente de posiciones es, por el contrario, un proceso repetitivo, pues consiste en una uniforme adaptación pasiva a los acontecimientos. En este caso, ni vale la pena tener un periódico político.
De dónde viene
Prensa Obrera no nació de un repollo. Es la continuidad del periódico que la precedió —Política Obrera—, que había sido ilegalizado por la dictadura el mismo 24 de marzo de 1976. Pero, como lo hizo notar un corresponsal brasileño de la época, Clovis Rossi, de la Folha de Sao Paulo, al comentar la legalización de los partidos políticos en 1983, una organización ilegal que se llamaba Política Obrera y cuya prensa tenía el mismo nombre, se legalizaba como Partido Obrero, con un periódico llamado Prensa Obrera, de manera tal que PO y PO continuaban siendo PO y PO. De entrada, Prensa Obrera representó, a la vez, la reivindicación de una línea estratégica y un desafío a la dictadura militar. El primer número del periódico, legal, llamaba en la tapa al derrocamiento de la dictadura (ver dicha tapa en archivo adjunto).
Prensa Obrera sale como resultado al cabo de ocho años de lucha contra la dictadura militar, una lucha que fue librada, en la clandestinidad, con posiciones socialistas y con una prensa propia de partido. Prensa Obrera va a heredar de Política Obrera la característica de un periódico muy vinculado a las luchas y a los procesos políticos de las masas, y fuertemente concentrado en caracterizar la realidad política corriente. Política Obrera va a señalar de entrada que la dictadura militar es un régimen de crisis; va a analizar esa crisis en todo su desarrollo; y en febrero de 1981 va a plantear la inminencia de su derrumbe. Asimismo, se empeñará en destacar la amplitud de la resistencia obrera a la dictadura.
¿Cómo abordaba el resto de la izquierda ese mismo proceso político? En el caso del partido comunista, edita una prensa legal que se adapta políticamente a la dictadura, y encarará el período posterior en función del seguidismo al peronismo. El PST discontinúa su periódico, que saldrá raramente con un nombre diferente, y llamará, en una solicitada a toda página en Clarín, a construir una réplica del Partido Socialista español que conducía Felipe González. Es lo que trata de hacer el MST ahora, veinticinco años después.
Una época de catástrofes
En el cuarto de siglo que siguió al primer número de Prensa Obrera, el mundo asistió al derrumbe de la URSS, la restauración del capitalismo en China, la desintegración de los partidos comunistas, la capitulación política del sandinismo, la nueva etapa de guerras imperialistas que comienza en Yugoslavia, el zapatismo, el ascenso del chavismo y del indigenismo boliviano. En el plano nacional, Prensa Obrera se verá confrontada a la cuestión de la llamada recuperación de la democracia; el ascenso del menemismo; la tentativa de estructurar, primero, una alternativa democratizante de la izquierda por parte de Izquierda Unida y una alternativa ‘progresista’ al margen de la UCR y el peronismo, como el Frente Grande y el Frepaso; la tentativa de crear un sindicalismo alternativo con la CTA y luego con Moyano; el Argentinazo; el movimiento piquetero; y la tentativa corriente de poner en pie un movimiento de reconstrucción de la burguesía nacional.
Es indudable que la restauración capitalista en los anteriores Estados obreros burocráticos ocupa en el período un lugar central: determinó el hundimiento de toda la izquierda tradicional y de la no tradicional. En oposición a la caracterización unilateral de toda la izquierda, que excluía por completo la posibilidad de una restauración capitalista si no mediaba una ocupación militar, con el argumento de que la burocracia era una defensora de la propiedad estatizada, Prensa Obrera desarrolló de un modo sistemático la posición contraria desde muy temprano, a saber de que la burocracia ‘comunista’ era el pilar de una restauración capitalista. Prensa Obrera seguirá la línea de denuncia inaugurada por Política Obrera en oportunidad de la firma de los tratados de Helsinki, a principios de los ’70, por Estados Unidos, Europa y la URSS, y el Pacto de Varsovia, a los que caracterizó como una tendencia a la restauración capitalista, porque establecían la preeminencia del derecho internacional sobre las relaciones sociales internas. Armará políticamente de esta manera a un sector de la vanguardia de los trabajadores frente a las catástrofes políticas subsiguientes que arrasarán con la izquierda mundial y que la llevarán a abandonar, incluso en la forma, el planteo de la revolución socialista y de la dictadura del proletariado. Pero, por sobre todas las cosas, los artículos de Prensa Obrera advertirán, desde el comienzo, que el derrumbe de la URSS, etc. forma parte de un proceso de crisis mundial del capitalismo, que inaugura un período de crisis, catástrofes, guerras y revoluciones. No llama, por lo tanto, a un repliegue político, sino que, todo lo contrario, considera una obligación para todos los que se reclaman de la Cuarta Internacional, tomar los nuevos acontecimientos históricos para refundar de inmediato esa Cuarta Internacional.
La confusión que estos acontecimientos provocaron en inmensos sectores de la clase obrera mundial fueron tomados como pretexto para justificar un giro democratizante por parte del conjunto de la izquierda internacional, cuando se trataba de hacer un paciente trabajo de explicación y de preparar a la vanguardia para el período de catástrofes sociales e internacionales que resultaría inevitablemente de la disolución de la Unión Soviética y de la colonización capitalista de China. La oposición entre la caracterización que fue vehiculizando Prensa Obrera, de un lado, y el resto de la izquierda, del otro, se resume en una única gran cuestión: la decadencia histórica del capitalismo como régimen social. El conjunto de la izquierda esquiva este tema como si se pudiera hacer política en la época actual sin determinar el estado histórico en que se encuentra la sociedad capitalista.
Prensa Obrera, un periódico obrero
Una hojeada de Prensa Obrera demuestra que es, hasta la médula, un periódico insertado en las luchas obreras y en la experiencia cotidiana de las masas. Ocupa un lugar destacado en sus páginas el combate de la mujer, de la niñez y de la juventud. Pero semejante característica supone algo muy importante —que Prensa Obrera no podría ser lo que es si fuera el producto práctico de un comité de redacción. En efecto, Prensa Obrera es el órgano de elaboración colectiva de un partido; una prensa política solamente puede ser una prensa de partido. Debe tener un eje, que solamente lo puede dar una experiencia de acción común. Los periódicos que no son de partido son fenómenos comerciales, al servicio de un ‘lobby’, frecuentemente empresarial, y por lo tanto de una vida efímera. En el caso de los partidos que se consideran caducos y pretenden reconvertirse en movimientos, sus periódicos no juegan un papel relevante en la acción política y tenderán a desaparecer en un cierto plazo.
Desde hace ya mucho tiempo, Prensa Obrera viene armado desde los corresponsales y colaboradores de las diferentes provincias, lugares de trabajo y de estudio, barrios, colaboradores de partidos de otros países. Las dieciséis páginas de Prensa Obrera están virtualmente armadas el sábado por la tarde cuando cierra el horario de entrega de artículos. O sea que la clase obrera escribe su periódico. La elaboración política de los editoriales tiene como punto de partida esta enorme contribución. Aun así, no se trata de un periódico ‘fácil’, sino más bien lo contrario. Pero es que, precisamente, un periódico proletario tiene que ser acompañado por la actividad militante; tiene que ser el puente para un acercamiento organizativo. Prensa Obrera mejorará como consecuencia de esta relación de debate, organización y lucha.
Mil veces PO.
Jorge Altamira
12 jul 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario