La extorsión que el Ministerio de Trabajo pretende imponer a los obreros de Paraná Metal reúne los elementos fundamentales del plan del gobierno y su ‘burguesía nacional’ frente a la crisis capitalista. La patronal quebrada de Paraná Metal será reemplazada por un interventor designado por el gobierno, pero que no es otro que un accionista de Acindar, Arturo Acevedo –del palo del kirchnerismo y asociado de la Belga Mineiro.
La función de Acevedo es presidir el desguace de Paraná Metal, notoriamente obsoleta, para entregarla a un ‘inversor’ ya digitado, Carlos Leone, que la comprará a precio de remate.
El desguace principal afectará a la fuerza de trabajo, pues los salarios serán primero reducidos y luego congelados; una parte de la remuneración será pagada por el Estado; un elevado número de trabajadores quedará suspendido, cobrando el 70 por ciento de sus sueldos básicos (no de bolsillo).
Si este plan logra quebrar la resistencia de los trabajadores, que es lo que esperan los funcionarios y la burocracia sindical de la CTA, sería el modelo para la ‘solución’ de los otros conflictos por despidos provocados por la bancarrota capitalista.
Los conflictos principales atañen a Siderar, del pulpo Techint, y próximamente a Aluar, el pulpo del aluminio; en conjunto se prevé el despido de los contratados, suspensiones y reducción de los salarios.
En Iveco, Renault y Volkswagen, en Córdoba, las suspensiones de trabajadores han sido prorrogadas, con el cobro del 70 por ciento sobre el básico.
Pero estas salidas apuntan más alto, pues suponen la reducción y/o el congelamiento de los salarios de todos los trabajadores de Argentina.
Si los José Rodríguez y los Alberto Piccinini firman acuerdos de reducción y congelamiento salarial, o suspensiones por el 70 por ciento del salario básico de un trabajador, ¿de qué aumento de salarios están hablando los Moyano, los Yasky o los De Gennaro?
El mazazo contra Paraná Metal anuncia una política de desvalorización salarial generalizada para el conjunto de todos los trabajadores –que las patronales y el gobierno justificarán, como lo hacen en Paraná Metal, con el argumento de ‘la crisis’.
El plan apunta también contra los jubilados, a los que se promete para marzo un aumento del 11 por ciento, cuando de acuerdo con los parámetros de la reciente ley no debería bajar del 16-18 por ciento.
¿De qué reactivación hablan los chirolitas del oficialismo, toda vez que están promoviendo la rebaja de los salarios y las suspensiones, y por lo tanto una caída espectacular del consumo personal?
Ningún plan de obras públicas puede compensar una reducción salarial, porque mientras la reducción del salario afecta al consumo de forma inmediata, la obra pública demora muchos meses en tironear la demanda.
¿O el gobierno quiere financiar los negocios de la patria contratista con los salarios de 2002?
La desvalorización de los salarios y de las jubilaciones también están inscriptas en el plan para devaluar el peso y volver a los planes del FMI – que fogonean los Carrió, Buzzi, Solá, Reutemann, Duhalde, Macri, con la complicidad del matrimonio oficial.
Como los Bush, los Obama o los Sarkozy, los Kirchner
(y los opositores patronales) están empeñados en rescatar al capital responsable de la crisis, no a los trabajadores, que deberán pagar con su sacrificio el salvataje imposible del capitalismo.
Porque cualquiera que haya visto los noticiarios de TV se habrá enterado que la banca mundial quebró –‘finito’; y que está sostenida por el pulmotor de la emisión monetaria y el subsidio fiscal, o sea al borde de la nacionalización.
El sacrificio de los trabajadores en beneficio del capital es inútil, no resolverá la crisis sino que hundirá más a la producción; en esto consiste el impasse histórico que trae aparejado la bancarrota capitalista mundial.
No hay que rescatar al capital, sino que hay que rescatar – del capital– a los trabajadores, a la sociedad, al parque industrial.
No permitamos ninguna suspensión, ningún despido, ninguna rebaja salarial.
Que se repartan las horas de trabajo al cien por ciento del salario; que el personal afectado por una reconversión reciba un seguro de desempleo, sea contratado o permanente, por el cien por ciento del salario; que se establezca un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar y que se destine la recaudación fiscal al 82% móvil para las jubilaciones y no al pago de la deuda externa; que las paritarias discutan los salarios y condiciones de trabajo con delegados elegidos en asambleas.
Podemos asegurar estas reivindicaciones si, en lugar de dilapidar los recursos para salvar al capitalismo, tomamos para un plan de desarrollo nacional los recursos que el capitalismo no quiere ni puede poner a trabajar.
Esto plantea la nacionalización sin compensación de los bancos, los monopolios comerciales y las empresas que cierran o suspendan, bajo control de los trabajadores.
Está en bancarrota el capitalismo, no la humanidad; rescatemos los recursos de la humanidad, sus posibilidades, su cultura y su tecnología de las manos del capital, y pongámoslos al servicio de la gran mayoría.
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