Al dictaminar a favor de las candidaturas cuestionadas del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires, el juez Manuel Blanco, ha producido algo peor que un mamarracho jurídico: ha incurrido en una falacia. Es que esas candidaturas no tienen en absoluto un carácter testimonial; son simplemente truchas. La necesidad de un testimonio de apoyo político por parte de un funcionario a su gobierno, es una redundancia. Al ofrecerse como candidatos para posiciones legislativas que no van a ocupar, esos funcionarios están estafando a la fe pública, porque el lugar que dejarán vacante será ocupado por desconocidos. Se trata de una acción de lesa democracia. Incluso peor, es una extorsión política, porque supone la renuncia del fun! cionario a su cargo en caso de ser derrotado. Es una forma perversa del autogolpe, por parte de candidatos que ejercen funciones ejecutivas.
Semejante atropello no tiene nada que ver con las candidaturas simultáneas que varios militantes populares postularon en una u otra circunstancia, porque ellas no tenían por objeto estafar a la opinión pública sino reforzar una presencia de oposición política socialista. Un candidato a Presidente que se postula al mismo tiempo para diputado, como ha sido en alguna ocasión mi caso, está peleando dos veces por la representación popular, o sea reforzando el protagonismo representativo; no extorsiona a la ciudadanía sino que refuerza su disposición de servicio – lo contrario de lo que ocurre con el fallo en cuestión, que habilita la presentación de candidaturas que no son tales, porque no se candidatean precisamente a nada. El elector de Altamira para la doble candidatura a Presid! ente y diputado, no quedaba defraudado en ninguna circunstancia
El dictamen del juez Manuel Blanco sólo aporta la evidencia de la complicidad de la justicia electoral con los fraudes que ha puesto en marcha el partido gobernante.
Buenos Aires, 20 de mayo de 2009
Jorge Altamira, candidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires del Partido Obrero
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