¿Habrá una
“Iglesia para los pobres”?
Por Juan Carlos Giordano
(Izquierda Socialista en el FIT)
El primer Papa
latinoamericano de los 266 que se han elegido, el primer jesuita, el primer
argentino y el primero en llamarse Francisco, llenó de alegría a millones de
fieles. Y desató un debate. ¿Es posible que se vaya a “una iglesia para
pobres”, como dijo Bergoglio, o la Iglesia Católica seguirá cumpliendo el mismo
rol de siempre, en apoyo a los de arriba, pero con una cara lavada? ¿Por qué el
Vaticano -después de la inédita renuncia de Ratzinger- eligió a un Papa
del “fin del mundo”?
La crisis del Vaticano
Muchas voces han
señalado que Bergoglio fue designado para “dar vuelta la página” de una
profunda crisis que sacude al Vaticano y a la Iglesia Católica mundial. Los
escándalos financieros, de corrupción y pedofilia rodearon la inédita renuncia
del anterior Papa Ratzinger, algo nunca visto en más de 600 años. A su vez, la
Iglesia no se ha podido exceptuar del proceso de decadencia del capitalismo
imperialista, donde cada vez sus seguidores y pueblos explotados toman
distancia de la misma.
En ese marco se
explica la asunción del argentino Bergoglio -en un continente donde vive casi
la mitad de los 1.200 millones de católicos del mundo-, figura con la cual la
Iglesia busca dar un golpe de timón, nombrando por primera vez a un
representante latinoamericano y de la orden de los jesuitas, intentando cambiar
una imagen donde sus obispos viven en medio del oro, la opulencia, la
corrupción y alejada de la gente. Poniendo a un nuevo representante que
mostrará una política más hábil y populista que las del Opus Dei y Ratzinger,
sinónimo del viejo “aparato” europeo del Vaticano.
Ya están operando
los cambios cosméticos para mostrar una Iglesia “más cerca de la gente”, con la
negativa del actual Papa a viajar en limusina, a no usar los habituales
atuendos de oro, reemplazar los tradicionales zapatos rojos papales por los que
usaba cuando recorría las villas argentinas, rompiendo el protocolo para
saludar a los fieles o mencionar en sus primeras oraciones la palabra “pueblo”,
prohibida en los documentos vaticanos de las últimas décadas.
Respetamos la
alegría que ha provocado la designación de Bergoglio en millones de argentinos,
pero decimos claramente que su asunción obedece a una clara política tendiente
a lavarle la cara a una Iglesia que seguirá siendo parte de este sistema
capitalista-imperialista, que defiende a una minoría privilegiada que descarga
la crisis mundial y los ajustes sobre millones de trabajadores y pobres, la
cual, además, históricamente se viene oponiendo al derecho al aborto, a la
libre elección de la orientación sexual, al uso de preservativos y de cualquier
otro método anticonceptivo, a la posibilidad del matrimonio entre personas del mismo
sexo o entre sacerdotes, y al divorcio.
Este cambio de
imagen de la Iglesia es una necesidad del imperialismo yanqui y europeo ante el
creciente ascenso de las luchas de los trabajadores y pueblos del mundo contra
sus planes de ajuste. Necesitan “una iglesia creíble” para intentar convencer a
las masas que dejen de luchar. Con Ratzinger, esta tarea era imposible. Este
será el principal rol del actual Papa Francisco, por lo cual seguramente lo
veremos viajando por Latinoamerica y el mundo pregonando “la paz” y “la
reconciliación” para intentar frenar los reclamos obreros y populares.
Fue claro en ese
sentido el rol que jugó años atrás el Papa polaco Juan Pablo II, cumpliendo un
papel contrarrevolucionario en el proceso de restauración capitalista en los ex
estados llamados “socialistas” del Este europeo, promoviendo la libertad de
mercado capitalista y buscando activamente desviar las revoluciones en curso
por aquellos años. Recordemos cuando en 1982 viajó a nuestro país en medio de
la guerra de Malvinas para pedir por “la paz”, es decir, por la rendición de
Argentina ante los piratas ingleses. O en 1983, cuando el llamado “Papa
viajero” visitó Nicaragua -con el fin de frenar la lucha que acababa de tirar
abajo al dictador Somoza-; y El Salvador, en ese mismo año, en plena guerra
civil, donde la guerrilla controlaba dos tercios del territorio, con el mismo
fin.
Bergoglio: fiel representante de la reaccionaria Iglesia argentina
El actual Papa
representa a una de las Iglesias más reaccionarias de Sudamérica, la argentina,
ligada a los golpes militares (la fusiladora del 55, Onganía y la de
Videla-Martínez de Hoz), muy lejos de una de sus alas, la Teología de la
Liberación, o del “progresismo” brasilero que empujó la conformación de un
Partido de Trabajadores (PT) en los años 80.
Si bien en esa
institución hubo sacerdotes obreros o villeros, o que apoyaban luchas
populares o democráticas, (Angelelli, Mujica), sus hilos fueron dirigidos por
los Quarracino (monseñor recordado por decir que las lesbianas y gay deberían
ser “encerrados en un ghetto”) o curas fascistas como Von Wernich -condenado
por la justicia (nunca por la Iglesia) por ser parte de los interrogatorios y
torturas a los detenidos-desaparecidos-. Teniendo entre sus filas a abusadores
de niños como el Padre Grassi, refracción local de las barbaridades cometidas
por curas pederastas en otras partes del mundo. Mostrando la doble moral de la
jerarquía eclesial: mientras da sermones en nombre del amor y la justicia, sus
jerarcas son parte de aberrantes y terrenales conductas delictivas.
Bergoglio -de quien
los medios solo mencionan sus características “austeras”- es un populista
reaccionario recordado por su pertenencia a Guardia de Hierro -sector
derechista dentro del PJ-; por quitarle protección en la dictadura a dos curas
jesuitas luego secuestrados; por sostener en los años 90 “no saber nada de los
desaparecidos” -algo imposible luego del público juicio a las juntas militares
de 1985- y, más recientemente, por encabezar la oposición al matrimonio igualitario.
Por ejemplo, en el juicio de 2010 -donde declaró como testigo en la causa de
los curas desaparecidos-, reconoció que le contaron sobre decenas de detenidos
ilegales en la ESMA; y al peguntársele a Bergoglio por qué no lo denunció, dijo
que se limitó a informarlo a las autoridades eclesiásticas, reconociendo que no
actuó para impedir el asesinato de miles de desaparecidos.
Cristina Kirchner: del saludo frío al “Papa peronista”
Muchos medios han
señalado que la designación de Bergoglio cayó mal en la Casa Rosada,
atribuyendo por ello el frío mensaje emitido por la presidenta apenas enterada
de su designación. Pero el kirchnerismo rápidamente se reacomodó. Primero, para
no regalar en un año electoral a los políticos de la oposición patronal la
disputa por los fieles que mostraron simpatía ante la elección del cardenal.
Segundo, porque como dijera el filósofo de Carta Abierta, Ricardo Foster, “no
es lo mismo Jorge Bergoglio que el Papa Francisco”. Una cosa es sacar rédito
como hicieron los Kirchner polemizando con una iglesia ligada a los golpes de
estado y alejada de las necesidades de las masas, y otra muy distinta es seguir
embistiendo contra Bergoglio ahora, ungido jefe del Vaticano, institución
proimperialista a la cual todos los políticos patronales rinden pleitesía.
Es cierto que el
kirchnerismo tuvo demostraciones de enfrentamiento con la Iglesia y que
Bergoglio fue opositor a algunas de sus políticas. Pero sus “peleas” nunca
fueron de fondo. Ya que el gobierno siempre siguió sosteniendo el culto católico
apostólico romano -donde la jerarquía local sigue viviendo de los fondos del
Estado, con obispos y cardenales percibiendo sueldazos iguales al de los
jueces-; subsidia millonariamente a la escuela privada de la cual la Iglesia
actúa como patronal; paga puntualmente la deuda externa que viene de la
dictadura y coincide con la Iglesia en militar contra el legítimo derecho al
aborto legal, seguro y gratuito, que evitaría la muerte de miles de mujeres
sometidas a prácticas clandestinas. Mostrando que el peronismo kirchnerista
está muy lejos del “progresismo” que pregona.
Los cambios sociales de fondo se conseguirán con lucha y movilización
La Iglesia
Católica, más allá del doble discurso enarbolado por Bergoglio, seguirá estando
al servicio de los ricos, grandes empresarios, multinacionales, banqueros y del
imperialismo. No por casualidad su asunción fue saludada por Obama, los
distintos gobiernos imperialistas y la DAIA argentina, ligada al sionismo del
estado genocida de Israel. Lo mismo hizo el genocida Luciano Benjamín Menéndez
en un juicio -con quien el fallecido cardenal Primatesta compartía palcos en
plena dictadura-, poniéndose la escarapela con los colores del Vaticano; la
patronal de los Blaquier, procesada por entregar obreros del ingenio Ledesma en
la denominada “noche del apagón”, o el jefe de la UOCRA, Gerardo Martínez,
partícipe de la última dictadura. Augurios que compartieron -con distintos
argumentos- políticos del PJ, la UCR, el PRO, el FAP y hasta Pino Solanas,
quien señaló: “la designación del Papa recae en una figura notable de la
iglesia como Bergoglio por su enorme equilibrio y sabiduría”.
Por otro lado -y
por motivos opuestos-, nuestro pueblo ha dado rienda suelta a sus legítimas
aspiraciones sembrando ilusiones en que el “Papa argentino” sea una fuente de
renovación ante tanta hipocresía y complicidad de la cúpula eclesiástica.
Desde nuestra parte
consideramos que la Iglesia seguirá defendiendo los mismos intereses que
defendió durante siglos. Por eso bregamos por la separación de la Iglesia del
Estado, sacándole todos los privilegios estatales de los cuales goza.
Conscientes que la
clase trabajadora y demás sectores populares, sólo podrán encontrar solución a
sus graves problemas luchando por sus reivindicaciones en pos de otra sociedad,
sin explotados ni oprimidos, que termine con los privilegios de todo tipo, por
un gobierno de los trabajadores y una Argentina Socialista.
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