Las protestas obreras y populares son realmente efectivas cuando causan incomodidades suficientes como para obligar a una negociación o resolución de los problemas. Una huelga no es más que uno de los mejores recursos con que cuentan los trabajadores para desarticular el sistema productivo, obligando a los patrones a sentarse a la mesa de las negociaciones. Por supuesto que las huelgas y movilizaciones incomodan - y así debe ser - tanto a los patrones como al Estado Patronal. Por esa razón el intento de reglamentarlas para que otros no se hagan cargo de las molestias ocasionadas es lo mismo que intentar prohibirlas.
Esta actitud pasiva que esperan los de arriba de los trabajadores y los sectores populares, sin embargo no se extiende a la burguesía y los patrones. Ellos cuentan con toda la impunidad del mundo para contratar guardias privados, armar bandas propias, imponer sus deseos a golpes y balazos si fuera necesario.
Es así que la rama de la "seguridad" industrial y comercial y el empleo de guardaespaldas es uno de los sectores de servicios más dinámicos. Un sector que emplea a gran parte de los miles que estuvieron involucrados en el genocidio perpetrado por la dictadura militar.
Cuando los patrones lo consideran necesario, mediante una simple llamada por teléfono lograrán la custodia inmediata de la policía y gendarmería, que pondrán a su disposición todo el aparato con el que cuentan para proteger sus intereses. Y cuando el aparato policial no les alcanza, con otra llamada telefónica pueden recurrir a los servicios de las agencias de "seguridad" o, incluso, a los matones del sindicato.
Mientras cuentan con todos estos recursos para impedir, entorpecer o aplastar una huelga, los trabajadores en lucha no cuentan con nadie a quien recurrir cuando son atacados por matones del sindicato, la policía o los guardias privados de la patronal. ¿Qué pueden hacer entonces para igualar la situación y evitar la represión innecesaria, la violencia de arriba y aun la acción de provocadores pagados para facilitar la acción represiva policial? ¡Tomar el asunto en sus propias manos, organizando su autodefensa!
Las objeciones
Algunos objetarán (muchas veces desde la "izquierda") que no están dadas las condiciones, que la situación no está madura, etc. Habría que preguntarles a estos timoratos si no existen en estos momentos las huelgas, las movi- lizaciones, las protestas. Su sola existencia hace de la autodefensa un derecho democrático de aplicación práctica inmediata.
¿ La Gendarmería y la Policía están bajo ordenes estrictas de no intervenir, hostigar o molestar las marchas y manifestaciones de protesta y las huelgas de los trabajadores? ¿Los abusos, detenciones arbitrarias, la violencia innecesaria de estos organismos han sido desterrados para siempre de ellos?
De ninguna forma. Por lo tanto, su sola permanencia como una realidad cotidiana de la lucha de clases, pone al orden del día protegerse de esos abusos de poder.
Si los trabajadores y el pueblo hubiesen construido su autodefensa, hoy estaríamos contando una historia diferente de 1976. ¿Estaba entonces justificado resistir el golpe, los secuestros y desapariciones, los campos de concentración, las torturas?
Hay muchos trabajadores y activistas que objetarían, y no sin razón, la idea de la autodefensa y pondrían el ejemplo de la guerra de guerrillas de los 70s y los resultados desastrosos que tuvo para el movimiento de masas de entonces el accionar de los Montoneros y el ERP.
Sin embargo, eso no era autodefensa de los trabajadores, sino acciones aventureras y desesperadas de elementos de la clase media.
Actuaban sin atenerse a la disciplina del movimiento de masas y acudiendo a métodos terroristas, opuestos por el vértice a la autodefensa obrera. La autodefensa de los trabajadores no es independiente de los trabajadores, sino que se supedita a estos y sus organismos democráticos. Sus tareas no son clandestinas y de aparato, sino públicas y defensivas.
La vanguardia del movimiento obrero y la izquierda deben agitar y propagandizar permanentemente ante el conjunto de los trabajadores la iniciativa de la autodefensa y hacerla popular, aceptada por los trabajadores con entusiasmo y legalizada en los hechos mediante el apoyo popular. Sus dirigentes son responsables ante las asambleas de los que luchan y pueden ser reemplazados por estas en cualquier momento. Su propósito no es comenzar una guerra de aparatos con las fuerzas del estado, sino auxiliar al movimiento de masas en sus luchas.
Sería impensable que el estado burgués y el gobierno aceptaran esta idea o admitieran su práctica sin obstaculizarla o incluso atacarla. Después de todo el monopolio sobre las armas y el uso de la fuerza han sido dos preceptos del sistema capitalista.
Mediante el ejemplo de su funcionamiento disciplinado y democrático y la demostración de su valor práctico en la lucha de clases, su aceptación sobrevendrá en relación directa al esfuerzo y seriedad con que la vanguardia y la izquierda lo conviertan en un hecho consumado que demuestre en la práctica su utilidad.
La autodefensa de los trabajadores es un derecho democrático que permite luchar sin ser reprimidos ni coartados de ese derecho por bandas armadas de los patrones, matones de la burocracia sindical o el estado. La izquierda tiene la obligación de plantear esta cuestión primordial en todas las luchas y poner a disposición de los trabajadores recursos y cuadros para garantizarla.
Una fórmula semejante puede y debe utilizarse en manifestaciones del conjunto de la izquierda, conformada como autodefensa común para proteger la movilización a través de la formación de una coordinadora nacional unificada para tal efecto.
La autodefensa se plantea como disuasiva y defensiva, y sometida a los trabajadores en lucha en un caso o al frente o coordinadora de la izquierda en la otra. No deben ser en ningún momento grupos independientes de la clase ni operar por fuera de un sistema democrático de control como son las asambleas o una coordinadora nacional. Esta autodefensa también serviría para contener y desarmar posibles provocaciones o infiltraciones de provocadores. O defender las conquistas democráticas contra el accionar de bandas de ultraderecha.
El acto de los genocidas del pasado 5 de octubre planteó una gran oportunidad para que la izquierda y los grupos combativos y democráticos organizaran este tipo de autodefensa, presentándose ese día en la Plaza San Martín para disolver la provocación genocida. Si eso hubiese sucedido, se habría dado un golpe al intento de reorganizació n de la derecha más reaccionaria y se habría puesto contra las cuerdas a todos los represores, tanto a los que están en el gobierno como a los que actúan en las agencias de seguridad, las patotas sindicales o las bandas parapoliciales que secuestraron a Julio López.
FUENTE: CONVERGENCIA SOCIALISTA
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