LA ARGENTINA ESPERA EL HECHO REVOLUCIONARIO
La hora de los pueblos
En América Latina está sonando la Hora de los Pueblos. Décadas de politiquería van estallando por los aires. Los conceptos de Patria Grande, Soberanía y Poder Popular se van conjugando y corporizando en distintos lugares. Los pueblos hacen estallar los moldes democrático-burgueses y penetran la política sin pedir permiso. Las viejas matrices de las constituciones liberales se muestran obsoletas y el concepto de la democracia partidocrática está agonizando. Todo lo atraviesa y arrolla la corriente histórica. Y, claro, la reacción del Imperio no se hace esperar. En ese enfrentamiento están los pueblos de América y el pueblo Argentino.
Hoy el conjunto de los argentinos compartimos un cuerpo de valores que constituyen nuestra “cultura política” y que son formidable base para la construcción de un Frente Nacional. Así la deuda externa y los organismos multilaterales de crédito son visualizados por todos como buitres carroñeros. La necesidad de propiedad social de los estratégicos recursos del Estado es algo cada vez más claro para todos. El vaciamiento de la institucionalidad, con poderes promiscuos y corruptos es un elemento incontrastable aunque le propinen reformulaciones cosméticas.
Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador muestran un camino posible y transitable de recuperación de la dignidad nacional y exponen una solidaridad latinoamericana concebida a favor de los pueblos y no para que un grupo de empresarios haga sus negocios.
Lo expuesto es el fermento desde el cual la Argentina tiene que acudir al llamado de la historia. Hay un tiempo latinoamericano que alienta la cristalización del antiimperialismo como política de estado y la construcción del socialismo.
Patria o saqueo: la contradicción principal
La contradicción principal en la Argentina es hoy: Patria o Saqueo. Esta contradicción y la forma de resolverla es la que determina aliados y enemigos. Y justamente la naturaleza de esta contradicción es la que impone a los argentinos la necesidad de construir una herramienta eficaz que no puede ser otra que el Frente Nacional.
En esa búsqueda es que, cada vez con menos desencuentros, aquellos que vamos comprendiendo esto nos vamos agrupando en distintos niveles de acuerdos y vamos construyendo un Programa Nacional contra el saqueo. Entendiendo esto no como prescripción en un papel de lo que queremos y tenemos que hacer, sino en la acción política misma de defender lo que hay que defender y construir lo que haya que construir; haciendo un ejercicio de protagonismo que va perfilando el nuevo concepto de democracia y poder popular.
Una estrategia no es una suma de tácticas. Pero la suma de tácticas da cuenta de una política.
El carácter y el objetivo de las alianzas que se construyen, los métodos que se aplican en la lucha entre el Pueblo y los grandes grupos económicos, y como están dispuestas las fuerzas militantes, en qué práctica se educan, todo ese conjunto determina qué política se tiene.
De un lado la Patria del otro la Entrega, todo aquello que no exponga esta contradicción está lindando peligrosamente en el diversionismo que lejos de fortalecer al Pueblo, lo debilita.
Luego de la crisis orgánica del 2001 lo que saltó a la vista fue la falta de estrategia de los actores populares. A la desorientación inicial siguió el encandilamiento que la alianza social entre piqueteros y caceroleros provocó, porque algunos ni la imaginaban y otros, aunque la planteaban en sus formulaciones teóricas no terminaban de creerse a sí mismos, tan acostumbrados a recitar fórmulas y calzarlas con forceps en la realidad. Para otros, lo más triste, es que esta alianza social significaba el camino fácil que les posibilitaba desdeñar al movimiento obrero organizado en el que carecen de penetración significativa.
Hay conductas históricas que hablan por propio peso de la ausencia de una estrategia aplicada a la lucha de nuestro Pueblo. Cuando el régimen se descomponía aceleradamente ofrecerle treguas a cambio de unos fideos para comedores resulta un ejemplo elocuente. El 26 de junio de 2002 se discutía la gobernabilidad, algunos fuimos al puente, otros estuvieron ausentes. De eso hablamos.
La gobernabilidad es el valor y la necesidad más preciada del régimen, puesto que se trata precisamente de su forma de dominación para seguir consumando el saqueo. Una estrategia popular entonces debe atacar justamente ese valor.
La izquierda que quiere nuclear lo nacional carece aún de identidad nacional
En la Argentina a las organizaciones de izquierda se las conoce por el nombre de sus dirigentes y no por su estrategia. Esto puede deberse a dos cuestiones; el ego de los dirigentes o la ausencia de estrategia. También puede ser que concurran ambos elementos.
Podemos aventurar, generosamente, que hay falta de estrategia (esto para no creer que sus estrategias son los armados electorales) pero puntualizaremos que la recurrencia en determinado tipo de construcción de alianzas, de perfil, de discurso y de accionar hacen a una política.
Ser de izquierda en la Argentina del 2007 pareciera que es estar a favor del aborto y por la unión civil de homosexuales. Estas dos cuestiones, en la construcción de derechos civiles, debemos atenderlas pero si se convierten en estructurantes de la política están calibrando el carácter real de la izquierda. Invertir grandes recursos de estructuras y militancia en defender el derecho de cualquier argentino a “hacer de su culo un pito” está muy bien pero siempre y cuando la centralidad esté en el enfrentamiento al saqueo que es el origen de todas las miserias que padecemos. Hacer política con la moda es hacer la política que quiere el régimen.
Si hay algo de lo que debe estar despojada cualquier formulación sensata es de la desesperación. Y desesperación es lo que inunda a algunos sectores cuando cada dos años se enfrentan a la urgencia de los armados electorales.
Los electoraleros condicionarán presencias o ausencia en función de su peculiar noción de “lo que quiere la gente”. Han mudado hasta los conceptos y ahora en vez de Pueblo, hablan de gente. Y “lo que quiere la gente” no deja de ser una entelequia de improbable verificación cuando no la contaminación ideológica que la lógica conservadora, tan temerosa del hecho revolucionario, se autoimpone.
Sin comprensión de cuál es la contradicción que atraviesa la Patria hoy no puede construirse una identidad nacional. Y para arribar a un diagnóstico ajustado es necesario tener suficiente historicismo que permita comprender de dónde venimos y cómo se desarrolló la larga marcha de los argentinos.
El hecho revolucionario
El hecho revolucionario en Argentina es la toma del Poder por el Pueblo.
Sin una herramienta capaz de expresar todos los anhelos de los sectores populares así como de mostrar suficiente poder para concretarlos, estaremos condenados a nuevos fracasos históricos. Esa herramienta es el Frente Nacional.
Pocos elementos están faltando para hacer posible la construcción del Frente Nacional. Audacia para ponerse a construirlo; grandeza para que prestigismos, celos y mediocridades no condicionen la construcción; inteligencia para articular todo el capital político que el pueblo ha ido acumulando en su larga lucha, sea experiencia organizativa, métodos de lucha, doctrina, referencias personales y colectivas.
La Nación como tal está proscripta, productiva, social, cultural y políticamente. Tenemos que recuperarla de esa proscripción para lo cual lo primero es comprender la profundidad de este concepto. Si logramos esto comprenderemos que los valores políticos que se imponen desde el régimen y en los que muchos compañeros suelen naufragar, no son otra cosa que armas de enajenación. Así cuando se imposta el discurso para “quedar bien” probablemente se esté cayendo en la complicidad.
Ni la Revolución del Parque, ni el 17 de octubre estuvieron protagonizados por sectores “integrados”, sino justamente lo que les dá carácter revolucionario es el hecho de haber metido de prepo a los sectores políticos y sociales proscriptos. Si estos sectores no están expresados con fuerza en la plataforma política e incluso en el perfil del Frente Nacional, entonces éste carecerá de proyección.
Para ser capaz de provocar el hecho revolucionario el Frente Nacional debe ser capaz de contener la amplia gama de sectores que anhelan una Patria justa y digna. Fundamentalmente no debe tratarse de una variante más folklórica del abanico político habitual, sino que tiene que –necesariamente- expresar la vocación de enfrentamiento con el Imperio y defensa de la soberanía; y debe mostrar claramente que esa defensa recae principalmente en las masas organizadas. Debe mostrar que viene a desterrar la política de aparatos para fundar la política de masas. Eso es el comienzo del hecho revolucionario que la Argentina espera.
Fernando Esteche
Lic. Ciencias de la Comunicación
Dirección Política MPR Quebracho
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