La falta de respuestas al pedido de
recomposición salarial empujó a los trabajadores del subte a realizar un paro
histórico, pasando diez días adentro de los túneles reclamando por lo que les
corresponde.
Sin embargo el conflicto fue desvirtuado por la
conducción del nuevo sindicato, encabezado por Beto Pianelli y Néstor Segovia,
quienes en vez de llevar a fondo la pelea, terminaron poniéndose a disposición
de Cristina, que utilizó la huelga para criticar a Macri por no hacerse cargo del
servicio.
La presidenta no actuó así por una mera especulación
electoral, sino porque la crisis le vació las cajas que sostenían el modelo y ahora
necesita que otros se hagan cargo de los “muertos” que dejó en el camino, como en
este caso el pago de los subsidios para el subte.
Pianelli y Segovia jugaron el mismo papel que
Baradel -el dirigente de los docentes bonaerenses- cuando este se puso al
frente de las huelgas contra Scioli contra el desdoblamiento del aguinaldo. Los
metrodelegados oficialistas y el capo del Suteba oficiaron de auxiliares del
kirchnerismo, que pretende descargar el costo político del ajuste en los
hombros de Macri y de Scioli, para ocultar su responsabilidad.
Tal es así que cuando Cristina consideró que
el paro ya había cumplido con esta finalidad, obligó a los metrodelegados a
levantar la medida, haciéndoles firmar una acta vergonzoza, que no dice nada
del principal reclamo que motivó los diez días de lucha: el pedido de aumento
salarial.
El acto tampoco se refiere a las inversiones que
se necesitan para garantizar la seguridad de los pasajeros y empleados, ya que
el servicio es pésimo, caro y deficitario. Sobran motivos para terminar con
esta concesión –en manos del grupo Roggio– que ganó fortunas durante 20 años,
cobrando los millonarios subsidios que le entregó el estado.
Si Cristina quisiera resolver el problema,
debería haber rescindido el contrato, reestatizado la empresa y embargado los
bienes de los Roggio. Pero su intención no fue perseguir a empresarios y
funcionarios corruptos, ya que de hacerlo se habría salpicado ella misma debido
a los fuertes lazos que la unen con estos sectores patronales.
Desde 2005 al 2011 el kirchnerismo les
garantizó –solamente en concepto de subsidios para el transporte– la friolera
de 62.300 millones de pesos. Son estas relaciones las que hicieron que Cristina
y Roggio se plantaran en una misma vereda, desde la cual le reclamaron a Macri
que se haga cargo de seguir pagando estos gravámenes.
Los dirigentes del nuevo sindicato del subte,
en vez de plantear una política independiente de la patronal y de los
gobiernos, poniéndose a la cabeza de la pelea reivindicativa, se ubicaron a los
pies de Cristina y de Roggio.
De esa manera, en vez de llamar a los usuarios
y sectores combativos a conformar un frente único por el aumento salarial y la
reestatización bajo control de los trabajadores, Pianelli y Segovia terminaron
transformándose en voceros del oficialismo.
Después de diez días de paro y con todas las
posibilidades de redoblar la apuesta y ganar, levantaron para firmar un acta
que no resuelve ninguno de los problemas planteados durante los días de huelga.
Beto Pianelli y Néstor Segovia dieron un paso de calidad en el sentido opuesto
a la tradición antiburocrática y antipatronal de los trabajadores y
trabajadoras de Metrovías.
Lamentablemente los delegados y activistas de
los sectores de izquierda –como el PTS y el PO– no contrapusieron, pública y
notoriamente, una política diferente, más que en la propaganda. Obviamente que
este tipo de peleas no resulta fácil, ya que los dirigentes del sindicato cuentan
con un gran apoyo y un enorme prestigio ganado en las luchas anteriores.
No obstante, quien no se plante –dura y públicamente
en contra de los métodos y la política de Pianelli y Segovia– será responsable
de facilitarles el camino hacia la total kirchnerización del gremio.
Las condiciones para plantear esta disputa son
excepcionales, ya que las bases cuentan con una gran combatividad, como quedó
demostrado en la última huelga. La situación es explosiva y hay motivos para
que vuelvan a estallar nuevos conflictos en las narices de Macri, Cristina,
Roggio y de los propios metrodelegados, ya sean por aumento o por alguna medida
de ajuste de la patronal.
Tampoco descartemos que, producto de la
desinversión de décadas, se produzca una nueva tragedia que vuele por los aires
este juego de chicanas estudiantiles que pone en riesgo a diario la vida de
millones de usuarios y trabajadores.
FUENTE: CONVERGENCIA OBRERA
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