Los milicos se llevaron lo mejor que teníamos, no hay duda.
El plan fue perfecto. Tan perfecto que hoy a décadas de terminado el “Proceso”, no podemos recuperarnos de tanta ausencia que nos dejaron y cada paso que hoy intentamos dar para avanzar nos cuesta tanto.
Presencié algunas audiencias por el juicio a los represores de Campo de Mayo, aunque menos de las que hubiese deseado.
Es duro comprobar cuánto dolor, cuanta muerte planificada de manera perfecta. Duele -aunque por supuesto no lo desconocía- de solo volver a escucharlo.
Pero cada testimonio era, además de dolor, una lección de militancia, de honestidad, de dignidad, de vidas que daban vida soñando una sociedad mejor.
Y uno entiende –poco, pero trata- el por qué de semejante genocidio: había que parar de algún modo la posibilidad cierta de cambiar este modelo de sociedad.
Se estima que pasaron por Campo de Mayo alrededor de 5000 compañeros. Estudiantes, profesionales, obreros anti burocráticos, del combativo gremio ceramista de zona Norte, los mecánicos de la alemana Mercedes Benz que enfrentaban al burócrata, cómplice y entregador José Rodríguez Sec.Gral. de SMATA.
Funcionó dentro mismo de Campo de Mayo una maternidad, equipada por Mercedes Benz, para hacer parir allí a las compañeras embarazadas y así poder vender luego sus bebes.
Tengo el deseo profundo que cada uno de los tipos –civil o militar- que colaboró con la dictadura pague cada cosa, pequeña o grande que haya hecho.
Quisiera ver entre rejas al hijo de puta que levantó a los compañeros, al que torturó, al médico que lo asistió en el “mientras tanto”, a la enfermera que ayudó en los partos y por supuesto a los responsables del plan económico que se instaló, a los empresarios que lo engendraron y se enriquecieron con él y hoy en día aún lo disfrutan.
Pero si algo me queda claro es que a los compañeros de entonces nada les regalaron, lograban organizarse, soñaban y le ponían huevos a la vida.
Por qué hoy nos regalarían la justicia que merecemos?
El sistema capitalista no ha cambiado, sigue siendo el mismo de entonces, los valores son los mismos.
La sentencia de ayer
Juzgados aún pocos genocidas lamentablemente solo por algunos casos, recibieron ayer su condena a ser cumplida en cárcel común.
A pesar de no alcanzar, lo vivimos los allí presentes como una alegría, una enorme alegría.
Y no es que de pronto me haya vuelto “oficialista”, para nada, en absoluto.
Justamente pensé una vez más, que ni siquiera esa alegría nos han regalado. No.
Ayer me sentí una más entre esos militantes; identificada con los rostros de las fotos allí presentes, con sus familiares, con sus hijos; me sentí representada en esos compañeros valientes que declararon a pesar del miedo que sentían.
No, no nos regalan nada, siguen sin regalarnos nada.
Estos juicios –escasos, que saben a poco- son a pesar de todo, el resultado de muchos años de lucha, ni más ni menos.
El resultado del laburo de hormiga, sin apoyo alguno y a puro pulmón de abogados-militantes que gastaron zapatos detrás de un dato, de un testimonio, que pudiera servir para incriminar a las bestias.
Hago memoria y me veo y veo a los míos en infinidad de marchas… de denuncias… de pintadas… de siluetas…de amaneceres resistiendo año tras año en una Plaza de Mayo que sentimos nuestra; en el recibimiento de un Año 2000 en esa Plaza brindando por Juicio y Castigo, por Aparición con Vida y redoblando la promesa en la frase “Como a los nazis les va a pasar…”.
Sigo haciendo memoria y me veo embarazada marchando por ellos, los que nos miran desde las fotos; más tarde -arrastrando casi- a una hija pequeña a marchar en círculo y en recto, con pancartas o sin ellas; hago memoria y recuerdo a mi viejo en cada foto, infaltable, marchando casi a la cabecera de Madres y me veo, años más tarde, esparciendo sus cenizas en esa misma Plaza a la que siempre nos imaginamos volviendo.
No, no, nos regalan nada. Al contrario. Esa justicia también nos pertenece, aunque no alcance.
Le pertenece también a Julio López y nos deben aún su valiosa vida.
Me opongo a que se apropien hasta de la alegría que ayer sentimos de solo pensar que, al menos estos genocidas desde anoche, verán interrumpidos sus dulces sueños, con terribles pesadillas que le recordarán el valor de las palabras: “…castigo…justicia… memoria…compañeros…militancia”…
No es fácil reemplazar tanto compañero brillante, entregado, humilde, apasionado y con huevos, muchos huevos, esos…también se los llevaron.
Igual seguiremos intentándolo, aunque a menudo no nos salga del todo bien.
Pero, insisto, no estoy dispuesta a regalarles una alegría –pequeña- que es el resultado de años y que ya nos pertenece.
21/04/10
Mechi.-
El plan fue perfecto. Tan perfecto que hoy a décadas de terminado el “Proceso”, no podemos recuperarnos de tanta ausencia que nos dejaron y cada paso que hoy intentamos dar para avanzar nos cuesta tanto.
Presencié algunas audiencias por el juicio a los represores de Campo de Mayo, aunque menos de las que hubiese deseado.
Es duro comprobar cuánto dolor, cuanta muerte planificada de manera perfecta. Duele -aunque por supuesto no lo desconocía- de solo volver a escucharlo.
Pero cada testimonio era, además de dolor, una lección de militancia, de honestidad, de dignidad, de vidas que daban vida soñando una sociedad mejor.
Y uno entiende –poco, pero trata- el por qué de semejante genocidio: había que parar de algún modo la posibilidad cierta de cambiar este modelo de sociedad.
Se estima que pasaron por Campo de Mayo alrededor de 5000 compañeros. Estudiantes, profesionales, obreros anti burocráticos, del combativo gremio ceramista de zona Norte, los mecánicos de la alemana Mercedes Benz que enfrentaban al burócrata, cómplice y entregador José Rodríguez Sec.Gral. de SMATA.
Funcionó dentro mismo de Campo de Mayo una maternidad, equipada por Mercedes Benz, para hacer parir allí a las compañeras embarazadas y así poder vender luego sus bebes.
Tengo el deseo profundo que cada uno de los tipos –civil o militar- que colaboró con la dictadura pague cada cosa, pequeña o grande que haya hecho.
Quisiera ver entre rejas al hijo de puta que levantó a los compañeros, al que torturó, al médico que lo asistió en el “mientras tanto”, a la enfermera que ayudó en los partos y por supuesto a los responsables del plan económico que se instaló, a los empresarios que lo engendraron y se enriquecieron con él y hoy en día aún lo disfrutan.
Pero si algo me queda claro es que a los compañeros de entonces nada les regalaron, lograban organizarse, soñaban y le ponían huevos a la vida.
Por qué hoy nos regalarían la justicia que merecemos?
El sistema capitalista no ha cambiado, sigue siendo el mismo de entonces, los valores son los mismos.
La sentencia de ayer
Juzgados aún pocos genocidas lamentablemente solo por algunos casos, recibieron ayer su condena a ser cumplida en cárcel común.
A pesar de no alcanzar, lo vivimos los allí presentes como una alegría, una enorme alegría.
Y no es que de pronto me haya vuelto “oficialista”, para nada, en absoluto.
Justamente pensé una vez más, que ni siquiera esa alegría nos han regalado. No.
Ayer me sentí una más entre esos militantes; identificada con los rostros de las fotos allí presentes, con sus familiares, con sus hijos; me sentí representada en esos compañeros valientes que declararon a pesar del miedo que sentían.
No, no nos regalan nada, siguen sin regalarnos nada.
Estos juicios –escasos, que saben a poco- son a pesar de todo, el resultado de muchos años de lucha, ni más ni menos.
El resultado del laburo de hormiga, sin apoyo alguno y a puro pulmón de abogados-militantes que gastaron zapatos detrás de un dato, de un testimonio, que pudiera servir para incriminar a las bestias.
Hago memoria y me veo y veo a los míos en infinidad de marchas… de denuncias… de pintadas… de siluetas…de amaneceres resistiendo año tras año en una Plaza de Mayo que sentimos nuestra; en el recibimiento de un Año 2000 en esa Plaza brindando por Juicio y Castigo, por Aparición con Vida y redoblando la promesa en la frase “Como a los nazis les va a pasar…”.
Sigo haciendo memoria y me veo embarazada marchando por ellos, los que nos miran desde las fotos; más tarde -arrastrando casi- a una hija pequeña a marchar en círculo y en recto, con pancartas o sin ellas; hago memoria y recuerdo a mi viejo en cada foto, infaltable, marchando casi a la cabecera de Madres y me veo, años más tarde, esparciendo sus cenizas en esa misma Plaza a la que siempre nos imaginamos volviendo.
No, no, nos regalan nada. Al contrario. Esa justicia también nos pertenece, aunque no alcance.
Le pertenece también a Julio López y nos deben aún su valiosa vida.
Me opongo a que se apropien hasta de la alegría que ayer sentimos de solo pensar que, al menos estos genocidas desde anoche, verán interrumpidos sus dulces sueños, con terribles pesadillas que le recordarán el valor de las palabras: “…castigo…justicia… memoria…compañeros…militancia”…
No es fácil reemplazar tanto compañero brillante, entregado, humilde, apasionado y con huevos, muchos huevos, esos…también se los llevaron.
Igual seguiremos intentándolo, aunque a menudo no nos salga del todo bien.
Pero, insisto, no estoy dispuesta a regalarles una alegría –pequeña- que es el resultado de años y que ya nos pertenece.
21/04/10
Mechi.-
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