No tenemos la menor duda de que la mayor parte (pero de ningún modo todos) de los periodistas de Clarín escrachados por afiches anónimos no tienen la condición de tales, porque son voceros incondicionales de la patronal que los alquila. Varios de ellos ocupan cargos gerenciales que los convierten en intelectuales orgánicos de la patronal. La falta de independencia de estos periodistas puede ser comprobada con toda facilidad por la adaptación constante de sus dichos a la política del medio en cuestión. En su condición de gerentes de Clarín, han sido responsables del despido de numerosos periodistas, que sí tenían, no ya una opinión independiente, sino simplemente una propia. Pero un periodista que despide a periodistas ha quedado privado de su condición de periodista. A diferencia del tra! bajador manual, el periodista alquila a la patronal su fuerza de trabajo intelectual, o dicho de otro modo, que el capitalismo le ha puesto precio a su conciencia. El trabajador de prensa debe tomar conciencia de esta situación y luchar en forma sistemática contra la dependencia ideológica de la patronal, mediante la organización sindical y política socialista.
El escrache anónimo de los K pone en evidencia su propia hipocresía, en primer lugar porque el periodismo oficial, como se manifiesta en los medios que controla, es un equivalente perfecto o incluso peor que el de Clarín. ¿Quién se encargará de escrachar a los que amoldan sus opiniones bajo el estímulo de la prebenda estatal? La libertad de prensa solamente es posible sustrayendo a los medios de la explotación capitalista, privada o estatal, y el otorgamiento de su gestión a los trabajadores manuales e intelectuales. El escrache oficialista ignora este planteo, lo cual lo convierte en un método de intimidación que, en definitiva, amenaza las libertades en todos los planos. Cuando el escrache y el patoterismo es organizado desde el Estado, reúne las características del fascismo. Esta metodolog&i! acute;a pone al desnudo la verdadera vocación de la ley de medios de los K: el control de la prensa por parte del Estado y de los capitalistas con los que hace negocios privilegiados – en primer lugar, los monopolios de las telecomunicaciones.
La realización de ‘juicios éticos’ sería una brillante iniciativa si tuviera por objetivo la lucha contra el monopolio capitalista, privado y estatal, de los medios y si no estuviera financiado por la caja kirchnerista – los fondos públicos, el aparato de coacción del Estado. Los medios que controlan los cruzados de la ética son la antítesis de la libertad de opinión – más allá de los negociados en que intervienen sus protagonistas de la mano del matrimonio presidencial. La provincia de Santa Cruz es el modelo mismo de la mordaza mediática y del patoterismo. El ‘juicio ético’, bajo la protección del Estado, es igualmente una metodología intimidatoria y fascistizante. Los principales capitostes K, como Rossi o Scioli, tuvieron que salir con una demarcación vergonzante.
No podemos, de ningún modo, oponer al escrache K nuestra solidaridad con la línea gerencial señalada por los afiches, pero sí con los periodistas de Clarín que luchan cotidianamente por la defensa de su conciencia y el desarrollo de sus intelectos.
Comité de Redacción de Prensa Obrera
El escrache anónimo de los K pone en evidencia su propia hipocresía, en primer lugar porque el periodismo oficial, como se manifiesta en los medios que controla, es un equivalente perfecto o incluso peor que el de Clarín. ¿Quién se encargará de escrachar a los que amoldan sus opiniones bajo el estímulo de la prebenda estatal? La libertad de prensa solamente es posible sustrayendo a los medios de la explotación capitalista, privada o estatal, y el otorgamiento de su gestión a los trabajadores manuales e intelectuales. El escrache oficialista ignora este planteo, lo cual lo convierte en un método de intimidación que, en definitiva, amenaza las libertades en todos los planos. Cuando el escrache y el patoterismo es organizado desde el Estado, reúne las características del fascismo. Esta metodolog&i! acute;a pone al desnudo la verdadera vocación de la ley de medios de los K: el control de la prensa por parte del Estado y de los capitalistas con los que hace negocios privilegiados – en primer lugar, los monopolios de las telecomunicaciones.
La realización de ‘juicios éticos’ sería una brillante iniciativa si tuviera por objetivo la lucha contra el monopolio capitalista, privado y estatal, de los medios y si no estuviera financiado por la caja kirchnerista – los fondos públicos, el aparato de coacción del Estado. Los medios que controlan los cruzados de la ética son la antítesis de la libertad de opinión – más allá de los negociados en que intervienen sus protagonistas de la mano del matrimonio presidencial. La provincia de Santa Cruz es el modelo mismo de la mordaza mediática y del patoterismo. El ‘juicio ético’, bajo la protección del Estado, es igualmente una metodología intimidatoria y fascistizante. Los principales capitostes K, como Rossi o Scioli, tuvieron que salir con una demarcación vergonzante.
No podemos, de ningún modo, oponer al escrache K nuestra solidaridad con la línea gerencial señalada por los afiches, pero sí con los periodistas de Clarín que luchan cotidianamente por la defensa de su conciencia y el desarrollo de sus intelectos.
Comité de Redacción de Prensa Obrera
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