REPENSAR EL GENOCIDIO PARA REMONTAR LA UTOPÍA
El golpe de 1976 no fue un cuartelazo más
Fue el rediseño estructural del país que aún padecemos. Su contexto fue aquel mundo bipolar pactado en Yalta durante la segunda posguerra mundial, con un occidente bajo la influencia norteamericana y un oriente bajo la soviética, y - si se pudiera decir “en medio” - un sinnúmero de países no alineados de Asia, África, y América Latina en lucha por su emancipación, constituyendo el llamado Tercer Mundo. Por entonces estaba muy lejos de cumplirse el vaticinio del comunicólogo canadiense Marshall Mc Luhan acerca de la “Aldea Global”, fenómeno que gracias a las nuevas tecnologías ha transformado al planeta en un barrio. La larga marcha del pueblo argentino emprendida por los malones originarios, la montonera federal, la chusma irigoyenista, el movimiento libertario, y los descamisados de Perón y Evita generó hacia mediados de los años 40 una inédita experiencia de empoderamiento de los sectores populares que, con sus aciertos y limitaciones, desafió a los dueños del poder, quienes hicieron sentir su escarmiento hacia 1955. Los casi 18 años posteriores de resistencia por todos los medios hacia 1973 consiguieron arrancar un breve lapso democrático, abortado en 1976 a causa de la radicalización de la lucha sindical y la creciente demanda de participación en el reparto del PBI por parte de la clase trabajadora. Como si nuestro pueblo hubiera ahorrado durante casi dos décadas un capital de experiencia dentro de una alcancía que el gobierno de facto vino a destruir, descapitalizándonos de experiencia en materia de lucha (repliegue del pensamiento estratégico, erosión del sentido de solidaridad, puntualidad en las reuniones, registro de actas, acordonamiento de columnas) Hubo que desaparecer a cerca de 30.000 personas para hacer desaparecer luego el plato de comida de la mesa de tod@s l@s argentin@s. La democracia condicionada que sobrevino en 1983 inauguró un período tácitamente acordado entre la clase política y los genocidas en retirada, status sólo cuestionado a fondo durante el Argentinazo de 2001.
No hubo "cómplices" sino gestores civiles
Más significativa que la fecha del 24 de marzo debería ser la del 2 de abril de 1976, toda vez que en dicha oportunidad anunció el Ministro José Alfredo Martínez de Hoz - nieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina - su programa de reestructuración de la economía, regido por un lema que adquiere dramática resonancia en los días que corren: "Achicar el Estado es agrandar la Nación". Los grupos económicos beneficiarios de dicho planteo fueron los verdaderos ideólogos del desmantelamiento del Estado de Bienestar en nuestro país, plan que necesariamente demandaba aniquilar la conciencia crítica de l@s argentinos en los campos de exterminio montados por las FFAA. De modo tal que estos últimos fueron los cómplices uniformados de aquellos potentados que concibieron el golpe. Y no a la inversa, como aún piensan algunos organismos de DDHH.
Del genocidio represivo al genocidio socioambiental
Ya no se trata sólo de que una clase social prevalezca sobre la otra, sino de tomar conciencia de que la humanidad, esclava del paradigma desarrollista del progreso ilimitado, peligra en su totalidad, como lo diagnostican numerosos científicos que vaticinan que a este tren de explotación de nuestros recursos naturales el planeta no duraría más de dos siglos. La latitud geopolítica que ocupamos remite a uno de los más codiciables reservorios de riqueza alimentaria de un mundo severamente hambreado. Como ocurre en estas horas con la Venezuela bolivariana en pos del petróleo, el poder imperial vendrá sin piedad por nuestras riquezas. Los grandes movimientos nacionales del Siglo XX han cumplido su ciclo ofreciendo lo mejor de sí, el compromiso perentorio de una nueva alternativa popular consiste en ajustar su diagnóstico de la crisis civilizatoria, estudiar el nuevo perfil del colonialismo (que tanto viene comprometiendo nuestra soberanía alimentaria, sobre todo a partir de los negocios con China), definir a la nueva oligarquía volcada a los agronegocios y el extractivismo, estudiar al nuevo sujeto social del cambio que - superada la era metalmecánica e imperando la telemática - seguramente ya no será exclusivamente la clase obrera industrial que protagonizara las transformaciones del pasado, y - obviamente - poner en debate las viejas ideas sobre la toma del poder.
Al conmemorar otro Día Nacional de la Memoria, en el especial contexto de que visite nuestro país el presidente de la Nación que apoyó categórica y explícitamente a los genocidas de ayer como hoy apoya a sus sirvientes de la coalición gobernante, lo más alentador quizá sea advertir que a pesar de la lección más terrorífica de las clases dominantes, los argentinos estamos lejos de transformarnos en un rebaño de ovejitas. Y no nos consideramos "víctimas del sistema", sino que aspiramos a ser sus victimarios.-
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