- Publicado: 22 Noviembre 2019
Por Alfredo Grande
(APe).- El modo de producción capitalista, matriz de lo que denomino cultura represora, está sostenido desde la constante del delito planificado. Cuando decimos que el Estado es responsable, afirmamos que es responsable de sostener la impunidad de múltiples delitos. Los funcionarios deberían jurar sobre el código penal, ya que la mayoría de las acciones de un gobierno son delitos.
Si nadie hace la plata trabajando, como sentenciara nuestro filósofo de la entrega, entonces el que hace plata es porque logra que trabajen para él. Y entonces el Estado, incluso el autodenominado de derecho, es un ente recaudador que logra hacer plata con el trabajo de los demás. Todos roban para la corona, el tema es cuánto.
En el neoliberalismo, o sea, en el capitalismo financiero, el robo llega con el ropaje de las tasas bancarias, los tarifazos, la dolarización de la economía y delitos conexos. La socialdemocracia, en sus diferentes acepciones, enfrenta al neoliberalismo y simultáneamente, marca registrada de la paradoja, sostiene formas humanizadas de capitalismo. Pero el capital tiene cara de hereje. Porque para lograr el club de los ricos, tiene que haber varios clubes de pobres, y muchos más clubes de marginados. La opulencia de los banquetes se sostiene en la planificación sistemática del hambre. Eso que algunos llaman inflación.
Entonces, el hambre no es el problema, el hambre es la solución. Mantener dentro del corral de las necesidades básicas insatisfechas al 40 % de los niñas y las niñas una suficiente cantidad de años, logra disciplinar para siempre todo vuelo de libertad y todo vuelo de placer y alegría. El hambre corta las alas y sólo permite arrastrarse por la tierra.
La injusta distribución de la riqueza sumada a la más injusta acumulación de la riqueza, logra revertir la multiplicación de los panes y los peces hacia una funesta división donde pocos gozarán de muchos panes y peces y demasiados sufrirán por nunca jamás poder alcanzarlos. Son los niños y niñas sin niñez.
Con palabras de Laura Taffetani: “Sólo requiere del coraje para afrontarla y así, la esperanza dejará de ser un refugio ilusorio para seguir consolidando lo que está y hacer despertar un futuro que inevitablemente vendrá”. Ese refugio ilusorio es lo que denomino el alucinatorio político social.
Que sea convocado un comité de notables para enfrentar lo que llaman el problema del hambre tiene un peligro enorme: puede funcionar bien. Porque la fábrica de parches nunca se acaba y dicen que todas las escoban nuevas barren bien. Pero el maldito asistencialismo, las políticas distribucionistas de las sobras de todos los banquetes, son un poco de comida para hoy, pero no impedirán el hambre de mañana. El más importante default es el alimentario. Y no hay soberanía alimentaria con hambre. Ni con glifosato. Ni con megaminería.
Insisto: el hambre es un crimen porque es Solución de Estado. Constante de ajuste. Recuerdo cuando se inventó la supersopa. Quizá algún delirante esté pensando en la dieta del hombre araña. Todo este parcherío miserable pasará. Como pasaron otros. Con penas y sin gloria.
Ahora estamos en la etapa del parche sobre el parche. Una vez en una gomería, el trabajador del neumático me dijo: “usted quiere emparchar el parche. Pero lo que tiene que hacer es cambiar la cubierta”. Una verdad sirve para todo, como la maicena.
El Consejo Federal contra el Hambre es el parche del parche del parche. Hay que convocar a los únicos que saben cambiar la cubierta. La niña, el niño, son sujetos de derecho. Lamentablemente, la política de derechos humanos también tiene el destino de parche. Pero la niña, el niño, son sujetos políticos. Y de una política libertaria, rebelde, revolucionaria. No por haber leído a los teóricos del marxismo, sino por haber sufrido a los teóricos del capitalismo.
Entonces hay que crear muchos Consejos Federales donde sus principales integrantes sean niñas y niños. Y escucharlos. Y aprender de ellos. A lo mejor quieren abrazarnos, a lo mejor no. Porque es casi imposible entregar algo, cuando se les ha robado casi todo. Ellos tienen la ternura, solamente tenemos que colaborar para que puedan ser vencedores. Colaborar, acompañar, contener, comprender. Pero el presente es de niñas y niños.
Los adultos de hoy hemos hecho trizas nuestro pasado. Tratemos de no destruir el futuro. El hambre es un crimen. Y el más impune de todos los crímenes de la cultura represora. También hay que ocuparse de esa impunidad, una de las más miserables. Un solo crimen contra la humanidad impune y el estado de derecho será puro desecho.
El hambre es la cosecha letal de los criminales de la paz democrática. Y a esos criminales donde se escondan también los iremos a buscar.
Edición: 3988