Otra vez los argentinos nos encontramos ante un escenario de crisis que nos aborda desde los medios de comunicación sin que podamos terminar de comprender qué es aquello que en forma intempestiva se descarga como una tormenta impensada apenas comenzado el año.
De pronto, aquello que había sido presentado como un tema superado, como un problema que había entrado en el camino de un tratamiento apacible, se torna en el nudo de un enfrentamiento en el que los discursos altisonantes de sus actores son la máscara que nos intenta confundir una vez más.
El pago de la DEUDA EXTERNA (aunque no sus consecuencias de agobio sobre los trabajadores) ha vuelto a trepar a los titulares de los diarios y aparece como el tema excluyente de todos los medios de comunicación.
Después de años de discursos gubernamentales del Kirchnerismo sobre los beneficios de pagar puntualmente (¡y hasta por adelantado!) los servicios de la deuda, después de anunciar rimbombantes estrategias de “desendeudamiento”, la increíble sangría de recursos que los argentinos enviamos al exterior desde hace más de treinta años pareciera no agotar nunca la voracidad de los centros financieros internacionales y retorna bajo la forma de discusión del “cómo” esos pagos deben ser realizados.
Lo que nadie dice, lo que nadie plantea con claridad, lo que nadie se anima a poner en discusión es que, ya fuera a través de las Reservas de Libre Disponibilidad del Banco Central como plantea el gobierno nacional, ya fuera a través del presupuesto o de nuevas políticas de endeudamiento, como propone la oposición parlamentaria, los que pagamos la Deuda Externa somos los trabajadores de este país con el resultado de nuestro trabajo cotidiano. No es sino de los bolsillos de los hombres y mujeres comunes de donde surgen los recursos que los gobiernos han entregado servilmente a los centros del poder financiero mundial.
En este sentido queremos ser claros: la DEUDA EXTERNA es ilegítima e ilegal; en su fase actual, fue inicialmente contraída por una dictadura que tomó el poder por la fuerza con la anuencia del imperialismo que hoy reclama la devolución de unos fondos que nunca llegaron a quienes deberían haber sido sus legítimos destinatarios, es decir, la totalidad del pueblo argentino. Como consecuencia de ello, no debe ni puede ser pagada. Más de tres décadas de sufrimientos y privaciones de millones de argentinos como consecuencia del cumplimiento de los compromisos externos no deben ser prolongadas ni un minuto más, esos recursos deben permanecer en las manos de sus legítimos propietarios; los trabajadores.
Así y todo, debemos dar una respuesta a esta nueva puesta en escena de aquellos, que de una forma u otra, terminan resultando socios en la estrategia de seguir pagando y pagando, sin que surja de ninguno de ellos alguna propuesta de cómo librar a los argentinos de esta condena a la que nos sometieron quienes endeudaron irresponsable y conscientemente al país durante los años de la dictadura.
La maniobra del gobierno tiene por objetivo el pagar parte de esa deuda, unos 6500 millones de dólares, con lo que consideran “ahorro excedente” concentrado en las reservas para evitar tener que afectar dineros destinados al gasto público distribuido en el presupuesto (lo que significaría reducir otros gastos más cercanos a lo social) o verse obligados a recurrir a nuevos endeudamientos con el exterior, sometiéndose a los dictados del Fondo Monetario. Demás esta señalar que este ahorro tiene poco de “excedente” en un país en el que la deuda social interna materializada en pobreza e indigencia asciende a valores astronómicos, y que esos recursos bien podrían tender a solucionar urgentes problemas en materia de vivienda, salud o educación. Esto es cierto. Toda la sensibilidad social del gobierno se detiene bruscamente cuando decide atender los reclamos de los centros financieros internacionales.
Gritos desaforados en la derecha parlamentaria
Ante esta propuesta, los inefables representantes de la derecha más recalcitrante de la Argentina han puesto el grito en el cielo, denunciando la intromisión en el carácter casi “sagrado” de las reservas y la autarquía inconmovible del Banco Central,
autoadjudicándose el rol de defensores de los ahorros del pueblo argentino que al gobierno pretendería enajenar para pagar irresponsablemente la deuda externa. Pareciera que asistimos a una representación del mundo al revés. Quienes fueron cómplices de los que nos endeudaron y nos transfirieron sus deudas, quienes permanentemente se asumieron en tutores de los intereses del capital, quienes jamás levantaron la voz en defensa de los oprimidos, hoy se alzan para protegernos de la vocación de pago del gobierno nacional.
No debemos caer en el engaño. Lo que buscan Redrado, Cobos, Morales, Carrió y compañía, es que la deuda sea pagada con los escasos recursos que el Estado posee para el gasto social o recurriendo nuevamente al salvavidas de plomo que representan los centros financieros internacionales. No hay en su discurso nada que pueda interpretarse como una defensa del bolsillo de los trabajadores argentinos. Apelan a argumentos propios del neoliberalismo como la autarquía de los bancos centrales heredera del Consenso de Washington que pretende evitar el manejo soberano de fondos que pertenecen al pueblo. Quieren pagar, pero de la manera más dolorosa para los que menos tienen. Constituyen el ala más dura e insensible del capitalismo depredador. No les podemos ni debemos creer una palabra.
Por otra parte es importante destacar que los neoconservadores criollos son la punta de lanza del imperialismo norteamericano, que busca acorralar a los actuales locatarios de la Casa Rosada e imponerles mayor sumisión a los dictados de Washington. La crisis capitalista mundial y los reveses políticos que EEUU está cosechando en el mundo conducen al gobierno de Obama a buscar acabar con las veleidades autonomistas de los países que consideran sus cuasi colonias. Por eso este sainete también debe ser analizado en el contexto de la ofensiva norteamericana sobre América Latina.
A la contundencia de la avanzada de los neoconservadores autóctonos, se suma a la torpeza del gobierno en el manejo del problema. La intervención de la Justicia más preocupada por las formas que por el fondo de la cuestión colabora en la confusión en la que ha caído más de un sector del progresismo que, en su crítica dirigida exclusivamente hacia el gobierno, termina por resultar tan funcional a los intereses del capital internacional como las actitudes del gobierno y de la derecha más reaccionaria. No apoyamos al gobierno en su vocación del pago de una deuda ilegítima, pero jamás nos encontrarán del lado de aquellos que históricamente han perjudicado a los que menos tienen y que otra vez nos intentan confundir. Más allá de los discursos sobreactuados del gobierno cuando nos hablaba de su supuesto éxito en las políticas de desendeudamiento (que hoy no es más que un eufemismo por el pago liso y llano), la deuda externa retorna una y otra vez como una pesada carga que el imperialismo deposita sobre los hombros de la clase trabajadora.
La respuesta de los trabajadores y el pueblo
No es cierto que el pago de la deuda resulte inevitable. Existen alternativas, y algunas de ellas comienzan a materializarse como en el Ecuador de Correa, quien está investigando los orígenes y la legitimidad del endeudamiento.
Los trabajadores debemos tomar en nuestras manos el problema y comenzar a articular una alianza amplia que pugne por la suspensión de los pagos de una deuda que nunca contrajimos, una alianza que no sólo contenga a los trabajadores de nuestro país, sino que se constituya en el puntapié inicial de un clamor que atraviese a los países endeudados de Latinoamérica. La deuda nos afecta a todos los trabajadores por igual, con prescindencia de nuestras nacionalidades; sólo una vocación colectiva que reúna la voluntad antiimperialista latinoamericana, tendrá la fuerza suficiente para enfrentar de una vez por todas a quienes desde los centros financieros internacionales pretenden prolongar los sufrimientos de los trabajadores a través de una deuda ilegítima, ilegal, impagable y corrupta.
De pronto, aquello que había sido presentado como un tema superado, como un problema que había entrado en el camino de un tratamiento apacible, se torna en el nudo de un enfrentamiento en el que los discursos altisonantes de sus actores son la máscara que nos intenta confundir una vez más.
El pago de la DEUDA EXTERNA (aunque no sus consecuencias de agobio sobre los trabajadores) ha vuelto a trepar a los titulares de los diarios y aparece como el tema excluyente de todos los medios de comunicación.
Después de años de discursos gubernamentales del Kirchnerismo sobre los beneficios de pagar puntualmente (¡y hasta por adelantado!) los servicios de la deuda, después de anunciar rimbombantes estrategias de “desendeudamiento”, la increíble sangría de recursos que los argentinos enviamos al exterior desde hace más de treinta años pareciera no agotar nunca la voracidad de los centros financieros internacionales y retorna bajo la forma de discusión del “cómo” esos pagos deben ser realizados.
Lo que nadie dice, lo que nadie plantea con claridad, lo que nadie se anima a poner en discusión es que, ya fuera a través de las Reservas de Libre Disponibilidad del Banco Central como plantea el gobierno nacional, ya fuera a través del presupuesto o de nuevas políticas de endeudamiento, como propone la oposición parlamentaria, los que pagamos la Deuda Externa somos los trabajadores de este país con el resultado de nuestro trabajo cotidiano. No es sino de los bolsillos de los hombres y mujeres comunes de donde surgen los recursos que los gobiernos han entregado servilmente a los centros del poder financiero mundial.
En este sentido queremos ser claros: la DEUDA EXTERNA es ilegítima e ilegal; en su fase actual, fue inicialmente contraída por una dictadura que tomó el poder por la fuerza con la anuencia del imperialismo que hoy reclama la devolución de unos fondos que nunca llegaron a quienes deberían haber sido sus legítimos destinatarios, es decir, la totalidad del pueblo argentino. Como consecuencia de ello, no debe ni puede ser pagada. Más de tres décadas de sufrimientos y privaciones de millones de argentinos como consecuencia del cumplimiento de los compromisos externos no deben ser prolongadas ni un minuto más, esos recursos deben permanecer en las manos de sus legítimos propietarios; los trabajadores.
Así y todo, debemos dar una respuesta a esta nueva puesta en escena de aquellos, que de una forma u otra, terminan resultando socios en la estrategia de seguir pagando y pagando, sin que surja de ninguno de ellos alguna propuesta de cómo librar a los argentinos de esta condena a la que nos sometieron quienes endeudaron irresponsable y conscientemente al país durante los años de la dictadura.
La maniobra del gobierno tiene por objetivo el pagar parte de esa deuda, unos 6500 millones de dólares, con lo que consideran “ahorro excedente” concentrado en las reservas para evitar tener que afectar dineros destinados al gasto público distribuido en el presupuesto (lo que significaría reducir otros gastos más cercanos a lo social) o verse obligados a recurrir a nuevos endeudamientos con el exterior, sometiéndose a los dictados del Fondo Monetario. Demás esta señalar que este ahorro tiene poco de “excedente” en un país en el que la deuda social interna materializada en pobreza e indigencia asciende a valores astronómicos, y que esos recursos bien podrían tender a solucionar urgentes problemas en materia de vivienda, salud o educación. Esto es cierto. Toda la sensibilidad social del gobierno se detiene bruscamente cuando decide atender los reclamos de los centros financieros internacionales.
Gritos desaforados en la derecha parlamentaria
Ante esta propuesta, los inefables representantes de la derecha más recalcitrante de la Argentina han puesto el grito en el cielo, denunciando la intromisión en el carácter casi “sagrado” de las reservas y la autarquía inconmovible del Banco Central,
autoadjudicándose el rol de defensores de los ahorros del pueblo argentino que al gobierno pretendería enajenar para pagar irresponsablemente la deuda externa. Pareciera que asistimos a una representación del mundo al revés. Quienes fueron cómplices de los que nos endeudaron y nos transfirieron sus deudas, quienes permanentemente se asumieron en tutores de los intereses del capital, quienes jamás levantaron la voz en defensa de los oprimidos, hoy se alzan para protegernos de la vocación de pago del gobierno nacional.
No debemos caer en el engaño. Lo que buscan Redrado, Cobos, Morales, Carrió y compañía, es que la deuda sea pagada con los escasos recursos que el Estado posee para el gasto social o recurriendo nuevamente al salvavidas de plomo que representan los centros financieros internacionales. No hay en su discurso nada que pueda interpretarse como una defensa del bolsillo de los trabajadores argentinos. Apelan a argumentos propios del neoliberalismo como la autarquía de los bancos centrales heredera del Consenso de Washington que pretende evitar el manejo soberano de fondos que pertenecen al pueblo. Quieren pagar, pero de la manera más dolorosa para los que menos tienen. Constituyen el ala más dura e insensible del capitalismo depredador. No les podemos ni debemos creer una palabra.
Por otra parte es importante destacar que los neoconservadores criollos son la punta de lanza del imperialismo norteamericano, que busca acorralar a los actuales locatarios de la Casa Rosada e imponerles mayor sumisión a los dictados de Washington. La crisis capitalista mundial y los reveses políticos que EEUU está cosechando en el mundo conducen al gobierno de Obama a buscar acabar con las veleidades autonomistas de los países que consideran sus cuasi colonias. Por eso este sainete también debe ser analizado en el contexto de la ofensiva norteamericana sobre América Latina.
A la contundencia de la avanzada de los neoconservadores autóctonos, se suma a la torpeza del gobierno en el manejo del problema. La intervención de la Justicia más preocupada por las formas que por el fondo de la cuestión colabora en la confusión en la que ha caído más de un sector del progresismo que, en su crítica dirigida exclusivamente hacia el gobierno, termina por resultar tan funcional a los intereses del capital internacional como las actitudes del gobierno y de la derecha más reaccionaria. No apoyamos al gobierno en su vocación del pago de una deuda ilegítima, pero jamás nos encontrarán del lado de aquellos que históricamente han perjudicado a los que menos tienen y que otra vez nos intentan confundir. Más allá de los discursos sobreactuados del gobierno cuando nos hablaba de su supuesto éxito en las políticas de desendeudamiento (que hoy no es más que un eufemismo por el pago liso y llano), la deuda externa retorna una y otra vez como una pesada carga que el imperialismo deposita sobre los hombros de la clase trabajadora.
La respuesta de los trabajadores y el pueblo
No es cierto que el pago de la deuda resulte inevitable. Existen alternativas, y algunas de ellas comienzan a materializarse como en el Ecuador de Correa, quien está investigando los orígenes y la legitimidad del endeudamiento.
Los trabajadores debemos tomar en nuestras manos el problema y comenzar a articular una alianza amplia que pugne por la suspensión de los pagos de una deuda que nunca contrajimos, una alianza que no sólo contenga a los trabajadores de nuestro país, sino que se constituya en el puntapié inicial de un clamor que atraviese a los países endeudados de Latinoamérica. La deuda nos afecta a todos los trabajadores por igual, con prescindencia de nuestras nacionalidades; sólo una vocación colectiva que reúna la voluntad antiimperialista latinoamericana, tendrá la fuerza suficiente para enfrentar de una vez por todas a quienes desde los centros financieros internacionales pretenden prolongar los sufrimientos de los trabajadores a través de una deuda ilegítima, ilegal, impagable y corrupta.
Proyecto de Unificación Marxista (PUMA-Merlo), Bases Socialistas, La Pulpería, MTR La Dignidad, Militancia Comunista, Mesa Coordinadora Barrial (MCB-Moreno), La Asamblea (Gran Rosario), La Casa de la Memoria (Gran Rosario), Mayo Socialista (Gran Rosario), Colectivo Praxis Crítica (Córdoba), Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS-Tucumán-BsAs), Movimiento Obrero Campesino Estudiantil y Popular (MOCEP-Salta), La Cuenca, MTR por la Democracia Directa, Frente Universitario de Luján (FUL-UNLu).
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