"¿Robar es un delito? Sólo para los pobres" (pintada callejera)
En vísperas de una nueva navidad y un nuevo año, vivimos una serie de saqueos en distintos puntos del país. Dicen que fueron saqueados 292 comercios en 40 ciudades, por 26,5 millones de pesos. Miles de personas estuvieron involucradas. Cientos de detenidos, muchos de los cuales pasarán estas fiestas en la cárcel. Zonas militarizadas. Muchos heridos y dos muertos. Silvina Barnachea de 40 años murió desangrada por las heridas ocasionadas luego de romper la vidriera de un supermercado, y Luciano Carrizo de 22 años fue fusilado de un tiro en el pecho.
Lo saqueos comenzaron en Bariloche y siguieron en distintas partes del país. En Bariloche, aunque también saquearon todo el supermercado Chango Mas, pudimos ver cómo la gente se llevaba televisores último modelo. Este hecho sirvió a toda la clase política (a los fachos y racistas tanto como a los que se dicen progres, de izquierda o populares) para tomar posición, realizar declaraciones y esbozar teorías absurdas cuando no cómodas y obsecuentes, atravesadas por una lógica reaccionaria anti pobre. A su vez, las medidas concretas de gobierno tomadas ante los saqueos (las que se exigían, las que se llevaron adelante) expusieron a unos y otros en la vereda opuesta de los marginados, de los olvidados, de los postergados, de los pobres.
El jefe de Gabinete Abal Medina, mientras confirmaba el envío de 400 gendarmes a Bariloche como respuesta del gobierno para garantizar el orden y la paz social, dejó planteados los primeros esbozos y las primeras acusaciones: “Son hechos aislados, muy claramente estructurados y organizados, en los que nadie iba por comida, sino por plasmas, LCD y bebidas”, mientras acusaba a la CGT de Moyano y Barrionuevo y la CTA de Micheli.
Los saqueos llegaron a Rosario, una provincia gobernada por el "socialismo" y cabeza de un frente político progre que busca ser alternativa para gobernar la Argentina (el FAP, del que participa el principal partido político responsable de los asesinados durante el argentinazo). Y el socialismo no dudó en aplicar la represión para resolver el conflicto.
Escuchábamos las declaraciones de Binner, ex gobernador de Santa Fe y presidente del FAP. Este señor que se asemeja a un lord inglés, no dudó en hacer una distinción categórica entre los pobres: “una cosa son los que roban para darle comida a sus hijos, y otros son los que roban electrodomésticos".
Antonio Bonfatti, actual gobernador de la provincia de Santa Fe, definió los hechos como “vandálicos y los autores y actores no tienen nada que ver con problemas sociales”. ¿Qué entenderá Bonfatti por “problemas sociales”? ¿Tratará de evadir la realidad de las grandes barriadas de su provincia?
Esto mismo salió a decir el gobernador bonaerense manodura Scioli, para quien el que roba un plasma no lo hace por hambre, sino por vándalo. ¡Que sabrá de hambre un hambreador! Scioli, un sinvergüenza creado por los tiempos neoliberales, quien ha aplicado y busca aplicar todo tipo de recorte a las políticas sociales, nos viene a hablar de hambre y de pobreza, de cómo es posible ser pobre dignamente, justamente él, uno de los principales generadores del hambre. ¿Scioli dice que hay pobres más dignos que otros? Los pobres dignos no saquean, dice el as del ajuste en políticas sociales.
El gobernador de Río Negro, el kirchnerista Alberto Weretilneck, en sintonía, aseguró que los saqueos de Bariloche "no son hechos que tengan que ver con conflictividad social o cuestiones relacionadas con la supervivencia de la gente". Según él se trataría de “grupos ligados al narcotráfico, el delito y la anarquía”. Miguel Pichetto senador rionegrino kirchnerista, sin ruborizarse, los atribuyó a “corrientes que vienen del indigenismo duro”.
Estos discursos y posicionamientos concretos de los políticos, de los medios de comunicación que reproducen el discurso de "saqueos organizados" y fogoneron la situación (tanto la corpo, la derecha como los progres y oficialistas) y de algunos sectores de la sociedad, vienen a expresar la existencia de una matriz reaccionaria y racista que clasifica la pobreza y a los pobres en buenos y malos. Prefieren gastar sus cartuchos en decir esto, en lugar de buscar y ofrecer respuestas para resolver la situación estructural que genera esa pobreza y la reproduce, cada día, remarcando su profundidad.
Decir que los saqueos son “organizados”, definir los saqueos como lo hace un diario progre como “ola de violencia organizada” (transformándolo automáticamente así en una ola de “robos calificados, poblados y en banda”, como hecho punible, a cuyos autores le corresponderían penas de entre 5 y 15 años de prisión), implica considerar que hay pobres buenos y pobres malos. Los malos roban, violan la ley y son violentos. Los buenos no roban y trabajan, o en todo caso cuando tienen mucha hambre, roban comida y no televisores.
Los culo-roto exigen que los pobres saqueadores, entre un LCD y un paquete de fideos, debieran elegir el paquete de fideos. Osan ponerse en su lugar y decir “eso es lo que yo hubiese hecho”. Resuena también en las radios, en las pantallas de TV, en los portales de internet esa idea clasista, soberbia, mesocrática, racista, de que a los pobres se los puede llevar de acá para allá a delinquir como vacas ciegas. Es la misma lógica que sostiene que nuestra sociedad “está podrida”, que los pobres están corrompidos. Es la vieja mirada oligárquica desde donde se decía que las “masas ciegas” son “espíritus corrompidos”, manipulables, turbas irracionales que pueden ser llevadas donde los manipuladores lo desean. Las declaraciones suenan a una re edición de aquello que el “General” y la “Yegua” manejaban a gusto a los cabecitas. Quizás esos declarantes se sorprendan y se descubran finalmente gorilas. Aunque esperable entre los reaccionarios, también entre el clasismo y el oficialismo se exponen despreciando a los pobres.
A pesar de esta lógica nefasta, los saqueos fueron simplemente eso: “saqueos”. Y para lástima de ministros y gobernadores, se saqueó de todo, plasmas y otras cosas que roban los pobres malos, pero también comida, cosas para la vida, desde papel higiénico hasta bebidas y pan dulce. ¿O acaso el pan dulce no entra en la categoría “comida” porque es algo que se come en navidad? ¿Deberían robar pan común? ¿Acaso los señores ministros no beben vino? Seguramente beben costosos champanes.
Los atraviesa a todos la necesidad de garantizar el orden, de domesticar lo indomesticable, de negar la realidad de la pobreza y la desigualdad objetiva y estructural. Y aunque usualmente se muestran distanciados en sus pensamientos, en sus políticas, en sus objetivos, cuando de garantizar el orden se trata, de domesticar lo indomesticable, hay acuerdo.
Todos se revelan preocupados por defender los intereses de las grandes cadenas de supermercados multinacionales (los que más ganan con el hambre de nuestro pueblo) y la propiedad privada, pero no se muestran preocupados por buscar y proponer una salida a la situación de miseria y hambre en la cual muchos continúan sumergidos. La situación claramente hoy no es la misma que 11 años atrás. Nos hemos cansado de decirlo. Mucho se ha avanzado. Pero sostenemos, porque lo sabemos, porque lo vivimos, porque lo compartimos, que hay mucha miseria y hambre en nuestra patria mientras a la vez hay muchos que se han enriquecido mucho. Es un país donde los empresarios y las multinacionales hacen grandes negociados. A costa de nuestra gente, de nuestra Patria.
Militarizar no es garantizar la paz social. Es reprimir. Es repeler. Pero reprimida o no, aquello que propicia la ruptura de la paz social seguirá latente. Se retrae, retrocederá la marea, y como tal volverá mientras las aguas de la pobreza y la desigualdad sigan existiendo.
Los recientes sucesos exponen que muchos se muestran preocupados por los saqueos de los comercios, por la necesidad de protegerlos, pero ignoran o minimizan el gran problema de la pobreza y del saqueo de la Patria que persiste. Unos acusan a otros, el gobierno responsabiliza a la CGT de Moyano y Barrionuevo, y a la CTA de Micheli, y estos a su vez, acusan al gobierno nacional de construir un escenario para victimizarse y desprestigiar una fuerza política opositora en gestación. Dicen que todo es armado. Y ninguno pone como objetivo político terminar con la pobreza y el verdadero saqueo de nuestra Patria.
Se evade con esto, para unos y otros, aceptar que en nuestro país la pobreza es un problema central, que existe una inmensa brecha social entre los ricos cada vez más ricos y opulentos y los de abajo que nada tienen. Muchos verán constipaciones absurdas. Nosotros solamente vemos necesidades, desigualdades.
Saqueo para nosotros es el robo de nuestra plataforma continental por parte de los ingleses, donde la Prefectura Naval no hace nada. Saqueo es el robo del presupuesto para educación en la provincia de Buenos Aires, perpetrado por los propios gobernantes. Hay saqueo en la pampa húmedo con los ricos y sus 4x4 llevándose la riqueza de nuestros suelos en complicidad con el estado. Como en el Cuyo, donde se llevan el agua dulce y los minerales avalados por grandes acuerdos estratégicos. Saqueo es llevarse miles de millones de dólares en concepto de pago de deuda externa (desendeudamiento dirán algunos). Saqueo hay en Comodoro Rivadavia, donde los barcos no paran de llegar, cargar petróleo e irse. Eso es saqueo. Y ahí el estado no actúa.
Un plasma o el petróleo. Un equipo de audio o los recursos mineros. Una caja de vino fino o el agua de la cordillera. Ropa o las Malvinas y la Antártida. ¿Quiénes son los saqueadores? ¿Los pobres que salen contra los supermercados y todo lo que hay en ellos por el creciente costo de vida (de largo plazo ya) que repercute más sentidamente sobre sus bolsillos ante las fiestas de fin de año, por la exclusión de ciertas políticas públicas que se manejan discrecionalmente? ¿O las multinacionales y sus socios locales que saquean nuestros bienes comunes y recursos estratégicos hipotecando la soberanía nacional?
Mientras tanto, gobernantes y políticos persisten en sus posiciones cobardes. Con pecho frio se excusan de buscar las soluciones que el pueblo pobre debe tener y priorizan el problema de su “interna” política. Cobardes como los caceroleros que escondidos en trincheras electorales manosean la problemática social para su beneficio personal y de los partidos anti liberación, o los “de izquierda”, que ante hechos como estos solo sacan su manualcito programático panfletario de oportunidad.
Suponer que la paz social se garantiza militarizando y que los saqueos fueron “organizados”, que se robaron plasmas, que no se roba comida, es tratar de cambiar el eje del problema para evitar decir que acá hay marginalidad, promesas incumplidas, diferencias sociales abismales, que muchos compatriotas la pasan mal, que la tienen dura para vivir, que las políticas públicas evidentemente no alcanzan. Porque hacerlo implica tener que ponerse a trabajar en ello y redefinir prioridades. Quizás se tome nota de que es imperioso atender estas cuestiones, o quizás nunca salgan de la búsqueda de conspiradores. Lo que hagan, como siempre, dependerá de lo que imponga el pueblo.
No descartamos la acción de grupos que puedan haber fogoneado los saqueos. Algunos creen poder construir una salida política jalonada por este y otro tipo de sucesos. Todos serán jalones que juegan con el hambre del pueblo. Quizás valga recordar que también durante el 2001 algunos reconocidos intendentes fueron vistos por las calles convocando al saqueo. Pero ni antes ni ahora la existencia de esos oportunistas pudo ni podrá obturar la mirada sobre la proscripción, que es económica, social, cultural y política.
Otros dicen que los saqueos fueron protagonizados por los que llaman los “ni-ni” (jóvenes que ni trabajan ni estudian). Nosotros les decimos que en su hipótesis están dejando afuera otros “ni”: ni están incluidos en políticas públicas, ni tienen planes sociales, ni tienen subsidios.
Quedan deudas políticas e históricas nada despreciables. Y la principal tiene que ver con los proscriptos, aquellos que no figuran ni en encuestas ni en padrones, aquellos a los que no llegan las políticas públicas, aquellos que siguen cautivos de la explotación. Los invisibilizados y negados incluso por el relato progre del gobierno.
Es imperioso lanzar una ofensiva política, no una ofensiva policial o militarizada como la que estamos viendo, sino una ofensiva en políticas de inclusión social. Porque la paz social no se construye con gendarmes sino con políticas publicas inclusivas.
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