09/09/2012
Por PRT
Días atrás, la presidente Cristina Kirchner afirmó, con la petulancia
que la caracteriza y sin rodeos, que había que “temerle a dios y a
ella”. Esta frase encarna la concepción más pura de la democracia
burguesa, un disfraz para ejercer el autoritarismo coherente con la
constante y cada vez mayor concentración económica, correspondida con
una mayor centralización política. El verticalismo en su máxima
expresión. El ordeno y mando de los monopolios.
Por ello, nada
debe sorprender cuando las conductas y actitudes desde el poder se
reproducen de arriba hacia abajo en todas las estructuras y
superestructuras del sistema político burgués. Por el contrario, son
inherentes a las imposiciones y necesidades de los monopolios. El
“témanme”, entonces va: del capitán al teniente, del teniente al
sargento, del sargento al cabo, y del cabo al soldado; y así con las
prácticas sistemáticas, la presidente le teme a dios monopolio, el
capitán a la presidente, y así sucesivamente. Entonces, la escalada de
soberbia e impunidad no es la condición de un individuo o un grupo de
individuos. Es esencialmente la concepción práctica del sistema en
cuanto a sus políticas y decisiones.
Ahora bien, ¿dónde se
corta la cadena? Muy simple: cuando la clase obrera y el pueblo, los
dominados, quiebran esa situación porque no están dispuestos a vivir y a
aceptar los designios de la clase dominante. Esa oposición cada día se
expresa con más notoriedad y firmeza, siendo la democracia directa el
elemento central en contraposición a la democracia burguesa. En la
democracia directa todos opinan, todos deciden, todos ejecutan, en
beneficio de todos.
Es por ello que cuando la lucha de clases
se agudiza, como nunca antes, se pone en blanco sobre negro, ambas
prácticas: a más autoritarismo e impunidad, más autoconvocatoria, más
masividad, más combatividad.
Vista de esta manera las cosas,
los últimos sucesos de Humahuaca muestran a las claras lo que es
popular, diferente y opuesto a lo que son bandas seudo fascistas
envueltas en un disfraz de discursos “nacionales, populares y
progresistas”, pero que no engañan a nadie. El pueblo se encarga de
sacar ese disfraz. Cuando éste se levanta es implacable, no sólo por su
fuerza y contundencia sino porque con su lucha pone claridad y eleva la
conciencia con su práctica a niveles superiores.
La tristemente
célebre Milagros Salas y su organización Tupac Amarú (engendro
inventado por el poder de los monopolios, plan para armar una fuerza de
choque contrarrevolucionaria), imitando el legado de la presidente en
las cuestiones del temor, sufrió una tremenda derrota, porque nuestro
pueblo, humilde y sencillo, no le teme a nada, porque no es ni un
aparato partidario ni cosa que se le parezca.
La Milagros Salas
y su Tupac Amarú, atrevidos ellos, obviamente, con la connivencia del
poder político y policial local, provincial y nacional, osaron echar a
los vecinos del barrio nuevo de QUEBRADA DE VEIRA, intentando entrar a
sus modestas casas, desalojarlos y apropiárselas ellos. Pero los
humahuaqueños, gente sencilla del altiplano, se alzaron como un solo
hombre y les hicieron emprender la retirada, y los acorralaron, al punto
tal que el gobierno mandó infantería y gendarmería para defender y
custodiar a la Tupac Amarú y evitar así la justicia popular que enfrentó
balas de goma y de plomo.
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