5 ago 2011

CONVERGENCIA SOCIALISTA: JUJUY MARCA EL RUMBO DE LAS LUCHAS

Cuando la contienda electoral pretendía atraer la atención del pueblo, como una calesita plagada de globos de colores, música bullanguera, corazoncitos y falsas promesas, la salvaje represión contra los más pobres en Jujuy sacudió a la sociedad con un golpe a la quijada, con más crudeza que la sensación térmica.

Ariel Farfán, Félix Reyes y Juan Vázquez, asesinados por las balas gubernamentales, eran compañeros de la Corriente Clasista y Combativa que ocupaban tierras de la empresa Ledesma en la localidad de Libertador San Martín, esperanzados en conseguir un lote para levantar la casita y vivir con su familia,

El gobernador Barrionuevo, kirchnerista confeso, respondiendo al pedido de la familia Blaquier, dueña de Ledesma, ordenó el violento desalojo que termino con la vida de estos tres compañeros y un policía. Estas muertes vienen a sumarse a las más de diez contabilizadas en represiones a manifestaciones sociales, todas durante el último año de gobierno de Cristina.

El clima festivo que todos los políticos del régimen pretendían imprimirle a la campaña con el propósito de legitimarse en el poder con una carrada de votos, fue alterado por la acción de las masas, que en consonancia con lo que sucede en el resto del mundo, exponen el verdadero escenario donde se dirimen las disputas entre los distintos sectores que defienden la gobernabilidad capitalista: el de la lucha de clases entre los explotadores y explotados.

Un lugar en el que los que menos tienen salen a pelear, cada vez más duramente, por el derecho a la vivienda, el salario y las condiciones de trabajo, poniendo en jaque a las instituciones, incapaces de satisfacer las demandas y garantizar la paz social en beneficio de los poderosos.

En Grecia, Egipto, Francia y hasta Estados Unidos los obreros se han puesto de pie, encontrando a las clases medias urbanas y rurales y a los desocupados, como fenomenales aliados para la lucha por sus demandas insatisfechas.

Por eso no es casualidad que la chispa que hizo arder toda la provincia de Jujuy se haya encendido desde el nuevo sindicato de los obreros y obreras del Ingenio Ledesma, que llevó a cabo una huelga general histórica por 24hs.

Estos mismos trabajadores encabezaron la movilización en conmemoración a ¨ la noche del apagón ¨ (ver Pág. 3), a la que concurrieron más de quince mil personas, transformándose en un hito de la pelea por llevar a juicio a los genocidas del golpe cívico militar, entre los cuales, seguramente encontraremos a los Blaquier.

Y es esta razón, la convergencia de las demandas históricas con las actuales, lo que crispa los nervios a la aristocracia jujeña. Una combinación explosiva que está movilizando a amplios sectores sociales, y que tiene a los trabajadores como sus conductores naturales.

Las manifestaciones de repudio a los crímenes y en solidaridad con la lucha de los ocupantes de la tierra del Ingenio Ledesma precipitaron la crisis política, amenazada por el fantasma de los 90, cuando las luchas obreras y populares desbancaron a 7 gobernadores.

La renuncia del ministro de gobierno, el descabezamiento de la cúpula policial y la votación express de la legislatura para expropiar 40 hectáreas de tierras del Ingenio , lejos de calmar los ánimos, estimularon a docentes, enfermeras, profesionales, esposas de policías, municipales, desocupados y hasta bomberos, a ocupar tierras en toda la provincia.

Los trabajadores del Ingenio La Esperanza, en la localidad de San Pedro, ya están cortando las rutas contra el trabajo en negro y por mejores condiciones, estimulados por el coraje de los obreros de Ledesma.

Horrorizados por la inacción del gobierno los Blaquier y el senador kirchnerista Genefes (propietario de un multimedio), a la cabeza de los terratenientes y empresarios, no solo exigen la defensa del derecho a la propiedad privada -de carácter divino para la aristocracia jujeña- sino que reclaman por el “orden” que les permita doblegar la rebelión de los obreros y obreras de los Ingenios.

Los acontecimientos de Jujuy, que aterrorizan a los de arriba, incentivan al mismo tiempo las luchas reivindicativas de los de abajo, que en la medida en que se extienden y profundizan, se vuelven cada vez más políticas.

Los revolucionarios tenemos la obligación de dotarlas de un programa para llevarlas hasta el final, proponiendo la derrota de este plan de ajuste y saqueo al servicio de los monopolios e imponiendo una salida democrática, a través de la cual los trabajadores y el pueblo resuelvan, no solo quien gobierna, sino principalmente qué medidas se deben aplicar para terminar definitivamente con la crisis capitalista.

Hay que acabar con este circo electoral, en el cual se vota todos los días, pero no se decide nada, imponiendo una Asamblea Nacional Constituyente, donde se discutan las medidas de fondo que se necesitan para resolver los problemas de las mayorías, como la falta de vivienda.

Para esto, los socialistas propondremos la expropiación de las tierras de los oligarcas y la puesta en marcha de un plan de obras, que además de acabar con el déficit habitacional brinde trabajo a los millones de desocupados que aún existen, un plan que para ser exitoso debe ser financiado con impuestos a los ricos y el desconocimiento de los pagos de la onerosa deuda externa.

En definitiva, hay que transformar a todo el país en una gran asamblea popular donde se discuta si se está dispuesto a seguir soportando los planes de ajuste y saqueo que ordenan los monopolios o, como proponemos los socialistas, rompemos las cadenas de la dependencia con el imperialismo y ponemos los enormes recursos que tiene el país en manos de sus trabajadores, los únicos en condiciones de repartirlos de manera equitativa

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