jueves 1 de septiembre de 2011
Candela Rodríguez, la nena de once años que durante diez días atrajo la atención y los corazones de millones de personas, apareció muerta. Con total impunidad sus captores la retuvieron cerca de su casa en Hurlinghan todo el tiempo que les pareció necesario, donde se ocuparon de alimentarla, asesinándola a sangre fría en el momento que consideraron oportuno.
Y en un último mensaje, mezcla de macabro y burlón, trasladaron el cuerpo de la niña y la dejaron en las narices de todos los policías, investigadores y vecinos que recorrían con sus pies y sus ojos cada palmo del barrio intentando desesperadamente dar con ella.
¿Como pudieron estos criminales escapar al ojo inquisidor de la justicia? ¿De dónde sacaron el aplomo para no darse a la fuga, mientras la policía allanaba centenares de casas que los circundaban? ¿Por qué no entraron en pánico cuando se comprometieron en la búsqueda desde el Gobernador Scioli hasta la mismísima Presidenta Cristina Kirchner?
La respuesta está en el título de esta nota: Impunidad para todos. Pero para todos aquellos que buscan escaparle a la justicia por los crímenes cometidos en la dictadura cívico militar, como los que secuestraron a Julio López y asesinaron a Silvia Suppo; o para los policías que asesinan pobres, como Sonia Colman, o jóvenes como Rubén Carballo, Diego Buoneffoi y Lucas Cardozo.
La misma impunidad que gozan los empresarios que viven de la prostitución ajena, capaces de hacer negocios con el Juez Zaffaroni. O quienes, con la complicidad de los organismos de seguridad, amasan fortunas “trabajando” de piratas del asfalto o traficando personas, drogas y armas.
Esa impunidad que le permitió a Menem zafar de la cárcel y hoy ser senador, apoyado por los kirchneristas del Frente Para la Victoria. La que dejó indemne a De La Rua y a Sobisch, responsables políticos de la represión del 20 de diciembre y del asesinato del maestro Carlos Fuentealba.
La misma que cubre los negocios de la viuda presidencial y sus funcionarios, cuyas fortunas personales crecen a ritmo vertiginoso, mientras las denuncias caen, sin importar el día ni la hora, en el despacho del juez Oyarbide, para que sean desestimadas o mueran en un cajón.
En pocas palabras, la impunidad está garantizada para todos aquellos que, de una u otra manera, se aprovechan del Estado para realizar todo tipo de ilícitos, ya sea transformándose en funcionarios públicos, como pueden ser un policía, un juez o un presidente. O simplemente corrompiendo a estos mismos con dinero.
Los periodistas y opinólogos de turno se ocuparán de encontrar los errores en la investigación, con la esperanza de que aún se puede encontrar justicia con la captura de los asesinos. Pero qué certezas tenemos que esta gente no cuenta con los medios para plantar pruebas. O cómo sabemos que no tienen los recursos suficientes para desviar la investigación y continúen apresando a perejiles.
No es por medio de los mecanismos tradicionales del Estado que el crimen de Candela encontrará justicia, porque sus instituciones, de conjunto, son las que están sentadas en el banquillo de acusados.
Para encontrar y encarcelar a los responsables, debemos seguir el ejemplo de las Madres de la Plaza de Mayo cuando en vez de hacer negocios inmobiliarios peleaban por justicia. En esa época, para buscar a sus hijos no confiaban en los mismos funcionarios que los secuestraron o fueron cómplices de esos crímenes. Ellas eligieron otro método: el de organizar su propia investigación, independiente del Estado, confiando en la movilización de los sectores obreros y populares que claman por justicia.
Ese fue el motivo que permitió el juzgamiento y encarcelamiento de decenas de funcionarios de la dictadura. Gracias a la lucha decenas de padres y familiares del “gatillo fácil” metieron presos a decenas policías asesinos. Ese método es el que permitió que cada vez que cientos o miles se movilizaron se pudo apresar y castigar (muchas veces de manera directa) a decenas de violadores.
Ese, y no otro, es el único método que permitirá dar con los autores materiales, pero también encontrar a los encubridores y a los cómplices políticos de este aberrante crimen.
1 sept 2011
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