Frente a la rebelión de los gendarmes y prefectos kirchneristas y opositores de derecha e izquierda unidos por el espanto
Los mismos gendarmes que reprimieron a los manifestantes que cortaron la Panamericana y los llevaron presos a Campo de Mayo, se han visto en la necesidad de apelar a los métodos de la clase obrera, reclamando contra el recorte de sus salarios.
Los mismos prefectos que enfrentaron con dureza al paro de los trabajadores del Casino de la Ciudad de Buenos Aires, tuvieron que organizar - en los hechos - una huelga, para exigir por lo que consideran propio.
Los mismos que durante el último paro del CTA fueron desplegados en el puente Pueyrredón para frenar el paso de las columnas de los empleados del estado, terminaron cortando varias de las principales arterias de la capital de nuestro país.
Es que el fenomenal ajuste y los recortes aplicados por el gobierno, continúan provocando la reacción de amplísimos sectores, aún aquellos - que como estos uniformados - constituyen el “núcleo duro” de la política represiva de Cristina .
Los agentes rasos y suboficiales tuvieron que adoptar métodos ajenos para pelear contra los descuentos y repudiar a sus respectivas cúpulas, que forman parte del stablishment que se beneficia con la política del oficialismo, ganando fortunas.
Esta situación provocó la quiebra de la estructura de mandos. A tal punto, que los movilizados pretenden la conformación de una “comisión de suboficiales” para negociar sus reclamos, pasando por encima de las jerarquía y la verticalidad militar.
Frente a semejante acontecimiento todos los bloques parlamentarios - FPV, PJ disidente, FAP, Socialistas, PRO, etc. - junto con Mauricio Macri, salieron a bancar al gobierno de Cristina, instando a los manifestantes a deponer la rebelión.
A estos defensores del “orden” se le sumaron los burócratas de las CTAs y las CGTs, Moyano, Caló, Yasky y Degenaro, que entendieron que este conflicto no es un problema de Cristina, sino del sistema capitalista semicolonial que defienden unánimemente.
Por eso todos corrieron asustados exigiendo el cese de las protestas, que constituyen un hecho inédito en la historia de la Prefectura y la Gendarmería. Y que amenazan con contagiar a los agentes de la federal y de las policías provinciales.
Semejante peligro fue advertido hasta por los archirivales de Cristina, los monopolios mediáticos Clarín y La Nación, que cerraron filas junto con Delía, De Petri, Rossi y demás alcahuetes del kirchnerisno.
Este frente único reaccionario salió a sostener la integridad de uno de los pilares sobre el cual se asienta el plan de ajuste, explotación y saqueo de los recursos que están perpetrando los monopolios, bancos extranjeros y el imperialismo.
Los revolucionarios, que luchamos por una verdadera democratización de la sociedad - que se logrará en serio mediante el Socialismo - creemos que estas muestras de rebeldía de la tropa contra las decisiones de sus jefes tienen un carácter progresivo.
No decimos esto porque creamos que cambien la esencia de las fuerzas armadas - que fueron educadas y organizadas para defender a los capitalistas - sino porque debilitan su función, que es la de reprimir a las luchas y los luchadores.
Por esta razón bregamos por su completa disolución y a favor de la construcción de otras al servicio de la liberación nacional y los intereses de los trabajadores y el pueblo.
Mientras luchamos por esta perspectiva socialista, reclamamos la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, para que el pueblo resuelva qué hacer con este y otros temas relacionados a la crisis terminal que vive el capitalismo.
La clase obrera debe intervenir en la actual crisis
El conflicto de la gendarmería y la prefectura no es un problema ajeno a los trabajadores y a la izquierda, que tendrían que intervenir audaz y decididamente, disputándole la iniciativa a la derecha, que sí tiene política para incidir en el proceso.
Los dirigentes obreros más representativos deberían dirigirse a la tropa instalada en los piquetes, dialogando con ellos, pero diciéndoles con firmeza que para contar con el apoyo del movimiento obrero, deben resolver, en las asambleas, un compromiso innegociable: la tajante negativa a reprimir las luchas de los trabajadores y el pueblo.
Lamentablemente las fuerzas más importantes de la izquierda (PO, PTS, MAS, etc.) en vez de impulsar este tipo de políticas, que debilitan el poder de fuego de nuestros enemigos de clase, han cerrado filas con el gobierno, acusando, directa o veladamente a los insubordinados de “golpistas”, cerrando toda posibilidad de diálogo y abriéndole el paso a los grupos más reaccionarios.
Estos sectores han adherido - vergonzosamente - al argumento del jefe de gabinete Abal Medina, quien tildó de destituyentes a quienes se han revelado por una cuestión mucho más elemental: el descuento de la mitad o aún más de sus salarios.
La rebeldía de la tropa muestra la dinámica del cada vez más poderoso ascenso obrero y popular, motorizado por el ajuste económico. La crisis política del gobierno y demás instituciones del régimen, como sus fuerzas armadas, son un producto directo de esta resistencia.
La clase obrera tiene que sacar conclusiones de los acontecimientos, dotándose de una política específica para neutralizar a una parte de las fuerzas represivas, construyendo así la relación de fuerzas más favorable para ejercer su legítima autodefensa.
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