16 nov 2006

A PROPÓSITO DEL RENUNCIADO EX PIQUETERO LUIS D´ELÍA

D´Elía podrá caer más o
menos simpático, pero dijo
la verdad del caso Amia

El presidente de la Nación echó al subsecretario de Tierras para el Hábitat Social. No lo hizo porque hubiera incumplido con su tarea específica sino por haber dicho algunas verdades sobre la causa Amia y la contaminación israelita-estadounidense.
EMILIO MARÍN

Mientras el titular de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) indujo a miles de piqueteros a dejar de cortar calles para cobrar los planes jefes y formar micro emprendimientos para fabricar dulce, guardapolvos o viviendas pequeñas, el presidente Kirchner no tenía más que palabras de agradecimiento.
Otro tanto sucedió cuando el “Gordo” salió con los botines de punta contra Eduardo Duhalde, en agosto de 2005, acusándolo de ser parte de la vieja política relacionada con el delito y el narcotráfico. El presidente vio con buenos ojos esa denuncia porque se aprestaba a romper con el personaje que Cristina de Kirchner catalogó de propio de una película de Coppola, durante su lanzamiento de campaña en un teatro de La Plata.
Ya antes, en 2004, D´Elía había marcado a Duhalde como jefe de la mafia responsable del asesinato de Martín “Oso” Cisneros, aunque después retiró ese cargo y endosó toda la responsabilidad al aparato actuante en la comisaría 24 de La Boca.
No eran muchos los que estaban cerca de Kirchner que se atrevieran a decir cosas semejantes. José Pampuro, Aníbal Fernández y Ginés González García, habían sido laderos del ex mandamás bonaerense. Roberto Lavagna también, pero no estuvo en el teatro con CFK de estrella pues había declinado participar de la campaña finalizada en octubre de 2005.
Y a Lavagna también se le atrevió D´Elía, cuando aquél era el poderoso ministro de Economía que se ufanaba de los éxitos de la recuperación económica. Le criticó su negativa a conceder aumentos salariales bajo argumento de que eso generaría inflación. También de que era un hombre cercano al establishment, cosa que el acusado corroboró al asistir en noviembre de ese año al 41º Coloquio de Idea en Mar del Plata. Fue el último al que iría, al menos en condición de ministro K.
Después sí se hizo un deporte que los funcionarios le pegaran a Lavagna como candidato “de la derecha”. Pero el que hizo la punta, cuando suele ser más difícil, fue D´Elía.
Con antecedentes y el aval de sus compañeros de la FTV, el ex piquetero fue designado en febrero de 2006 como subsecretario de Tierras, dependiente del ministerio de Julio de Vido. El presidente lo bancó pues la designación cayó como patada en el hígado al espectro derechoso y el empresariado más concentrado. Estos no le perdonaban sus cortes de la ruta 3 en La Matanza, su toma de la comisaría 24º, las críticas a Lavagna y el acto contra el Area de Libre Comercio de las Américas (Alca) en Mar del Plata, junto a Hugo Chávez, Evo Morales y otros dirigentes antiimperialistas.
En ese tiempo, cuando el gobierno tuvo su momento político de mayor contradicción con el viejo PJ, el empresariado neoliberal y la administración Bush, la estrella de D´Elía gozó de cierta autonomía. Pero esas horas se consumieron como una vela.

El alejamiento
La relación entre el subsecretario y el presidente se fue desgastando a lo largo de 2006 hasta terminar abruptamente con el pedido de renuncia el lunes de esta semana, presentada al día siguiente en la Casa Rosada.
Uno de los antecedentes de ese divorcio se produjo el 11 de agosto, cuando D´Elía cortó candados y alambrados de la estancia de Douglas Tompkins en Corrientes. Los pobladores del paraje Yarahvé se veían impedidos de circular porque los caminos comunales habían sido cerrados por orden del magnate estadounidense. Y el subsecretario no sólo se armó de un filoso alicate sino que después presentó en Diputados, por medio de la legisladora Araceli Méndez y casi cuarenta más, un proyecto de ley expropiatorio de ese latifundio cercano al Acuífero Guaraní.
Meterse con Duhalde estaba permitido. Con Tompkins, George Soros, Luciano Benetton y el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luciano Miguens (quien defendió la propiedad privada y criticó la “xenofobia” contra aquellos estancieros), no estaba bien visto en Balcarce 50. Y así lo marcaron Alberto Fernández y demás ministros que rindieron examen ante Susan Segal y socios del “Council of Americas” reunidos en Buenos Aires. “Queremos enamorar al capital extranjero”, graficó el enamoradizo jefe de Gabinete.
El 1 de setiembre hubo otra movida de D´Elía que no tuvo grandes resultados de convocatoria. Por eso varios ministros, no todos, le pegaron con un palo en la cabeza, casi tanto como lo hicieron los políticos de derecha como Mauricio Macri y periodistas de esa filiación, como Joaquín Morales Solá. Es que ese día el ingeniero Juan Carlos Blumberg organizó su cuarta marcha en Plaza de Mayo, travestida contra la inseguridad, apuntando directamente contra Kirchner.
D´Elía convocó a un acto en el Obelisco, para alertar que detrás de Blumberg se aglutinaba la resaca del terrorismo de Estado que quería impunidad para los crímenes de 1976. Al Jefe de Gabinete no le gustó que ese “contra acto” juntara poca gente, porque los medios lo presentaban como un fracaso propio. Y, sobre todo, discrepó con D´Elía porque entrevió que estaba sugiriendo un “modelo venezolano” de confrontar en la calle con la oposición conservadora.
Ese no es el estilo del matrimonio Kirchner ni de los Fernández, que suelen apelar al atril presidencial, el corte de partidas y suministros, el cese de pautas publicitarias, cierta campaña en los medios controlados, el auspicio de algún fallo judicial o, llegado el caso, a los rudos consejos de un “Batata” o “Tuta” amigo. Dar la pelea política en la calle, como en 2002 hicieron los bolivarianos en Caracas contra los “escuálidos” y golpistas de Pedro Carmona Estanga y el embajador estadounidense Charles Schapiro, eso sí que no se debía imitar aquí.

La campanita no es gratis
El gradual deterioro del vínculo Kirchner-D´Elía llegó a su punto extremo este lunes, cuando el subsecretario acompañó a una delegación de la FTV que entregó una nota solidaria en la embajada de Irán. Este país había sido acusado por el fiscal Alberto Nisman y el juez Rodolfo Canicoba Corral de la responsabilidad por la voladura de la Amia. El papel amistoso con Irán llevaba la firma de Luis Angel D´Elía y afirmaba que “no resulta serio haber retomado la acusación formulada por el juez Galeano, desplazado de la causa por corrupto, para reciclarla con información aportada por los servicios de información de dos países que no trepidan en apelar al terror para alcanzar sus objetivos”.
Y agregaba: “Los EE.UU. como Israel pretenden que la Argentina rompa relaciones con Irán para tratar de aislarlo internacionalmente y facilitar una agresión militar norteamericano israelí a la república islámica”.
Vistas las cosas desde la óptica del kirchnerismo, D´Elía había sido inoportuno porque el lunes 13 nuestra cancillería estaba entregando una citación al encargado de negocios iraní para emplazarlo a que ratifique o rectifique la información de que el fiscal general de Teherán pedía las detenciones de Nisman y Canicoba Corral.
Pero desde un punto de vista objetivo, la carta de la FTV no pudo ser más oportuna. Ese mismo lunes George Bush recibía en el Salón Oval al primer ministro judío Ehud Olmert, quien salió de la entrevista declarando que “no descartaba la posibilidad de un ataque contra territorio iraní si Teherán no ponía fin a sus actividades de desarrollo nuclear” (Télam y EFE, 13/11).
La asociación ilícita EE UU-Israel ya se había manifestado el sábado 11, cuando el representante del primero ante el Consejo de Seguridad de la ONU, John Bolton, vetó una resolución que condenaba a Tel Aviv por su masacre de Beit Hanún.
D´Elía dijo que su amistad con Kirchner es “inquebrantable”. Será de su parte, pues del otro lado se quebró al echarlo del gobierno sin agradecerle los servicios prestados. Que no digan más que K no actúa bajo presión: esta vez lo hizo bajo el apremio de Estados Unidos e Israel. Cumplió así lo comprometido por Cristina de Kirchner y Jorge Taiana ante el Congreso Judío Mundial durante el viaje presidencial de setiembre último a Nueva York. Tocar la campanita de Wall Street no es gratis.

FUENTE: DIARIO ARENA

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