6 nov 2006

LA SITUACION EN OAXACA - MEXICO

¡Solidaridad con la lucha de los pueblos de Oaxaca!
¡Contra la prepotencia del Estado y la represión!
¡Fuera Ulises y la policía!
¡Apoyemos la autoorganización y la autodefensa popular!
La última semana, con la entrada de 4.000 agentes de la Policía Federal Preventiva (PFP) de México al Estado de Oaxaca, se endurecieron las medidas represivas contra la extraordinaria revuelta popular que vienen protagonizando desde hace más de cinco meses las clases subalternas y los pueblos indígenas de esta región del sur mexicano, una de las más pobres y ancestralmente castigada por los poderes opresivos.
Cuando a mediados de mayo comenzó una huelga docente por mejoras salariales nadie imaginaba realmente lo que se estaba gestando en lo profundo de la sociedad. En la madrugada del 14 de junio, el gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz Ortiz (URO), ordenó un brutal operativo policial para desalojar a los maestros que ocupaban el Zócalo (la plaza principal) de la ciudad. Pero las y los huelguistas enfrentaron y derrotaron la represión con el apoyo de la población. Desde entonces, se desencadenó una revuelta sin precedentes que involucró a distintos sectores. Un movimiento transversal a la sociedad oaxaqueña contra el corrupto URO que desarrolló una intensa experiencia colectiva con inicios de autoorganización. Estos acontecimientos, hacen parte de la irrupción social multiforme que recorre Latinoamérica en los últimos años, expresando un recorrido de lucha por la dignidad, la justicia y la libertad negadas que no se apaga y se vivifica permanentemente.
En apoyo a los maestros se realizó una huelga de los trabajadores de la sanidad -que involucró a 15 hospitales y 650 centros de salud- y una huelga general de 800.000 trabajadores, además de cinco megamarchas que concentraron cada una alrededor de 300.000 personas.
En este contexto, se conformó la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), compuesta por 365 organizaciones sindicales, sociales, políticas e indígenas. Estas últimas, que representan parte de las 16 etnias de la zona, confluyen unidas en la APPO reivindicando también la propia cultura y costumbres comunitarias contra las injerencias del Estado mexicano. Durante estos meses, numerosos edificios gubernamentales, el Parlamento y comisarías han sido ocupados por la APPO. También fueron tomados el Canal 9 de televisión y cuatro radios, entre ellas Radio Plantón, cuyo actual lema: “poniendo ideas en tu conciencia” expresa elocuentemente el carácter verdaderamente transformador de la revuelta. Distintas comisiones organizaron algunos aspectos de la vida social y de manera especial la seguridad. Una autodefensa con amplia participación también se organizó mediante barricadas, con el apoyo activo de distintos sectores de la población que acudían con refrescos y limones para calmar el ardor de los gases durante los enfrentamientos con la policía. Esta autodefensa, valiente y combativa, nunca tuvo un carácter violentista: por ejemplo, en las jornadas de junio, los policías tomados como rehenes fueron sometidos a un juicio público ante miles de personas, siendo condenados socialmente, para luego ser entregados a la Cruz Roja sin recibir castigo físico alguno. También recientemente afirmaron en un acto, luego de impedir que la policía ingresara a la Ciudad Universitaria: “Tenemos que reorientar para decir que sabemos combatir, pero somos respetuosos” [de la vida].
El carácter persistente de la movilización ha obligado a URO a moverse prácticamente en la clandestinidad durante estos cinco meses, manteniendo sus reuniones en secreto, en hoteles de lujo, por miedo de ser descubierto por la población.
La consigna central de la revuelta: “¡Fuera Ulises!”, acompañada con el intento frustrado de presionar a las instituciones del Estado Federal para sacarlo del poder por una vía “legal”, ha coincidido, de manera contradictoria, con la experimentación colectiva de que es posible iniciar una nueva vida social, con normas comunes y más beneficiosas para toda la población. La propia creación de la APPO, sin la manipulación de los partidos políticos, ha permitido que esta experimentación se viva día a día, e incluso ha planteado la discusión de que este organismo pueda hacerse cargo del gobierno de Oaxaca. Se trata así de una experiencia extraordinaria, cuyo crecimiento apunta a la ruptura con el poder represivo, corrupto y fraudulento. Este es el mayor temor que tienen los poderosos y por eso atacan salvajemente esta revuelta. La lucha de Oaxaca está demostrando concretamente que es necesario y posible sustraerse de los mecanismos del Estado a partir del surgimiento desde abajo de nuevos embriones de poder social. Sin embargo, aún no existe la conciencia suficiente del ejercicio y de las potencialidades de este poder social, de la necesaria extensión y crecimiento de la autoorganización, de la necesidad de pasar de la toma de edificios públicos a una gestión directa de la vida cotidiana como obra en común. Tampoco ha madurado lo suficiente una tensión antipolítica general clara, que permita una conciencia mayor respecto de las dimensiones del protagonismo social que está en acto. Entre las consignas pintadas en las paredes, que expresan las aspiraciones de la población insurrecta, puede leerse: “Ni PRI, ni PAN, ni PRD, un pueblo unido avanza sin partidos”. Pero las telarañas de la política, por cierto, son difíciles de superar y por esto mismo, más de una vez, los dirigentes de la APPO y de la sección oaxaqueña del sindicato docente (SNTE), que han buscado negociar con los poderes políticos, se han visto desbordados o cuestionados.
Siendo la revuelta de Oaxaca contra un gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que lleva más de 70 años en el poder regional, lo es también contra el Estado mexicano en su conjunto. Más aún cuando el partido sucesor al PRI en el gobierno federal, el Partido Acción Nacional (PAN), de Vicente Fox, que asumió en el 2000, ha reproducido y reproduce los mismos métodos que su antecesor. Esto también afecta al Partido de la Revolución Democrática (PRD): su reciente candidato a presidente de México derrotado con fraude en las elecciones -el “progresista” Andrés Manuel López Obrador-, apenas expresó un tibio apoyo a la lucha de Oaxaca. Y sus amigos igualmente “progresistas” de Latinoamérica: Lula, Chávez, Kirchner, e incluso Evo Morales, tampoco emitieron alguna declaración de apoyo. Como contrapartida, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ha realizado cortes de ruta en Chiapas y el cierre del puente internacional del El Paso (en la frontera de México con Estados Unidos) expresando su solidaridad. También se han realizado movilizaciones de apoyo a esta lucha en 20 ciudades de Estados Unidos, en 13 de Europa y una en Río de Janeiro. Para los oprimidos y para quienes luchamos en el mundo es fundamental posicionarnos éticamente junto a los protagonistas de esta revuelta. También es necesaria una campaña de información y contrainformación que desmienta la desinformación de los medios al servicio de los poderosos. A pesar de las mentirosas campañas contra la supuesta violencia oaxaqueña nadie ha muerto a manos de la revuelta popular. “Ustedes tienen las armas, nosotros tenemos la dignidad y la conciencia”, se afirma desde una de las radios tomadas. Los verdaderos asesinos son los policías del Estado mexicano que han matado a numerosas personas en estos meses, incluyendo niños. También es necesario dar a conocer la lucha y la obra de estos pueblos, como camino posible incluso en sus humanas contradicciones.
En medio de las amenazas que nos acechan, de las guerras que llevan adelante los Estados democráticos en Irak y Afganistán, de la muerte que siembran los terroristas sistémicos, de los muros que se construyen en Palestina y en Estados Unidos, la dignidad humana que se encarna en Oaxaca es un ejemplo concreto de esperanza. Por todo esto es urgente apoyar a la APPO, construir y extender la solidaridad activa con la revuelta en todas partes para elegir y afirmar una ética de hermandad entre los pueblos, apoyando y dando a conocer lo que la gente es capaz de crear cuando se enfrenta a la barbarie del sistema. También para sacar lecciones de los límites, para aprender y ayudar a los pueblos a ser más concientes de que transformar la realidad es mejor que resistir. El sistema nos empuja a una vida oprobiosa y lúgubre. La revuelta de Oaxaca nos brinda enseñanzas en el camino de forjar juntos y juntas un futuro de dignidad y comunión humana.
5/11/2006

FUENTE: Socialismo Libertario

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