4 nov 2006

PONENCIA DE RAUL LESCANO (2º PARTE)

La estrategia y el carácter de la Revolución
La definición del camino a seguir, de los objetivos a conquistar en nuestro derrotero hacia la construcción del socialismo, constituye la estrategia de nuestra Organización. Y esta permanecerá intocada en la medida en que no se modifiquen las contradicciones principales o la disposición de las fuerzas sociales enfrentadas.
Para sustentar tamañas definiciones, es obvio que no sólo hay que contemplar el escenario de la lucha de clases en el país, sino atender a las condiciones internacionales. Por ejemplo si existe un país o un bloque de países que por estar objetivamente enfrentados al Imperialismo sean capaces de contribuir con su comercio exterior, su política y su desarrollo científico y tecnológico al afianzamiento de la Revolución. Si hay un país o grupo de países con desarrollo militar dispuesto a colaborar en la defensa de un proceso revolucionario ante la agresión de países imperiales y hostiles.
Y en este sentido podemos referirnos a Venezuela como país articulador de una política contraria a la que los yankis pretenden para América Latina, secundado por Cuba. Y decimos que Venezuela lidera esta política atendiendo a la potencialidad y riqueza que el territorio de ese país ofrece a quien hoy comanda dicho estado.
La definición de la contradicción principal y de la forma de resolverla es lo que determina el carácter de una Revolución. En nuestro caso, al tratarse de un país semi-colonial eso otorga un carácter Antiimperialista; al tratarse de un régimen de gerenciadores de la entrega eso impone la necesidad de producir una revolución Democrática; y el hecho de que tiene que tratarse de una Revolución que exprese no a uno sino a vastos sectores del Pueblo es lo que le otorga un carácter Popular.
También la evaluación y proyección de cómo irán resolviéndose las distintas contradicciones nos indican que se trata de una guerra larga, que no estamos hablando de una victoria inmediata, que serán años de preparación y enfrentamiento.
La cuestión de la violencia.
Por qué es necesario que desarrollemos la táctica de legitimar la violencia popular. Claramente tiene que ver con que proyectamos que en el desarrollo del enfrentamiento social revolucionario, las clases dominantes se defenderán y atacarán a las fuerzas populares con la crueldad que todos conocemos a lo largo de la historia.
Ya el Che claramente y sin dejar lugar a exégesis distorsionadoras señaló que la liberación de los Pueblos se resuelve únicamente en el terreno de la violencia:
“Es absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan importante el esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene la América dependiente de liberarse en formas pacíficas. Para nosotros está clara la solución de este interrogante; podrá ser o no el momento actual el indicado para iniciar la lucha, pero no podemos hacernos ninguna ilusión, ni tenemos derecho a ello, de lograr la libertad sin combatir. Y los combates no serán meras luchas callejeras de piedras contra gases lacrimógenos, ni de huelgas generales pacíficas; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que destruya en dos o tres días el andamiaje represivo de las oligarquías gobernantes; será una lucha larga, cruenta, donde su frente estará en los refugios guerrilleros, en las ciudades, en las casas de los combatientes donde la represión irá buscando víctimas fáciles entre sus familiares, en la población campesina masacrada, en las aldeas o ciudades destruidas por el bombardeo enemigo.
Nos empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a emprenderla.
Los comienzos no serán fáciles; serán sumamente difíciles. Toda la capacidad de represión, toda la capacidad de brutalidad y demagogia de las oligarquías se pondrá al servicio de su causa.”
Toda la doctrina marxista determina que en la historia de los Pueblos los grandes problemas, las definiciones de las contradicciones, se resuelven por la fuerza.
Nuestro Pueblo tiene en su historia reciente tremendas y profundas heridas de la última batalla militar a escala de masas que encarnó como fue la lucha que libramos los argentinos en los años 70. Esto ha dejado sensibles defensas que el dolor y el temor a veces convierten en pacifismo, sepultando la inmensa experiencia que se hizo de Organización y desafío al Poder. La brutalidad de la reacción a veces nubla la vista a la hora de ver la vulnerabilidad del enemigo, la posibilidad de la victoria Popular.
No se trata de justificar la violencia popular señalando la naturaleza bestial del régimen, eso las grandes masas lo conocen porque lo padecen. Tampoco se trata de justificar las reacciones de indignación popular frente a la perversión e impunidad de los que mandan, eso también las grandes masas lo conocen. Se trata de incorporar la violencia popular, que no es otra cosa que ejercicio concreto del poder popular, como un elemento más en el escenario político que en términos subjetivos redundará en un salto en la conciencia política de las masas.
En “Dos tácticas...” el estratega soviético nos señala que cuando se trata de derrocar a un régimen reaccionario pasa a un primer plano la estrategia de la insurrección armada, y las tareas de formar las herramientas para concretar dicha empresa.
Y cuando hablamos de violencia popular estamos hablando no solamente de los hechos que protagonizan las masas, sino que también hablamos de los hechos que por su contenido, sus objetivos y su inspiración, pueden caracterizarse como “populares”. El complejo dispositivo de las fuerzas populares no simplemente contempla las batallas callejeras de grandes masas militarizadas contra los sicarios de un régimen en descomposición, sino además observa operaciones militares complejas ejecutadas por cuerpos formados para tal efecto obviamente inspirados en una misma estrategia.
Por ello no sólo se trata de disputar en el plano ideológico el monopolio de la fuerza en manos del estado, que es lo que hacemos cuando portamos palos y gomeras como “armamento rudimentario popular”. Sino además de ir abonando un camino de calificación operativa de cuerpos formados a tal efecto. De dar señales al Pueblo o a parcelas del mismo, de que se los puede golpear, de mostrar una forma operativa capaz de ser tomada por sectores revolucionarios y reproducida, de demostrar que no son invulnerables.
Finalmente se trata de construir confianza en la organización popular, en que las masas sean conscientes que la organización también las protege frente a los golpes del enemigo, en combatir contra la funesta idea de miles de mujeres y hombres desarmados masacrados por los aparatos represivos del estado en descomposición. No se trata de ofrecer mártires sino de golpearlos a ellos.
En ese camino claro que iremos aprendiendo y sufriendo reveses. Las revoluciones no son paseos. “Eso significa una guerra larga. Y lo repetimos una vez más, una guerra cruel. Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi la única esperanza de victoria.” Che.

Períodos de reflujo
No hay que engañarse ni en la duración ni en los alcances de los períodos de legalidad donde se pueden explotar la propaganda, la agitación y la organización. Esos períodos duran lo que tardamos en fortalecernos para golpearlos. Inmediatamente a que los sectores revolucionarios o simplemente las masas plantean situaciones de inestabilidad política, se producen las represiones y se acotan los resquicios de legalidad que antes ofrecían como trofeos democráticos.
Nosotros cuando vemos las leyes objetivas del materialismo histórico que definen el comportamiento de las fuerzas sociales, advertimos que hay períodos de auge y otros de estancamiento y aún de retroceso en las luchas de las masas. Claro que siempre en la concepción de la espiral ascendente de modo que cada nueva etapa sea de auge de lucha de masas o pacífica se sostienen sobre la experiencia ya realizada por lo tanto siempre en ascenso.
Estos períodos entonces además de imponerle a los sectores combativos intentar sostener el nivel de enfrentamiento con el régimen, importan fundamentalmente un profundo y acelerado proceso de organización, de consolidación orgánica, de formación y promoción de cuadros, de desarrollo de despliegue en el seno de las masas, de formidables potencialidades en la propaganda política y en la agitación. Desaprovechar estas instancias pacíficas, no concretar una profusa tarea de formación, organización y agitación y propaganda puede significar condenar a un fracaso anticipado a una Organización a la hora de ser llamada a involucrarse en la conducción de un período de auge.
Lo sabemos bien los argentinos, la ausencia y-o insuficiencia en el desarrollo del elemento subjetivo es la que dilapida los titánicos esfuerzos de las masas cuando protagonizan explosiones sociales que luego son reencauzadas por el régimen que provoca dichas explosiones, diciembre del 2001 es un claro ejemplo de esto.

Táctica.
Lo único que modifica la estrategia es un cambio en el enemigo estratégico o en la contradicción principal y-o fundamental. La táctica, en cambio se modifica conforme se va desarrollando la estrategia.
Determinar la táctica el agrupamiento entre sectores en pugna, las alianzas, las formas en que el régimen ejercita su dominación (legales o represivas), etc.
Es claro, sin embargo, que el objetivo de cada táctica planteada es abonar el desarrollo de la estrategia, y en esa inspiración se concibe.
Pero hay que ser cuidadoso a la hora de definir tácticas para no condenar al fracaso nuestra política. Anclar en el estado de ánimo de las masas nuestros procesamientos, anquilosarlos en el sentir de la gente, es condenarnos a movernos empujados por elementos inestables emocional y políticamente y no decidirnos a ser vanguardia revolucionaria. Pero también hay que ser lo suficientemente sensatos como para no lanzar consignas que las masas no estén en condiciones de adoptar.
Hay que comprender las maniobras que desarrolla el enemigo y que dimensión cobran en la estrategia de uno o de otro. Así, después de diciembre del 2001 era central para el régimen recomponer los lazos y mecanismos de dominación, aunque con otras formas; recomponer la erosionada credibilidad en las instituciones democrático burguesas; construir nuevamente la gobernabilidad. Volver a poder seguir dominando como lo venían haciendo. En esto aplicó y jugó sus más importantes fichas. Claramente sus intenciones estratégicas se oponían a las nuestras de provocar la crisis.
Por lo dicho es que seguimos sosteniendo la táctica de provocar la crisis, de legitimar la violencia popular y de construir la unidad de los que luchan y resisten para forjar un ejército político que sea capaz de conducir a nuestro Pueblo a la Victoria.
Para esto también desarrollamos la política de construir nuestra Organización, para desde ella aportar a la gestación y alumbramiento de un verdadero ejército permanente de luchadores probados.
Hay un elemento que en general la vanidad de las pretendidas vanguardias deja de considerarlo pero que el mismo Lenín en “El izquierdismo…” definió claramente como necesario para el desarrollo de una estrategia y tácticas efectivas, ese elemento es la experiencia de los movimientos revolucionarios, y con esto nos referimos a la solidez política que sea capaz de ofrecer una vanguardia dada en función de su experiencia política, de haber transitado y construido la estrategia y no de aparecer en escena por un golpe de suerte.
Así Quebracho viene a abonar con su conducta política a la construcción del “ejército permanente de luchadores probados” según Lenín definía a la vanguardia, que para ser tal necesariamente debe haber demostrado a las masas una conducta determinada y permanente de consecuencia, para desde ahí aportar a edificar el “ejército político” que ya definiéramos tantas veces y que consignaran no sólo Lenín sino Santucho y los grandes doctrinarios de la Revolución, refiriéndose al concepto de las fuerzas sociales reales determinadas y encauzadas en una estrategia revolucionaria. Es importante remarcar esto, no basta la alianza de clases ni de organizaciones políticas sino es al abrigo de una y no de varias estrategias, o lo que sería peor de ninguna.

Naturaleza política de Quebracho.
Quebracho pretende aglutinar luchadores consecuentes y probados para alimentar la política que aquí ha sido planteada. Pretende además formar cuadros integrales para la estrategia insurreccional. Y tiene como objetivo claro construir herramientas de masas capaces de transitar esta estrategia y de promoverla y las herramientas que sean necesarias.
Bajo ningún aspecto consideramos a nuestra Organización como Organización de vanguardia y menos como La Vanguardia. Entendemos que hay que construir una Organización de vanguardia, capaz de plantear de cara al pueblo una estrategia de victoria pero para lograr eso debemos llegar desde las distintas experiencias que estamos desarrollando y que van abonando esta estrategia.
La Unidad de los que luchan y resisten no es una pose banal sino una necesidad para calificar óptimamente cualquier herramienta que se genere. Nosotros creemos que seguramente se tratará de un Frente que contenga a las distintas corrientes históricas en las que se enrolaron importantes sectores del Pueblo y albergue además a las nuevas experiencias políticas organizadas.
Nada de esto debe ir en desmedro de la vocación de poder y la aplicación de una política de desgaste y erosión del régimen por parte de nuestra Organización, al contrario, únicamente en la aplicación de tal línea es que nos garantizaremos la posibilidad histórica de poder aportar significativamente a la construcción de esa herramienta.

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