30 abr 2008

REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN BOLIVIA

Por Fernando Bossi *

Bolivia indígena

La cultura indígena del actual territorio boliviano se remonta a más de 5000 años. La cultura tiahuanaco, floreciente en las centurias del 600 al 800 de la era cristiana, fue escenario, en enero del 2006, de la ceremonia donde el presidente Evo Morales celebró, con los pueblos originarios y un día antes de la toma del gobierno en el Palacio Quemado de la Paz, el triunfo popular que lo llevó a la primera magistratura.

Se calcula que entre el 55 y el 60 por ciento de la población en Bolivia es indígena. Quechuas y aymaras constituyen la gran mayoría de esa población; chiquitanos, guaraníes, ayoreos, guarayos, pausernas, chiriguanos y otros grupos menores le siguen en importancia numérica. Los primeros se ubican en el altiplano y valles, los segundos en el oriente boliviano. El resto de la población es mestiza, una pequeña minoría es blanca.

El 60 por ciento de la población vive en las ciudades, el 40 por ciento en el área rural. Bolivia tiene una superficie total de 108 millones de hectáreas de las cuales 72 millones no sirven para la agricultura ni la ganadería. De las 36 millones de hectáreas aptas para las faenas agropecuarias 32 millones están en manos de 40.000 empresas medianas y grandes. Solo 4 millones de hectáreas quedan para los más de 500.000 campesinos pobres, casi en su totalidad indígenas.

Hace algunos meses, el Ministro de Tierras Alejandro Almaraz informó que 17 familias, personas y empresas, detentan 512 mil hectáreas de tierra en el rico departamento de Santa Cruz.

Surcofundio, minifundio y latifundio, son términos que expresan formas de propiedad de la tierra que delatan la injusticia social que sufre el pueblo boliviano y en particular la población indígena.

Nace la “hija predilecta del Libertador”

Bolivia nace en 1826 como corolario de la guerra contra el colonialismo español. Todos sabemos que el Libertador Simón Bolívar se opuso en primer momento a la conformación de un país independiente con las provincias del Alto Perú (así se denominaba a la región que constituía parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata). Más por iniciativa del Mariscal Sucre se llevó a cabo un congreso que decidió por la independencia, denominando al nuevo país con el nombre de Bolivia, en homenaje al Libertador.

Los Libertadores expulsaron a los colonialistas y la oligarquía expulsó a los Libertadores.

Poco tiempo duró Antonio José de Sucre en la presidencia de la nueva república. Si bien su gobierno fue ejemplar en todos los aspectos, la oligarquía boliviana conspiró de tal forma que logró apartar al Mariscal de Ayacucho de la presidencia, echando por tierra todos los decretos revolucionarios emanados de Bolívar y de las medidas progresistas asumidas por Sucre.

La oligarquía boliviana así, alcanzaba su doble objetivo: expulsar a la burocracia española y también a los libertadores del colonialismo. Toda Bolivia se convertía en una gran hacienda y campo minero para usufructo de unas pocas familias aristocráticas.

De ahí en más, la “hija predilecta del Libertador” quedó sumergida al arbitrio de una clase dominante sustentada en la explotación del indio y el pueblo en su conjunto. Tupac Catari, Pedro Murillo, Manuel Asencio Padilla, Bartolina Sisa, Miguel Lanza, Juana Azurduy, Idelfonso de las Muñecas, Vicente Camargo y tantos patriotas y revolucionarios que dieron su sangre por la liberación, pasaron al olvido por la acción de los dueños de las minas y las haciendas. El último intento por retomar las banderas bolivarianas, llevado adelante por Andrés de Santa Cruz al constituir la Confederación Peruano-Boliviana, también fracaso ante la conspiración de las elites. Esa misma oligarquía, que históricamente traicionó, se vendió al extranjero y explotó a su pueblo, es la que hoy atenta contra el gobierno legítimo de Evo Morales.

El saqueo de Bolivia

Primero la plata, luego el estaño, más tarde el gas y el petróleo, siempre los recursos naturales, fueron, durante más de 500 años saqueados por la oligarquía en complicidad con los imperios de turno (España, Inglaterra y Estados Unidos). Bolivia así, en ese camino de explotación y atropello, perdió su salida al mar ante la feroz embestida de la oligarquía chilena. Luego se desangró en una guerra contra Paraguay inventada por las petroleras Standard Oil (la actual Exxon de Estados Unidos) y la Shell (Inglaterra). Más de 200 mil muertos, entre paraguayos y bolivianos, regaron con su sangre el inhóspito territorio del Chaco, donde las empresas imperialistas pensaban que había petróleo.

Salvo breves interregnos, cuando gobernó “el tata” Isidro Belzú, protector de indios y pobres, la insurrección indígena y campesina de Wilka Zárate, los brevísimos gobiernos nacionalistas de Germán Busch, David Toro y Gualberto Villarroel, Bolivia fue una factoría anglo-estadounidense que producía estaño, a costa del trabajo semi esclavo, para las metrópolis capitalistas. El nombre de Simón Patiño, principal dueño de la minería boliviana, quedó grabado en la memoria del pueblo como sinónimo del diablo y su perversidad.

La Revolución Traicionada

La Revolución Boliviana de 1952, conducida por el Movimiento Nacionalista Revolucionario, MNR, logró nacionalizar las minas y llevar adelante una tímida Reforma Agraria. El MNR en el poder alcanzó algunos avances en la inclusión social del sector mayoritario y más postergado de la sociedad: los indígenas. Pero poco a poco, a través del constante accionar de la oligarquía y el imperialismo, la revolución fue desdibujándose hasta terminar traicionando los postulados fundacionales.

Nuevamente la oligarquía se enseñoreaba sobre la sufrida Bolivia. Gobiernos entreguistas, dictaduras sangrientas, fuerzas de “izquierda” que ni bien llegaban al gobierno mutaban en derecha, fue la constante de las últimas cinco décadas de historia (seguramente con la excepción del brevísimo gobierno de general Torres). El colmo: el gobierno de Gonzalo Sánchez Lozada, presidente por el MNR ya neoliberal, que ni siquiera sabía hablar bien el idioma español, ya que había sido educado en Estados Unidos y pronunciaba el castellano con fuerte acento inglés.

Consenso Washington y resistencia popular

Este gobernante, Sanchez Lozada, fue quien llevó a último extremo la aplicación del Consenso Washington en Bolivia: privatizaciones, fuga de capitales, extranjerización de la economía, concentración de las riquezas, etc.

Pero ante tanta entrega, los movimientos sociales, que siempre resistieron al modelo de explotación, fueron ganando en madurez y organización. La vanguardia aparece en la región del Chapare, departamento de Cochabamba, donde se planta la hoja de coca y se vende a precio superior a otros cultivos. Allí es donde fueron a parar, expulsados por la miseria, el minifundio y la desocupación en las minas, infinidad de trabajadores mineros y campesinos del occidente boliviano. La experiencia sindical aportada por estos nuevos trabajadores del Chapare ayudó a la constitución de poderosas federaciones sindicales campesinas. Uno de los principales dirigentes que encabeza esas nuevas organizaciones combativas es Evo Morales Ayma.

Evo Morales

Combatidos por los gobiernos de turno y desde la embajada de Estados Unidos, con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, los cocaleros resistieron heroicamente la intervención de las fuerzas de seguridad del Estado y de los agentes de la DEA. Hechos heroicos de todo un pueblo en lucha se dieron sucesivamente. El nombre de Evo Morales y los cocaleros recorría Bolivia como sinónimo de rebeldía, lucha por la justicia social y defensa de los recursos naturales.

El resto de la historia es reciente y conocida. La Guerra por el Agua en Cochabamba, la Guerra del Gas en todo el territorio, la defensa de la coca y los recursos naturales, el estallido social que echó al presidente Sánchez de Lozada y la constitución del Movimiento al Socialismo como instrumento político de las fuerzas sociales, fueron jalones que allanaron el camino para que Evo Morales llegara a la presidencia por el voto popular en diciembre de 2005.

Revolución Democrática y Cultural

El primer indígena que llega a la presidencia en Sudamérica fue un dato que preocupó a las oligarquías de la región, como asimismo al Pentágono. Desde el primer día en que asumió Evo Morales, 22 de enero de 2006, la contrarrevolución se puso en marcha. Nacionalización de los Hidrocarburos, Reforma Agraria, redistribución más equitativa de las riquezas, llamado a una asamblea constituyente, incorporación al ALBA, política soberana y dignificación de los sectores más desprotegidos provocó la ira de las clases dominantes bolivianas.

La contrarrevolución

La contrarrevolución plantó su centro de operaciones en el departamento de Santa Cruz. Este departamento del oriente boliviano (9 departamento constituyen Bolivia) es el más extenso en superficie (casi 1/3 del territorio nacional) y su capital, Santa Cruz de la Sierra es la ciudad más poblada (1.200.000 habitantes contra 800.000 de La Paz y 1.000.000 de El Alto). A su vez, el departamento de Santa Cruz lidera a otros tres departamentos también del oriente, que juntos constituyen la llamada “Media Luna”: Santa Cruz, Tarija, Pando y Beni.

La “Media Luna” es la región donde más se concentran las riquezas del país: hidrocarburos, ganadería, agricultura y madera. La decadencia de la minería, la explotación de hidrocarburos y los productos agrícolas-ganaderos para la exportación, trasladó de occidente a oriente el polo de riquezas. El 44% del PBI de toda Bolivia lo aporta esta región. En consecuencia, la nueva oligarquía boliviana se concentró mayoritariamente en esa localidad, centro operativo de sus negocios y del quehacer político.
La “Media Luna”

Como nueva ciudad importante (la pujanza de Santa Cruz se remonta solo a las últimas décadas), mantiene a una oligarquía tradicional que no se mestizó con el enorme componente indígena del occidente. El “camba”, como se denomina al santacruceño, es blanco, descendiente de españoles o de inmigrantes europeos y profundamente racista. El desprecio al indio, sea quechua, aymara, chiquitano o guaraní es lo que los caracteriza como clase dominante.

Las “autonomías”

El pretexto para derrocar al gobierno de Evo entonces, es el tema de las “autonomías”, que quiere decir: no dejarse gobernar por los indios de occidente. Si el país ya no es más de nosotros –analizan- nos separamos y constituimos nuestro propio país; para los indios el occidente, el altiplano pobre; para nosotros el oriente rico y pujante. Esta idea es apuntalada permanentemente desde la embajada de los Estados Unidos y la Confederación Internacional por la Libertad y Autonomía Regional, CONFILAR, suerte de internacional latinoamericana que nuclea a los máximos exponentes de las oligarquías zuliana, guayaquileña y santacruceña.

Por lo tanto el tema de las “autonomías” no es una cuestión de carácter político administrativo; sino profundamente político. Lo que se está discutiendo es el tema del poder, o mejor dicho de quien ejerce el poder en Bolivia.

El Plan inmediato

En atención a lo anteriormente expuesto, los antecedentes racistas y la superexplotación a que ha sometido al pueblo boliviano, esta oligarquía se expresa cotidianamente con una metodología fascista, que hay que tener en cuenta a la hora de evaluar futuros escenarios.

El referendo autonómico que se plantea para el 4 de mayo próximo, puede poner al país hermano al borde de una guerra civil. Probablemente esa oligarquía no pretenda llegar a ese extremo, pero sí intenta producir un “baño de sangre” o una gran conmoción interna, para exigirle al presidente Evo Morales a presentar una “renuncia digna”, con la excusa de pacificar al país y evitar su desmembramiento. En síntesis, el objetivo inmediato es presionar para que Evo renuncie, en un “gesto patriótico”, para cambiar así la correlación de fuerzas.

El actual “empate”

Varios analistas e intelectuales caracterizan el momento actual como un empate entre la revolución y la contrarrevolución. La puja entonces es por el desequilibrio de uno de los actores en juego. La oligarquía pretende entonces desequilibrar esta situación buscando la ventaja para sus intereses, voltear al “indio Evo” y negociar con sectores más “potables” y conciliadores. La extorsión permanente es la posibilidad de dividir el país apelando a un supuesto derecho de “autodeterminación de los pueblos” que le daría una fachada “democrática”, cuando realmente es una excusa para la desestabilización del gobierno democrático y popular. La maniobra de la contrarrevolución es excesivamente peligrosa para ambas partes.

Separatismo y geopolítica

Asimismo se suma un nuevo elemento que podrían acelerar los tiempos de la intentona separatista. Las elecciones del 20 de abril en Paraguay dieron el triunfo a Fernando Lugo. Es pública la simpatía del sacerdote paraguayo con el presidente Morales y eso más que preocupa al gobierno estadounidense. Una importante frontera común hace que dos gobiernos progresistas puedan avanzar en un proceso de integración y complementación de inédita potencialidad. Quienes justamente limitan con el oeste paraguayo son los departamentos de la “Media Luna” boliviana. La doctrina del “Estado Tapón”, manejada por el imperialismo en varias oportunidades (caso Uruguay) vuelve a aparecer en el horizonte de la geopolítica imperialista, así como pudimos verlo con la reciente separación de Kosovo. No es casual que el actual embajador estadounidense en Bolivia fue uno de los artífices de la “independencia” de Kosovo.

Solidaridad plena y militante

Solo el pueblo movilizado y la solidaridad internacional ayudarán al gobierno popular para enfrentar la embestida oligárquica imperialista. Es fundamental en estos momentos montar una campaña internacional en favor de Bolivia, denunciar la injerencia estadounidense y al fascismo boliviano, cooperar aceleradamente con el gobierno de Evo y poner en estado de alerta y movilización a las fuerzas populares latinoamericanas.

El documento de solidaridad con Bolivia emitido por el Congreso Bolivariano de los Pueblos es claro al respecto: “cada vez más, el destino de nuestros pueblos está íntimamente vinculado”. Ningún esfuerzo habrá que escatimar en defensa de Evo Morales, su legítimo gobierno y el pueblo boliviano. Es hora de definiciones, es hora de una contraofensiva popular, que no es otra que la profundización del proceso revolucionario.

* Secretario de Organización del Congreso Bolivariano de los Pueblos, Presidente de la Fundación Emancipación.

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