Juan Giglio y Nico Kobane
Cuando se produjo el quiebre del Lehman Brothers en 2008,
desde nuestro partido aseguramos que comenzaba a plantearse un nuevo escenario político
y económico mundial, ya que la crisis no había impactado en cualquier lugar,
sino en el centro del imperialismo, razón por la cual abarcaría al conjunto del
planeta durante un período muy prolongado.
Desde ese punto de vista no existe ninguna posibilidad de
revertir la debacle sin un aplastamiento del movimiento de masas por parte de
los yanquis o alguna de las principales potencias. Un triunfo estratégico que
les permita imponer una nueva etapa de súper explotación obrera, única manera
de revertir la fenomenal caída de la tasa de la ganancia.
Eso hizo posible el “boom” de los 90, cuando la derrota de
la Revolución Política china, con la masacre de la Plaza Tianamen, le permitió a
los imperialistas yanquis y europeos contar con la existencia de millones de
semi esclavos en cientos de miles de fábricas, que produjeron durante varios años
con un costo laboral mínimo.
Obama no pudo avanzar en ese sentido y cada vez que lo intentó
se vio obligado a “retroceder en chancletas”, debido a la reacción combativa de
los trabajadores y los pueblos de todo el mundo. Por eso, junto al Papa y los
resabios del otrora poderoso stalinismo, se jugó implementar pactos defensivos
para desviar, canalizar o evitar las insurrecciones.
Ese ha sido el objetivo del “5 más 1” firmado con Irán y los
imperialistas europeos o las “Conversaciones de Paz de la Habana” para
desmovilizar a la histórica guerrilla de las FARC. Mientras tata de hacer
funcionar a estos acuerdos, Estados Unidos no puede pasar a la ofensiva en
ninguna parte del mundo, sino todo lo contrario.
La crisis yanqui, que provocó su división en dos grandes
facciones que apoyan a diferentes bandas en Medio Oriente, fue aprovechada por
otros imperios menores -como el ruso o el chino- que salieron a disputarle
zonas de influencia y negocios. Esta situación fue aprovechada por el pueblo
kurdo del norte de Siria, que está llevando a cabo la “Revolución de Rojava”.
Para quienes no entendieron la profundidad del cambio
producido en 2008, la llegada de Obama habría significado el comienzo de la
recuperación capitalista, convirtiendo a los EE.UU. en la “locomotora” de ese
hipotético proceso. Pero el presidente negro no hizo más que profundizar la
crisis, hipotecando al estado y acrecentando la miseria de millones.
El triunfo de Donald Trump, inesperado para los que pifiaron
estos análisis, no ha sido más que la expresión de estos cambios, que empujaron
a millones de desencantados -que antes votaban por los demócratas- a repudiar a
Hillary, Obama y compañía, responsabilizándolos por los despidos, la caída de
los sueldos y la falta de oportunidades.
Trump -que es tan reaccionario como estos y no resolverá
nada- ganó votos realizando promesas que crearon expectativas entre quienes más
sufrieron el ajuste, que no lo votaron para que persiga a chicanos y negros,
sino para que cree millones de nuevos puestos de trabajo y para deje de
entrometer al país en nuevas guerras.
Este gobierno, que es el más débil de la historia de los
EE.UU., explotará -más rápido que tarde- por los aires en la medida en que no
cumpla con estas promesas demagógicas, unificando en la lucha a los
desencantados que lo votaron con los indignados que no lo hicieron, y que ya
empezaron a ganar las calles con el slogan “este no es mi gobierno”.
La fragilidad y contradicciones que golpearán al ejecutivo
conducido por este patético empresario, facilitará e incentivará el desarrollo
de nuevos procesos insurreccionales, beneficiando en los hechos a los revolucionarios,
que contaremos con mejores condiciones para disputar la dirección de amplios
sectores del movimiento obrero mundial.
La existencia de estas condiciones no niega ni relativiza la
violencia con la que enfrentarán las movilizaciones tanto el imperialismo
yanqui, como el europeo y sus lacayos locales, que al verse débiles actuarán
como “animales heridos”, no vacilando a la hora de reprimir con ferocidad a su
enemigo principal, que es la clase trabajadora en lucha.
La etapa abierta con la caída del Lehman Brothers, que con
la asunción del presidente Trump se profundiza y enriquece, será de extrema
polarización entre las fuerzas de la Revolución y la Contrarrevolución. Es que para
las masas no existe ninguna posibilidad de disputar el poder sin la existencia
de un período como el que se avecina.
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