1 abr 2007

URUGUAY NO LOS ENTENDENMOS

La confirmación de que el gobierno del Dr. Tabaré Vázquez hizo suyo un proyecto de ley del diputado de ultra-derecha Daniel García Pintos (Ptdo. Colorado), asestó un nuevo golpe a la masa frenteamplista. La norma, enviada para su aprobación al parlamento, plantea una indemnización económica para los familiares de muertos por la guerrilla y de 26 desaparecidos por dictadura.

Todos metidos en una misma bolsa. El estupor ganó a la militancia de izquierda. El gobierno del Frente Amplio traiciona (y usamos esta palabra con toda prudencia), su propia historia, su propia ética.

El Dr. Vázquez consolida de esta forma una tesis que históricamente fue rechazada por los sectores democráticos -entre ellos la izquierda- del Uruguay: la de los dos demonios. Por el contrario, esta es la teoría que defendieron históricamente los militares represores, los ideólogos del fascismo, los partidos de la derecha, es decir, el sector más oscuro de nuestra sociedad. En resumen y casi como caricatura se podría sintetizar así: Uruguay sufrió la pelea de guerrilleros malos contra militares malos. Ello desembocó en una dictadura de más de una década. Por eso, según la tesis, hay que indemnizar a las víctimas de ambos bandos, así se logrará la paz, se olvidarán los enconos del pasado y todos seremos felices. Esta es una simple expresión de esta endemoniada visión histórica. Es una forma de falsear los hechos, la historia, de consagrar una lectura del pasado uruguayo tramposa y deliberadamente mentirosSA.

Vayamos a la realidad. En el Uruguay de los 60 el avance de la unidad popular daba pasos sustanciales. La oligarquía lo sabía y se preparó. Armó (en todos los sentidos) a sus expresiones políticas y militares para el golpe que tarde o temprano daría. En ese marco nació el MLN-Tupamaros, grupo guerrillero que se distanció del resto de la izquierda y se lanzó a la realización de acciones directas. Protagonizó hechos espectaculares que pusieron en evidencia los niveles de corrupción en el Poder. Luego pasaron a una fase de lucha armada. En tanto, dentro del Estado se fueron formando los Escuadrones de la Muerte, grupos parapoliciales especialmente adoctrinados para la represión sin límites. Con el apoyo de Estados Unidos y sus aliados, comenzaron a dictarse en Uruguay selectos y clandestinos cursos de torturas, usando como "conejillos de indias" a mendigos y prostitutas que fueron sometidos a crueles tratamientos para enseñar las más refinadas técnicas de maltrato físico y psíquico. Todo esto antes de la dictadura, cuando con el pretexto de la lucha antisubversiva se actuaba cada vez con mayor impunidad. Las fuerzas de seguridad arremetieron contra todas las organizaciones populares, armadas o no.

Así fueron asesinados obreros, estudiantes y militantes de izquierda. Para 1972 las propias fuerzas represivas proclamaban su victoria y se enorgullecían; efectivamente el movimiento guerrillero había sido derrotado. Pero no habían logrado detener el avance de las organizaciones de masas expresadas en la central obrera CNT, en el recién nacido Frente Amplio y en otras conformaciones sociales. Para liquidar definitivamente toda manifestación de dignidad popular, el 27 de Junio de 1973 (con el pretexto de combatir la subversión, que ya habían declarado derrotada), se barren con las ya descaecidas instituciones democráticas y se instala una dictadura lisa y llana. La oligarquía y sus asesinos tenían las manos libres.

Allí comienza otra etapa del largo calvario que sumió a los uruguayos en el miedo la prisión, el exilio, la muerte y eso tan raro y desconocido para esta sociedad: la desaparición forzada. La maquinaria del Estado antes y más aún después de instalada la dictadura, implementó una organizada y sistemática violación de los derechos humanos. El Estado se volvió contra su propia sociedad. Victimas del horror fueron los guerrilleros que pagaron con creces los delitos que pudieran haber cometido. Pero también quienes no lo fueron, quienes no habían empuñado otra arma que el discurso y sus ideas.

Es decir, nos encontramos frente a la máxima expresión del terrorismo: el del Estado. Por ello ofende a la ética que el gobierno frenteamplista meta y entrevere todo en una misma bolsa. Consolida la doctrina y teoría que siempre rechazó.

Es como si los desaparecidos volvieran a desaparecer; como si los muertos volvieran a morir...
Y la responsabilidad es nada menos que de aquellos que llegaron al gobierno gracias a la entrega de esos luchadores. Con esta compensación económica, el gobierno de Vázquez, pretende consolidar la paz y restañar las heridas. Esta argumentación merece un solo calificativo: es patética. Mientras se piden gestos de generosidad a las victimas de la dictadura y a sus familiares, los militares siguen escondiendo sigilosamente la información de lo ocurrido con los detenidos desaparecidos. Mientras se pide grandeza, las viejas y viejos se nos mueren sin saber que paso con sus hijas, con sus hijos. Reconciliación? Hoy jóvenes se preguntan que fue de sus padres y madres.
No hay respuestas.

Las reacciones no se hicieron esperar. En una encuesta radial realizada en una FM de izquierda, una de las radios más escuchadas en Uruguay, la audiencia fue unánime en rechazar la iniciativa y señalar su desilusión por esta medida gubernamental.

Los mismos oyentes que mayoritariamente defienden al gobierno en otros temas, usaron expresiones como "desilusión", "tristeza", "bronca", "perplejidad", "rabia", "decepción", "dolor", para relatar su estado de ánimo. Las pobres argumentaciones del vicepresidente Rodolfo Nin Novoa explicando la actitud gubernamental, aumentaron los decibeles de la indignación. En la misma emisora, Luisa Cuesta de la organización Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos reconoció que para ella esto fue un "golpe" y rechazó tajantemente el proyecto de ley. Se espera una dura resistencia de la militancia frenteamplista y de las organizaciones de derechos humanos a este macabro proyecto de ley.

Nos queda flotando una pregunta: ¿a qué juega el gobierno de Tabaré Vázquez? ¿Dónde y cuándo se perdió el rumbo, la memoria y la ética? No lo entendemos.

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