Luego de años de permanecer prófugo, mientras tomaba mate tranquilamente en su casa, fue detenido el ex policía Jorge Miño, uno de los tres asesinos que acribillaron a Agustín Olivera (26), Oscar Aredes (19) y Roberto Argañaraz (24) el 8 de mayo de 1987 en la Masacre de Budge.
Como siempre que cae un represor, decimos que es bueno que esté preso. Pero no pasamos por alto que fue el Estado argentino el que garantizó impunidad a este policía durante 19 años, manteniéndolo primero excarcelado, y finalmente, después de la tardía y leve condena a 11 años de prisión que quedó firme en 1998, cubriendo su profugación, gobierno tras gobierno.
Es la misma impunidad de la que gozan la gran mayoría de los asesinos de uniforme que cada día y medio asesinan un pibe más. Tomando en cuenta el duro trabajo que se da el kirchnerismo para legitimarse a través de los derechos humanos, decimos que este gobierno, que ahora se vanagloria de que Miño cayó preso, es el mismo en que se consumaron más de 500 de los 2.000 casos de asesinatos institucionales que registramos desde 1983. Y ya que están haciendo buena letra, ¿qué tal si los agarran a Balmaceda, Farese, Rojido, Garay, Zalazar, Palleroni, Olivera y tanto otro prófugo policial que tienen por ahí?Mientras uno de los responsables de un emblemático caso va preso, tantos otros continúan trabajando en las fuerzas represivas o como seguridad privada, bien lejos y protegidos del juicio y castigo. La lucha que se dio durante estos 19 años no es sólo por el encarcelamiento de los asesinos, sino principalmente para desnudar ante nuestro pueblo la estrategia represiva que asume el Estado en tiempos de democracia, previniéndose de la organización y resistencia de un pueblo que sufre la profundización de los ajustes y la explotación. Así, la policía realiza la tarea de infundir el terror en los sectores más propensos a la organización y enfrentamiento al sistema y el Estado legitima esa represión garantizando la impunidad y el ascenso en las fuerzas a los asesinos.
Nos alegra que Miño por fin esté preso, y no haya disfrutado de 30 años de libertad como los que disfrutó Etchecolatz, pero nuestro país está lleno de Miños y la única manera de parar la represión no es esperando a los juicios o el encarcelamiento, sino organizándonos y peleando contra la represión actual en cada barrio y tras cada caso de una persona asesinada por el Estado.
BASTA DE REPRESIÓN, TORTURAS Y GATILLO FÁCIL.
CORREPI
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