Domingo Riorda.
Argentina.
La reunión de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner con la delegación del Episcopado de la Iglesia Católica Romana fue una fuerte señal del cambio de actitud hacia el gobierno nacional por parte de la dirigencia católico romana.
Finalizado el encuentro del jueves 27, en la Casa Rosada, el vocero del Episcopado, presbítero Jorge Oesterheld, insistió ante los y las periodistas sobre el carácter protocolar de esa reunión –“saludo protocolar” lo llamó- que fue pedida por motivo de la elección de la nueva Comisión Ejecutiva del Episcopado en la última Asamblea Plenaria de ese organismo.
Ese cuidado de Oesterheld para encuadrar la reunión Presidenta-Episcopado, se engarza con el realizado por el obispo Jorge Casaretto en relación con el documento “Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016)”, aprobado en la mencionada Asamblea Plenaria del Episcopado.
Dado que en ese documento se analizan situaciones negativas del quehacer nacional y los medios lo relacionaban con una crítica al gobierno, Casaretto insistió en repetidas ocasiones que no era esa la verdad, pues el documento se refería a todo el marco de actores del país.
Si bien la mayoría de los medios de comunicación siguieron con su idea de que era una critica al gobierno de turno, la actitud de Casaretto marca la intención del Episcopado de ir blanqueando la relación con el Gobierno flexibilizando sus propias declaraciones. Antes de la Asamblea no hubiera usado su tiempo en ese intento más que una o dos veces.
Sobre ese estilo informativo mediático es que Oesterheld se preocupó por aclararlo. AICA, la agencia de noticias católica romana local, da a conocer ese gesto del vocero episcopal diciendo que “Sin embargo, precisó que no hay una ¨distancia¨, como se plantea desde los medios, que la Iglesia, no es la oposición, ni debe ponerse en ese papel, ni tampoco en el papel del oficialismo.”
La dirigencia de la ICR no es monolítica aunque se presenta ese se estilo, de otra forma dejaría de ser lo que es hoy. Se puede presumir que los sectores “moderados” hacia el gobierno nacional influyeron en el cambio de estrategia. No piden que se hable bien de él, pero si limar ciertas asperezas que provienen de la historia reciente y de personalismos de ambas partes.
La gestión de Néstor Kirchner, como presidente de Argentina, marcó un hito importantísimo en la defensa de los DD.HH. y el rescate de sectores contrarios a la Dictadura del 76 que aun estaban soslayados. Evidente que eso le traía problemas a la ICR que aún seguía identificada a los sectores represivos y hacia su interpretación de la “reconciliación” como el gesto salvífico para el país.
Esa etapa ya fue y quedó como gananciosa para el país. Así que ahora, en el documento del Bicentenario, el término que más se repite es el del “consenso” que, si bien hay que conversar sobre que se entiende por tal cosa, ya no es la irritante “reconciliación” que tiene una gran dosis de sumisión al poderoso.
Por otra parte, el Episcopado de la ICR debió tomar en cuenta que era necesario rever el rol de su Presidente, Jorge Bergoglio ante el hecho de que ya no estaba Néstor Kirchner como Presidente.
Desde lo personal, Jorge y Néstor son iguales. Responsables de sus convicciones, del cargo que ocupan y celosos del poder que le toca ejercer. Kirchner es confrontativo, explosivo. Bergoglio cuida las palabras y los gestos en el esquema de la diplomacia tradicional, bien vaticana. Estas son actitudes estratégicas y tácticas, pero los dos son iguales así que la “distancia” entre ellos era un hecho, menos en lo “formal”, pues Néstor Kirchner como presidente siempre atendió al Episcopado cuando se le pidió una reunión.
Bergoglio hace tiempo que dejó de emitir criticas hacia el gobierno nacional. Aun más, si bien es casi indudable que apoyó a Macri y al sector propietario rural, es cierto que se movió con mucha sutileza y que ambas cosas no son fáciles de probar.
Asumió el cambio de lugar de los Te Deum. Sabe de la mesura del gobierno nacional en los asuntos de sexo como el aborto, que está en discusión, pero no avanza en cuanto a la legislación; que deja hacer a la justicia en casos de curas u obispos que están ante los estrados judiciales; que solucionó el asunto del embajador ante el Vaticano, que el Vaticano aflojó y se retrajo de la creación de las dos diócesis en el Sur que dejaban de lado Las Malvinas, también que lo del Obispo Baseotto quedó en punto muerto por ahora.
En fin, una serie de hechos visibles y sutiles por lo que Bergoglio cambió su actitud y se mostró más comprensivo hacia la gestión presidencial. Un año atrás, en la primera oportunidad que se reunieron, Bergoglio le regaló a Cristina una medalla de la virgen Desatanudos, de la cual Bergoglio es muy fiel y promotor. Ahora no llevó ningún regalo. De la sugerencia “le recomiendo esto” pasó a la neutralidad. De no mencionar nada bueno sobre el gobierno, en esta oportunidad el Cardenal coincidió con la Presidenta sobre la crisis económica mundial, el cuidado del empleo, la promoción de la cultura del trabajo y la felicitó por la campaña contra el narcotráfico. No es poco en este tipo de reuniones.
La invitación a la Presidenta para que asista a un ceremonia religiosa, un misa, también fue muy bien escogida. Se trata de de los 30 años de cuando Juan Pablo II intervino en el conflicto con Chile. También bien presentada. La ceremonia será dirigida por Bergoglio, pero la predicación estará a cargo de Casaretto que, según se comentó, ya tiene un hilo conductor cuyo eje será el encuentro de la paz y como preservarla. Luego de la ceremonia la Presidenta tendrá la oportunidad de hablar.
La flexibilización de la dirigencia católica romana hacia el gobierno nacional es un bien para el país. No hay que esperar grandes hechos. Los cambios de actitudes son lentos. Aprender a conversar no es fácil, más cuando la tradición impone criterios de épocas donde privaba el monólogo.
FUENTE: ECUPRES
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