26 jun 2008

ASAMBLEAS DEL PUEBLO: EDITORIAL DE “ASAMBLEAS EN RADIO”

Jueves 26 de junio.

Mientras el pueblo que lucha recuerda un nuevo aniversario del asesinato impune
de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, la pelea entre los productores agrarios y el gobierno kirchnerista ha abandonado las rutas y se ha trasladado al Congreso y a sus alrededores.-
Esta pasajera disminución de la tensión política nos permite reflexionar, en este día tan especial, sobre las complicidades y las sociedades que se ocultan detrás del poder.
Los años transcurridos desde la Masacre de Avellaneda no han servido para que la justicia pueda saldar aunque sea una de las dolorosas causas en las que el pueblo recla
ma, infructuosamente, el castigo de todos los responsables de la represión.
Encarcelado el par de esbirros que ejecutó las ordenes, el régimen político cerró filas para sepultar cualquier intento de llegar a quienes dieron ésas ordenes. Y no resulta sorprendente encontrar en ésa cadena de encubrimiento y complicidades a personajes de gran vigencia en la vida política e institucional de nuestro país.
Felipe Solá gobernaba la provincia de Bs. As. y, en consecuencia, era el jefe del operativo policial diseñado por Aníbal Fernández para liberar el puente.El ex agente de la SIDE y ex ministro Juan José Alvarez, Alfredo Atanasoff y el jefe de los servicios de inteligencia, Carlos Soria, formaban parte de la mesa chica del Gobierno de Duhalde que, pocas horas antes de la masacre, tomó la decisión de escarmentar a los piqueteros.
No sorprende, al mirar la breve e incompleta lista que leímos, la plena vigencia de todos estos personajes y su ubicación dentro de las distintas camarillas del peronismo
en cualquiera de sus versiones. Tampoco puede sorprender, entonces, el patético doble discurso del gobierno kirchnerista que utilizó la bandera de la justicia para atraer inge-´
nuos y, paralelamente, trabó cualquier intento de la querella y los familiares para que se ahondara la investigación y llegara a sentar en el banquillo a los que dieron las ordenes.
Como dijo, en estos días, Alberto Santillán, el padre de Darío, Néstor Kirchner
y su gobierno no sólo defraudaron todas las expectativas de los familiares y de las orga-nizaciones sociales y de DD.HH. sino que, en su cinismo, fueron más allá y utilizaron la causa para cooptar y dividir la organización que Darío integraba y dirigía.
Vale el recuerdo de los hechos para abonar la memoria y fortalecer el reclamo de justicia. Pero, vale, también, para analizar los hechos que se están sucediendo en nuestro país en los últimos meses, porque, en lo esencial, éste partido peronista que ya no puede exhibir mártires sino víctimas de su accionar, sigue comulgando con las mismas prácticas y yendo a misa con los mismos feligreses con los que iba Duhalde.
Un sinceramiento que sepulta los dobles discursos se ha producido en la vida política del país con la asunción de Néstor Kirchner como jefe de ése mismo partido justicialista, homicida de Darío y Maxi, y entronado por los mismos caciques duhaldistas que aplaudieron esos asesinatos y por algunos nuevos capangas –como Luis D Elia- que se especializan en amedrentar a los nuevos opositores.
No es casual que el alineamiento del kirchnerismo con los matones duhaldistas y la nueva patota piquetrucha se produzca en momentos en que el régimen peronista K
se enfrenta a su mayor y más serio cuestionamiento desde que asumió. Más aún, podría decirse que, desde la crisis del Puente Pueyrredón, que le costó el gobierno a Duhalde, hasta ahora, nadie ni ningún sector social había enfrentado al nuevo pejotismo con la tenacidad con la que ésta pueblada del interior lo está haciendo.
Por eso es que Kirchner no se sonroja de vergüenza al verse rodeado por tan tristes personajes; es que, para él, es más preocupante la soledad y el aislamiento que las malas compañías. En la crisis, Kirchner prefiere estar mal acompañado antes que estar sólo. Quien hasta hace poco fuera el profeta de la nueva política, hoy adora las manifestaciones de utilería, las adhesiones a precio fijo, las loas de intelectuales prósperos sin laureles conocidos, las encuestas tan truchas como el diario de Hipólito Irigoyen, el tibio aplauso de reglamento y la batucada profesional de los TULA de hoy en día, al silencio y el vacío de los palacios donde los patriarcas frustrados aguardan el paso del camión de la historia sin más compañía que su propia imagen al espejo.
Sin embargo, la realidad es tenaz y se cuela entre las fantasías de un poder que, Kichner lo sabe, se le escurre de las manos todos los días. Valga un ejemplo: la proliferación de carpas kirchneristas en la Plaza del Congreso no ha podido atemorizar a la gente común, la gente que escribe la historia, que se reúne de a centenares ante la carpa chacarera para vitorear –no a la Sociedad Rural, como pretende el kirchnerismo-, sino a Alfredo de Angelis, transformado en el incipiente referente de la PROTESTA URBANA.
Ayer mismo, por la noche, varios miles de porteños aguantaron el frío hasta poder escuchar un combativo discurso del dirigente de Gualeguaychú. A pocos metros, en calefaccionadas y confortables carpas K, las sillas vacías miraban los videos que Pepe Albistur provee, mientras dos solitarios pingüinos inflables eran arrastrados por el viento ante la indiferencia porteña.
Un viejo dirigente peronista decía que la lealtad consiste en acompañar al que dirige, en obedecerlo, apoyarlo y seguirlo hasta las puertas del cementerio si es necesario y, si es imprescindible, acompañarlo hasta su sepultura. Pero, decía este
viejo peronista, la lealtad justicialista no incluye enterrarse con el dirigente.
Ante un país en rebelión, muchos de los que acompañan al kirchnerismo en su viaje sepulcral están preguntándose si no ha llegado la hora de bajarse del cortejo.
La actual discusión parlamentaria sólo puede servir al país si, como primer paso, deroga el decreto 125 y suspende la vigencia de las retenciones mientras de logra avanzar a un acuerdo consensuado.
Tal vez éste sea el momento de responder ésa pregunta.

RUBEN SABOULARD

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