El Tribunal Oral Federal Nº 1 de Córdoba dispuso que los suboficiales Carlos Díaz, Luis Manzanelli, Oreste Padován y el agente civil de inteligencia Ricardo Lardone también deberán estar tras las rejas de por vida, junto al genocida Luciano Benjamín Menéndez. En tanto, el coronel Hermes Rodríguez, el capitán Jorge Acosta y el suboficial Carlos Vega fueron condenados a penas que oscilan entre los 18 y 22 años de cárcel.
El general Luciano Benjamín Menéndez; el coronel Hermes Oscar Rodríguez ; el capitán Jorge Ezequiel Acosta ; los suboficiales Luis Alberto Manzanelli , Carlos Alberto Vega , Carlos Alberto Díaz y Oreste Valentín Padován , y el agente civil de inteligencia Ricardo Alberto Ramón Lardone fueron llevados a juicio por el secuestro y torturas en el campo de concentración La Perla y por el homicidio de cuatro militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Horacio Brandalisis, Hilda Flora Palacios, Carlos Lajas y Raúl Cardozo fueron detenidos a principios de noviembre de 1977 y asesinados a mediados de diciembre del mismo año, masacre que intentó hacerse pasar como un enfrentamiento armado.
Estos cuatro casos, crímenes cometidos en el mayor centro clandestino de detención de Córdoba, fueron los primeros en ser juzgados desde la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Paradójico pueda sonar que sólo fueron enjuiciados los represores por el secuestro, el tormento y la ejecución de cuatro militantes cuando por La Perla pasaron más de 2200 detenidos- desaparecidos, siendo un campo en donde se llevó adelante un exterminio comparable con el ejecutado en Campo de Mayo y la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA).
Por cuatro casos fueron elevados a juicio ocho represores, entre los que se encuentra Menéndez, el Jefe del Tercer Cuerpo de Ejército que ejercía su control sobre diez provincias. Si bien la elevación a juicio se hizo por un puñado de casos que impide tener una percepción del genocidio cometido en Argentina, no resulta un dato menor que uno de los sentenciados sea uno de los jerarcas de la dictadura militar.
Centro Clandestino de Detención La Perla
Conocida también como La Universidad, La Perla comenzó a funcionar como campo de concentración y muerte en 1976 y mantuvo esa función hasta entrado el año 1979. En ese momento, sus instalaciones fueron modificadas pero aún así los pocos sobrevivientes del horror pudieron reconocerlo y dar testimonio sobre las atrocidades allí cometidas. La Perla estaba ubicada en las afueras de Córdoba capital, apostada sobre la ruta que une esta ciudad con la turística Carlos Paz, y ocupaba dos de las 36 hectáreas destinadas al cuartel del Escuadrón de Caballería Aerotransportada Nº 4 del Tercer Cuerpo de Ejército. El centro de detención constaba de cuatro galpones, uno denominado La Cuadra que era donde alojaban a los prisioneros. Allí "se amontonaban a los secuestrados hombres y mujeres, en colchonetas de paja", relataron ex detenidos-desaparecidos a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CoNaDeP).
En un extremo de La Cuadra estaban las salas de torturas que ostentaban un cartel muy gráfico: "Sala de terapia intensiva- No se admiten enfermos". Idea que fue explicada hábilmente en Poder y desaparición por la ex detenida y politóloga Pilar Calveiro y aplicada a la sociedad argentina que funcionó como un gran centro de detención. "Las tres Armas asumieron la responsabilidad política del proyecto de salvataje. Ahora sí, producirían todos los cambios necesarios para hacer de la Argentina otro país. Para ello, era necesario emprender una operación de "cirugía mayor", así la llamaron. Los campos de concentración fueron el quirófano donde se llevó a cabo esa cirugía- no es casualidad que se llamara quirófanos a las salas de tortura-; también fueron, sin duda, el campo de prueba de una nueva sociedad ordenada, controlada, aterrada". En La Perla, la salud venía de la mano de "Margarita", tal como los genocidas habían bautizado a una de las picanas eléctricas.
La jerga del horror se completaba con los "Menéndez Benz", en alusión a los camiones en que trasladaban a los detenidos vendados y maniatados, que eran obligados a arrodillarse delante de un pozo y allí fusilados. En una oportunidad, un campesino vio a Menéndez ordenar el fusilamiento de más de 100 prisioneros y observó cómo los militares iniciaban una gran fogata en el lugar donde yacían los cuerpos masacrados.
Fuentes afirman que a partir de 1977, Menéndez selló un pacto de sangre con sus subordinados, obligando a todos los militares que funcionaban bajo su jurisdicción a mancharse las manos con sangre, a participar del genocidio. Desde ese momento, se fusilaba a tres detenidos por día. Aún así, Menéndez se mantiene hoy en día firme a la teoría de la obediencia debida: "Soy el único responsable de la actuación de mi tropa", se lo escuchó decir en los Tribunales cordobeses.
La Perla fue parte de la maquinaria del horror que se extendió a lo largo y ancho de la Argentina. Los crímenes cometidos en ese centro clandestino, hoy devenido Espacio para la memoria, seguirán impunes en tanto no se reconozca y castigue el genocidio que se perpetró en el país. Aunque el diario Página/12 se jacte de que Menéndez era el "dictador que faltaba", lo cierto es que los genocidas juzgados desde que se anularon las Leyes de Impunidad en 2003 a la fecha no superan la veintena. En tanto, vientos de reconciliación se perciben como augurio del Bicentenario.
25 jul 2008
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