21 jul 2008

EDITORIAL “ASAMBLEAS EN RADIO” lunes 21/julio

Asambleas en Radio” es el programa radial de las ASAMBLEAS DEL PUEBLO
Se emite por CADENA ECO- AM 1530 los lunes y jueves a las 17 hs.
y los sábados a las 11 hs. por AM 570 RADIO ARGENTINA.

CONDUCTOR: FERNANDO MARTIN.

TIEMPO DE MITOS E INCENDIOS.

Por Rubén Saboulard

En medio de la profunda crisis política que atraviesa su gobierno, Néstor y Cris-
tina Kirchner han sido fecundos y creativos en la búsqueda de chivos expiatorios y en la identificación de culpables, instigadores y beneficiarios de su desgracia.
Esta lista de nuevos enemigos está encabezada, como no podía ser de otra mane- ra, por el vicepresidente Julio Cobos, autor del magnicidio del voto en contra en el Se- nado. Desde Cristina hasta Kunkel, pasando por Depetris, D Elia y toda la Guardia de hojalata que rodea al poder, (y decimos “hojalata” porque de hierro eran los guardianes de antes!) se han turnado para amenazar al nuevo Judas y para ofrecerle cuerda y olivo los más sutiles o, en su defecto, balas y saludos para Vandor y Rucci, los más rusticos.
De pronto, Cobos, quién en octubre era el compendio de virtudes republicanas y el elegido por Kirchner para reconstruir un radicalismo progresista, pasó a ser un porta aviones de la IV Flota yanqui y el agente encubierto de cuanto malvado anti kirchneris ta ande suelto, desde Duhalde en adelante.
En la reunión de catarsis con sus legisladores leales –y con la sugestiva ausen cia de su marido-, el pasado viernes, la presidenta incluyó entre los traidores a Reuterman, Rached y Urquía por los senadores y, al ninguneado Solá a la cabeza de los
enemigos en diputados.
Ellos, los que votaron en contra de la Resolución 125, serían los únicos respon- sables de la derrota del gobierno y de la crisis en la que está irremediablemente sumer-
gido el kirchenrismo como corriente politica. Como no podía ser de otra manera, una presidenta que más que tal se comporta como una reina debe tener visiones palaciegas de las crisis, crisis que dejan de ser tales para pasar ser conjuras de súbditos desleales alborotando la corte.
Esta visión de lo sucedido, que parece ser el nuevo discurso oficial, contiene varios problemas que no auguran nada bueno. En primer lugar, al reducir la magnitud y la profundidad del cuestionamiento social al gobierno a la actitud de un pequeño grupo de personas que lo habría traicionado, no sólo se miente a sí mismo para auto justificar se y victimizarse, sino que mantiene vigente el desprecio a la realidad que ha caracteri- zado al kirchnerismo. Resulta difícil entender que Ramón Saadi y Ada Mazza, para dar un par de ejemplos, quienes comerciaron como los mejores fenicios sus votos positivos, o que Pichetto, antiguo escudero blindado del menemismo, sean parte del ejército de arcángeles de la revolución social, mientras que Claudio Lozano y Toty Flores son agentes de la demoníaca oligarquía rural porque se negaron a votar afirmativamente.
Si Julio Cobos hubiese votado a favor del gobierno, no dejaría de ser el conservador radical mendocino, ultracatólico, amigo y socio de Moneta, Manzano y Vilas, defensor de la propiedad privada, las tradiciones y, como él mismo subrayó, de la familia cristiana, que es, al fin y al cabo, lo que ha sido toda su vida.
El problema es que, más allá de las virtudes y defectos y del voto de Julio Cobos, hay una realidad abrumadora que es contundente para todos, menos para la percepción oficial. Y esa realidad es la ruptura de la sociedad con éste gobierno, que aunque se haya expresado alrededor de la protesta agraria no está circunscripta a ella, ni mucho menos, como veremos a la brevedad.
Para quienes prefieren ver la historia en términos personales, más parecida a una novela sobre personajes heroicos, que a la conmovedora lucha social que la empuja y determina, y que es su verdadero motor, han aparecido nuevos traidores, para algunos, y nuevos héroes para otros. Sin embargo, no hay ni unos ni otros. Lo que hay de nuevo en la vasta geografía del país real es que el pueblo argentino ha roto con el gobierno kirchnerista y ha comenzado a marcar, positivamente, el rumbo de la política y de la historia, así como su ausencia, estos cinco años anteriores, permitió que edificaran castillos en las nubes los aprendices de príncipes y sus cortesanos.
Ni Cobos ni Reuterman ni Rached votaron como votaron por amor a la Patria o por un súbito e inesperado ataque de moral cívica. Más aún, tal vez tampoco lo hayan hecho así por esperar recompensas materiales a lo Saadi. Pero es seguro que tuvieron una percepción acertada de lo que podía calmar a la marea humana que atravesaba el país. Porque sí es verdad que la hija de Cobos le pidió, llorando, que votara contra el gobierno si quería volver a caminar por las calles de su querida Mendoza; también es verdad que la anciana madre del senador Rached le transmitió temores parecidos. Y Reuterman ya había experimentado esas preocupaciones, en carne propia, en sus pagos.
Lo que ellos hicieron fue entender que el país ha cambiado, que la oposición era abrumadora y activa, que el acto de Plaza Italia había traído la revuelta agraria a la Ciudad y que si se aprobaba el proyecto oficial el que corría riesgos ya no era, sólo el gobierno, sino el régimen todo. El cacerolazo del 16 de Junio era un antecedente pequeño y cercano pero emparentado con aquellas jornadas de diciembre del 2001 de lo que podía pasar y de lo que se debía evitar, aunque al kirchnerismo le doliera.
Ahora queda por ver si el gobierno comprende, finalmente, que no se trata de una historieta de buenos y malos sino de un profundo cambio en las relaciones políticas.
Se trata de saber si el kircherismo va a emprender los cambios que el pueblo le requiere, comenzando por dejar de hablar de justicia social para empezar, efectivamente, a tomar medidas que avancen a una verdadera reparación de la angustia de los humildes, aumen tando los salarios, las jubilaciones, los planes sociales, atacando la inflación y a los grandes grupos que se benefician con ella.
Si, a pesar de todo, el gobierno persiste en su versión de conjura palaciega sólo va a perder el tiempo en premiar a leales y perseguir a traidores, cuando, en realidad debería preocuparse por el escaso, mínimo margen que le queda para intentar seguir adelante con sus políticas de entrega, hambre y corrupción.
Y decimos esto porque los trascendidos periodísticos del fin de semana, hablan de la inminencia de un tarifazo, un aumento general de los servicios públicos, como medio para equilibrar la pérdida de ingresos que habría sufrido la caja oficial al caerse las retenciones. Si esto sucediera, el kircherismo dejaría al descubierto que la única razón de ésta pelea en la que hemos estado todo este tiempo fue, nada más y nada menos, que por la caja y por más recursos para pagar la deuda externa. Pero, además de eso, si se aplican fuertes aumentos en las tarifas de los servicios públicos, confirmaría- mos lo que muchos estamos presumiendo: ni al Palacio ni a quienes lo habitan han llegado las noticias de que hay, en gestación, una verdadera rebelión popular que no se agotó con voltear la resolución 125.
Sólo a los incendiarios se les puede ocurrir jugar con fuegos de artificio cerca de los polvorines pero, es posible, que el kirchnerismo en crisis haya ingresado a la etapa piromaníaca de su decadencia. Pronto lo sabremos.

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