El pueblo de Venezuela ha votado, con el No, contra una tentativa de consolidar un régimen de poder personal, el cual constituye una amenaza para la libertad de organización y la independencia de la clase obrera y de sus organizaciones. Tres millones de electores variaron su voto con respecto a las presidenciales de 2006, cuando Chávez ganó con una mayoría del 63%. La tentativa bonapartista de Chávez escindió a su frente político en tres fracciones: una de derecha, encabezada por el general Baduel, una intermedia representada por el gobierno y por la izquierda que se transformó en furgón de cola del nacionalismo burgués, y una tercera de izquierda, que estuvo encarnada por sectores sindicales minoritarios que han venido defendiendo la independencia y organización de la Unión Nacional de Trabajadores, y que llamaron a votar por el No.
La derrota de un referendo convocado por el régimen político de turno es un acontecimiento de características excepcionales, que por lo tanto deja planteada, objetivamente, una crisis de conjunto.
La derecha política del país, que monopolizó la campaña del No, intentará servirse de esta elección para inclinar a una parte del ejército de su lado y abreviar el mandato presidencial de Hugo Chávez. La izquierda debería movilizarse para poner en pie con toda rapidez a los sindicatos independientes y a la UNT, advirtiendo a los trabajadores que solamente sobre esta base podrá haber una salida progresista y revolucionaria a lo que ya se presenta como una crisis de régimen.
El chavismo ha sido víctima de sus propias contradicciones, principalmente entre su pretensión de conquistar la independencia nacional, por un lado, y su política de estrangular la movilización independiente de las masas, por el otro; o entre su planteo de “democracia verdadera”, de un parte, y la tendencia irreprimible a la estatización de la sociedad, en especial de sindicatos, organizaciones populares, y las empresas recuperadas y estatales, de la otra. En oposición a la estatización social de contenido capitalista, la izquierda debería reforzar a partir de ahora la lucha por la autonomía de las organizaciones obreras y el control y gestión obrera de la actividad económica y social.
Es necesario aprovechar la crisis de las tentativas de estatización social para poner a la clase obrera de Venezuela, y en especial a los obreros petroleros, a la cabeza de la movilización revolucionaria.
La crisis política planteada por la derrota de la tentativa bonapartista deja una lección para toda América Latina, y en forma inmediata para Bolivia: los regímenes nacionalistas son una trampa mortal para las masas. El camino de la victoria de la lucha por la independencia nacional (la Unión Socialista de América Latina) pasa por una dirección política obrera independiente.
3 de Diciembre de 2007
Jorge Altamira
Partido Obrero
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