"Sorprendió, sin que le temblara la voz, cuando en la homilía, se refirió a los nuevos tratantes de esclavos que pretenden someter al prójimo. No es una denuncia, aclaró, pero van a recibir una condena terrible. Pedimos para que cambien su corazón, pedimos por ellos, pero también por estos esclavos que son sometidos y después no caben en el sistema y son material de descarte. Ante fieles que lo oían con el corazón abierto, hubo quienes lo aplaudieron en más de una oportunidad al cardenal Jorge Mario, quien siguió con lo suyo: "En el colegio nos enseñan que en la Asamblea del año 1813 se abolió la esclavitud. Cuentos chinos. La única esclavitud no es la de aquellos negros, sino la que nos toca en este tiempo". " (declaraciones del Cardenal Jorge Bergoglio en la misa celebrada en la villa 21-24 y publicadas en el diario Crónica del 21 de marzo)
Sociedad / Edición Impresa de Critica 21 de marzo
Talleres clandestinos
Cuando la vida pende de un hilo
Trabajadores textiles realizaron una marcha para denunciar los lugares donde se trabaja en negro. Critican las inspecciones truchas.
Este año se vienen el violeta, los mini shorts y las polainas. Pero hay modas que no cambian: el trabajo clandestino entre los que hilvanan la moda. Una remera a 25 centavos, una campera a 75, un guardapolvo a 70 y un jogging a 35. ¿Una ganga? ¿Un nuevo índice subinflacionario del INDEC? No, lo que se le paga a los trabajadores del taller textil de Mariano Acosta 879 (Parque Avellaneda) por cada prenda que cosen. Allí trabajan ocho personas y viven cinco chicos sin descansos, documentos ni ventilación. Aunque el portón verde tapa todo. Apenas pasa el hocico de un perro que ladra por una rendija cuando alrededor de 60 personas, que recorrieron el barrio para escrachar a 14 talleres clandestinos, pegan el cartel “Clausurado por trabajo esclavo”. “Yo sabía, yo sabía que a los talleres los cuida la policía”, cantan los manifestantes, muchos de ellos, casi sobrevivientes del trabajo con vida adentro. Víctor Hugo Paco tiene 21 años y llegó de Santa Cruz, Bolivia, a los 14. Y a los 14 empezó a coser camperas y jeans. “Cuando empecé trabajaba de 8 a las 2 de la mañana, imagínese. Ahora sigo cosiendo pero nada más que 12 horas y estoy en aprender las leyes de acá para que me respeten”, cuenta Víctor.Desde que en octubre de 2005 La Alameda empezó a denunciar a los talleres, hubo cambios. Pero la organización que se ocupa de combatir el trabajo esclavo teme que la persecución a la maquinaria que cobra caro y paga barato se corte. Por eso, otra de las consignas de los costureros fue: “Basta de inspecciones truchas”, en alusión al procedimiento realizado el martes 18. Ese día, el gobierno porteño difundió la noticia de que desbarató un taller textil en Tandil 3563. Pero para La Alameda ese procedimiento fue light.“La inspección del 18 de marzo fue un mamarracho y una puesta en escena para no castigar a las marcas poderosas que son económicamente responsables. No se radicó la denuncia penal por explotación de indocumentados, no se les prestó asistencia a las víctimas de trata de personas, no se separó de sus verdugos a los trabajadores esclavizados ni se informó qué fabricantes eran los responsables de la explotación”, dice Gustavo Vera, docente, Presidente de La Fundación La Alameda y vocero de la Unión de Trabajadores Costureros. Nicolás Siseles, Director General de Protección del Trabajo del Gobierno de la Ciudad, replica: “En el taller de la calle Tandil no estaban trabajando grandes marcas. En muchos talleres se hace ropa para La Salada o son imitaciones. Pero si encontramos marcas vamos a ponerlo en conocimiento público. Pero sí encontramos 4.000 camperas confeccionadas y materia prima para 1.000 más con material inflamable, en una propiedad de 50 metros, sin matafuegos y 16 camas para que los trabajadores duerman ahí. Inspeccionamos 58 talleres y suspendimos tareas en alrededor de 13, aunque en siete no nos dejaron entrar y en otros que estaban clausurados comprobamos que trabajaban igual”. Vera también denuncia: “Los talleres que inspeccionaron los macristas cayeron por lo único honesto que hacían: no pagar coimas. En 2005 la policía recaudaba 60 mil pesos por mes. Nosotros hicimos la denuncia por cohecho. Ahora la recaudación bajó, pero siguen teniendo una cajita con los talleres que les pagan para estar protegidos”. José Luis Tarimamani tiene 10 años, nació en Bolivia y vive en la Argentina. Va a quinto grado. Está sentado con un cartel que dice “Basta de coimas y explotación”. Tiene una sonrisa larga y tímida cuando se le pregunta qué quiere ser cuando sea grande. Piensa. Y no piensa en una vida atada por un hilo. “No sé –duda–, pero tal vez quiero ser profesor de plástica”.
24 mar 2008
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