PO 1002 Publicado 26/07/2007
Internacionales
No es otro 'martes negro' más
UNA CRISIS SISTÉMICA
Lo que ocurrió el ‘martes negro’ pasado estaba cantado. Se veía venir luego del hundimiento, en junio, de dos fondos del banco de inversión Bear and Sterns, involucrados en negocios hipotecarios, que dejaron sin pago a sus inversores y acreedores por una suma de unos 10.000 millones de dólares. En esa oportunidad, los bancos que financiaron a estos dos fondos comenzaron a vender los títulos que tenían en garantía, acentuando de este modo la caída del mercado. Todo esto señala que hemos entrado definitivamente en un proceso que debe culminar con un estallido de carácter general. Los principales banqueros son concientes de esto. Un columnista del Financial Times señaló, el lunes previo al derrumbe, que “para evitar que una crisis financiera se transforme en un colapso económico podría ser necesario un rescate. Pero solamente como último recurso. Los bancos que hayan hecho muchos préstamos malos no deben esperar un subsidio gubernamental”. Precisamente, a pesar del desarrollo creciente de la crisis del financiamiento hipotecario, los bancos centrales de Estados Unidos y la Unión Europea se han negado a reducir la tasa de interés, que es la forma clásica de un operativo de rescate financiero, esto porque permite a los grupos afectados pagar sus deudas con nuevos préstamos. Ben Bernake advirtió que, antes que se pueda salir de la crisis hipotecaria, habrá quiebras por un valor de 100.000 millones de dólares. Seguro que se está quedando corto.
El capitalismo contra su ley de la gravedad
La crisis en el mercado de crédito hipotecario ya se ha traslado a otros mercados de crédito. Por lo pronto, los fondos golpeados por la crisis vinculadas a las hipotecas ya son aproximadamente cien. El 23% de los créditos hipotecarios ajustables, que equivalen a 700 mil millones de dólares, se encuentran en “terreno negativo”, lo que significa que son superiores al valor de la propiedad cuya compra financiaron. Asimismo, el ‘default’ sobre hipotecas se ha extendido del medio oeste de Estados Unidos a los estados de Florida y California (The Econmist, 14/7). Los deudores hipotecarios no ham podido hacer frente a sus deudas por el tipo de créditos que contrajeron, que facilitaban los primeros pagos y los recargaba posteriormente.
No debe sorprender que los otros mercados de crédito hayan comenzado a caer y que la tasa de riesgo, que mide la diferencia entre la tasa de interés de un título y la de los bonos de la Tesorería de Estados Unidos, suba en forma constante. Hay una huída de capitales hacia los bonos del Tesoro, no solamente desde Argentina, sino de la mayor parte de las inversiones financieras. Los capitalistas más importantes tratan de poner a buen recaudo su dinero y de liquidar sus inversiones ‘ordenadamente’, antes de que venga el ‘corralito’. El crédito a los consumidores se ha cerrado, lo que abre el rumbo a una recesión. Las tarjetas de crédito están cobrando tasas de interés del 25% anual por los sobregiros.
Hasta ahora los capitalistas creían que habían conseguido ser más astutos que las leyes del capitalismo. Prestaron indiscriminadamente, sin importar la solvencia del prestatario, debido a la abundancia de dinero que había creado la política del dólar ‘dulce’. Pero, además, revendieron esos créditos bajo la forma de bonos u obligaciones, para distribuir el riesgo y para poder hacer nuevos préstamos. Los que compraron estos títulos, cuyo acrónimo es RMBSS, siguieron el mismo razonamiento y los usaron como garantía para obtener una mayor financiación de los bancos para invertir en esos u otros bonos. De este modo, muchos bancos se volvieron a encontrar con los créditos que habían vendido. La propiedad inmueble de usuarios residenciales de pocos recursos sirvió para montar una pirámide decenas y centenas de veces superior al valor subyacente de la propiedad. Por ejemplo, los dos fondos de Bear and Sterns, para potenciar sus ganancias, solicitaron préstamos bancarios por más de 11.000 millones de dólares, apalancando unas 7 veces su inversión inicial de 1.500 millones de dólares (Bloomberg, 18/7). Los bancos que otorgaron financiación para comprar títulos o que vendieron sus préstamos hipotecarios, reconvertidos en bonos, también invirtieron en los títulos y bonos que ellos mismos crearon o ayudaron a crear, haciendo subir la cotización sin el menor fundamento. Las agencias de evaluación no tuvieron empacho en otorgar a estos títulos el mayor nivel de calificación, a cambio de jugosísimas comisiones, con lo cual le dieron nueva manija a esta bicicleta financiera. Ahora que los inversores retiran el dinero de los fondos por temor a las pérdidas, los fondos descubren que esos bonos no valen lo que suponían y que su venta no alcanza para pagar los retiros de depósitos por parte de sus inversores. De la ‘liquidez’ o abundancia de dinero disponible, se pasó, en menos de lo que canta un gallo, a la ‘iliquidez’, es decir que no aparece el dinero para comprar los bonos que los fondos quieren vender.
Hace un mes, dos fondos dedicados a inversiones hipotecarias del banco de inversión Bear and Sterns, descubrieron que los títulos u obligaciones que tenían en su poder no valían más nada, cero. Bear and Sterns tuvo que salir a hacer frente al desastre y enfrentar una ola de litigios de los inversores y acreedores que quieren recuperar su plata. Esta crisis ha provocado una retracción general del crédito: el capital que hay que dejar en garantía para obtener un préstamo con destino a la compra de títulos ha pasado del 10 al 50% de la operación. El mercado de obligaciones de crédito es de más de un billón de dólares; el conjunto del mercado financiero es de cinco billones de dólares. Ahora las calificadoras de inversión han comenzado rebajar los ‘ratings’ de los bonos —Moody’s señaló que descalificará 91 obligaciones de deuda con garantía, por 5 mil millones de dólares (The Economist), lo que implica una inmediata pérdida de capital.
El mejor indicador de la crisis, sin embargo, no lo ofrecen los números. La inmensa mayoría de estos títulos tienen una cotización arbitraria, o sea que su valor es un capricho. Como se trata de derivados de otras operaciones de crédito, y aun de derivados de derivados y seguido, su cotización es la que han impuesto sus emisores —arbitrarias. Por otro lado, estas operaciones no se hacen en mercados públicos, porque los fondos que operan con estos instrumentos no quieren ser supervisados ni tampoco pagar las comisiones e impuestos de las transacciones abiertas. Es decir que el sistema en su conjunto opera al margen de sus propias leyes económicas —las de mercado! Estamos ante la manifestación de las contradicciones del sistema capitalista en su más alto grado, o sea el impasse y la inevitabilidad del estallido.
Crisis internacional
Hasta el martes pasado, los capitales que retiraban sus inversiones en títulos u obligaciones derivados de crédito iban a comprar acciones, haciendo subir la Bolsa. Ahora han comenzado a salir también de la Bolsa norteamericana hacia los bonos del gobierno, y aun el dólar, el oro, la libra, el euro y el yen. Este movimiento ha hecho explotar la nueva fase de la crisis. Ocurre que gran parte de la especulación descripta se desarrolló mediante la toma de préstamos en yenes, en Japón, cuya tasa de interés no llega al 1%, que eran invertidos en Estados Unidos, al 5% o en operaciones aún más rentables. Pero, ahora, la demanda de bonos del Tesoro norteamericano ha hecho caer la tasa de interés, poniendo en peligro la capacidad de devolver los préstamos en yenes. Hay una salida del dólar al yen, que se manifiesta en la devaluación del dólar y la suba del yen. Este giro le quita fondos al mercado de deuda de los Estados Unidos, lo cual acentuará la quiebra de numerosos fondos especulativos. La crisis financiera adopta una carácter más general e internacional.
Se cierra de este modo el ciclo que comenzó a mediados de 2002 cuando el Banco Central norteamericano comenzó a reducir la tasa de interés, hasta el 1%, y a emitir moneda (la tasa actual de emisión es del 25% anual), para sacar a Estados Unidos y a la economía mundial de la recesión. Este cebamiento financiero empalmó con la apertura del mercado chino a las inversiones extranjeras, formando una pareja exitosa. Sobre esta base se montaron los déficits fiscal y comercial norteamericanos y el surgimiento como hongos de los fondos especulativos. Diversos estallidos financieros fueron jalonando el agotamiento de esta política; también es decisivo el desastre del imperialismo en Irak o la exitosa defensa de Hezbollah contra la agresión sionista, esto porque un sistema en disgregación puede ser sostenido más allá de sus posibilidades si su Estado logra imponer derrotas fundamentales a las masas y naciones débiles. Los estallidos financieros alcanzaron también a China. Ahora quedará al descubierto, con la crisis financiera y la recesión, el grado de sobre-inversión de su economía y la necesidad de quiebras en masa.
La crisis en desarrollo no es una manifestación de ‘excesos’ o ‘exageraciones’ de carácter especulativo; no es, como dice The Economist, “otra trompada”. Es la consecuencia de una organización económica en declinación, que está operando más allá de sus límites históricos. Se cierra, asimismo, un ciclo más amplio, el que intentó reestructurar al capitalismo mundial, a partir de la crisis de la década del ’70, mediante la creación de un gigantesco pool financiero internacional. Todos los avances del capitalismo contra las masas, desde las pérdidas de conquistas sociales hasta la restauración capitalista en los ex países ‘socialistas’, vuelven a ponerse en cuestión. La alternativa socialismo o barbarie recobra toda su actualidad política.
Jorge Altamira
PO 1016 (noviembre 2007)
Internacionales
Crisis financiera: Cuesta abajo en la rodada
La segunda rebaja de la tasa de interés anunciada por la Reserva Federal (Fed) a mediados de semana ha durado en su efecto tan solo 24 horas, al mostrar su ineficacia para impulsar el mercado del crédito. Sí ha reforzado “una pérdida de confianza en la divisa de Estados Unidos y, dado el tamaño del déficit norteamericano, no es un riesgo que la Fed puede tomar” (Financial Times, 31/10).
Mientras tanto, el Citigroup informó pérdidas de entre 8.000 y 11.000 millones de dólares que reflejan la declinación de activos respaldados por hipotecas subprime (de alto riesgo) desde el 30 de septiembre” (The Wall Street Journal, 5/11).
Agujero negro
“Apenas hace un mes la declaración anticipada del Citi sobre el tercer trimestre esperaba mostrar pérdidas por desvalorización activos de respaldados en hipotecas subprime por 1.300 millones de dólares. Estas cifras se han incrementado ahora al menos en seis veces” (Financial Times, 4/11).
Merril Lynch había hecho una “revisión similar” de unos 8.400 millones de dólares (Wall Street Journal, 5/11). Pero la cosa recién empieza, porque “según Deutsche Bank, Merryll Lynch podría verse forzado a registrar nuevos cargos en el cuarto período, que orillarán los 10.000 millones, sólo por su exposición en el infierno subprime” (Ambito Financiero, 6/11). Las pérdidas del tercer trimestre le costaron la cabeza al capo de Merryll Lynch; las del cuarto trimestre podrían tener consecuencias peores: “pondrían en tela la propia independencia de la firma”.
Otro gran banco golpeado es el Morgan Stanley, que contabilizará pérdidas por 6.000 millones, como consecuencia de transacciones con bonos respaldados en hipotecas.
Todos los grandes bancos de Estados Unidos tienen enormes exposiciones en dichos créditos. Los de Merril Lynch, Wachovia, Deutsche Bank, JP Morgan, Barclays, UBS, Bank of America, Morgan Stanley, etc. suman unos 400.000 millones de dólares, unas tres veces la deuda externa argentina. El índice ABX, que refleja el precio de esos activos, “ha caído 80 por ciento desde el inicio del año”. O sea que se ha producido una desvalorización elevada del patrimonio de los bancos. Un informe de Financial Times dice que es esperado que los “bancos revelen más desvalorizaciones” (ídem). “Sin pecar de omisión parece claro que las cosas se espera que empeoren antes que mejoren” (ídem).
“El último trimestre también sorprendió con un gran incremento en pérdidas de las reservas de préstamos al consumo en EEUU” (Financial Times, 4/11). Lo que está reflejando una desaceleración de la demanda personal.
Los criterios de valuación de los activos (préstamos, hipotecas, etc.) “dan mucho lugar para la subjetividad", los “auditores urgen a los bancos que marquen los activos al precio de mercado que reflejan las recientes transacciones (...) La preocupación de los inversores es que los bancos estén oscureciendo el valor de los activos esperando que suban. Pero todas las señales apuntan a que los precios tienen que caer más antes que los compradores sean tentados a ingresar.” Lo que sería lo mismo decir que sólo apareció la punta del iceberg de las pérdidas y de la desvalorización de los activos (The Economist, 1/11).
El agujero negro parece tragarse todo. No hace mucho se estimaba que el total de pérdidas por la crisis hipotecaria ascendería a los 100.000 millones de dólares. La cosa ha ido mucho más lejos. “El JP Morgan salió con una cuenta que resulta amenazadora: las pérdidas totales por el ajuste de los títulos vinculados a hipotecas ascendería a 200.000 millones de dólares”, el doble de lo estimado hasta hace poco (El Cronista, 6/11).
Pero “lo peor es que hasta el momento sólo se han reconocido pérdidas por 40.000 millones” (ídem). Hay 160.000 millones que deberán declararse como perdidos en los próximos meses. El Morgan sostiene que, de esa cifra, 100.000 estarían en instituciones financieras; el resto (60.000 millones) constituye una “caja negra que nadie sabe qué tiene adentro” (ídem).
Gran Bretaña
En Gran Bretaña, el Banco de Inglaterra no ha logrado, a pesar de una inyección fenomenal de fondos, evitar el “contagio” provocado por la quiebra del banco Northern Rock. Por eso, “(otros como) Paragon, Alliance & Leices o Bradfor & Bingley, por la naturaleza similar de sus operaciones, están en la mira” (Ambito Financiero, 6/11). Mucho más importante, es la caída de las acciones del Barclays, uno de los gigantes bancarios británicos, por las dudas acerca de su capacidad para conseguir los fondos necesarios para hacer frente a sus obligaciones.
El agujero no negro no tiene tampoco fronteras.
Fracasó el plan de rescate
El anuncio hecho en octubre por los grandes bancos y el secretario del Tesoro, H. Paulson, acerca de la creación de “un fondo de unos 75.000 millones de dólares que podría adquirir activos de riesgo en el sector hipotecario y otras industrias para aliviar la presión en los mercados crediticios” (The New York Times, 14/10) fue un fiasco. En realidad era un “emprendimiento con un olorcito de auto rescate, especialmente considerando al Citigroup, quién está más expuesto que ningún otro banco al mercado de los papeles comerciales” (The Economist, 18/10).
Analistas de bancos dicen que el Citigroup, para mantener sus ratios de capital, “necesita aumentar su liquidez en 30.000 millones de dólares. Mayores pérdidas en los próximos meses podrían elevar esta cifra a 50.000 millones.
Concebido para salvar la crisis, el fracaso del “superfondo” ha creado un vacío que se manifiesta en el récord histórico de 860 dólares que alcanzó la cotización del oro y en la fenomenal caída de la bolsa del miércoles 7 de noviembre.
Cherchez la Chine
China ha estado financiando a la economía norteamericana desde 2002 (junto a Japón y los países del Golfo), de modo que es la estación terminal del derrumbe del crédito en Estados Unidos y en casi todas las economías desarrolladas. Las exportaciones chinas, a precios reducidos, crearon una deflación que neutralizó el impacto de la expansión de los créditos especulativos en los precios de consumo. El escenario ha cambiado. Por un lado, China es ahora un generador de inflación, como consecuencia de su demanda de materias primas. Pero aún más importante es la desvalorización que sufren sus activos en Estados Unidos, que forman la mayor parte de las reservas que fue acumulando, por un billón y medio de dólares. Ahora, el temor de las autoridades chinas es la caída del mercado.
“Los reguladores del mercado de acciones y los bancos temen que miles de millones de dólares en fondos podrían fugarse de las acciones locales y de las instituciones de préstamo (de Estados Unidos)” (Financial Times, 5/11).
La ruptura del nexo económico entre Estados Unidos y China, que marcó el ciclo en curso, iniciado en 2002, constituirá el momento de la verdad de toda la crisis presente, su núcleo duro.
Nicolás Roveri con la colaboración de Jorge Altamira
PO 1022 Publicado 19/12/2007
Tiene importancia saber cuándo comenzó la crisis financiera?
Para la mayoría de los analistas, el “gran detonante” de la crisis financiera internacional ocurrió el 12 de agosto pasado, cuando una decena bancos centrales comenzaron a inyectar fondos en los mercados financieros para impedir su derrumbe; totalizaron 500.000 millones es apenas tres días.
Para Prensa Obrera la fecha fue otra. El 26 de julio caracterizamos la caída de la Bolsa de Wall Street del martes 24 con un título inequívoco: “No es otro ‘martes negro’ más. Una crisis sistémica”. Es decir, que tres semanas antes advertíamos el inicio de una quiebra generalizada. Se puede indicar, incluso, como un “detonante” más auténtico que el que se presente como “oficial”, el derrumbe de la Bolsa de Shangai, en febrero de este año. Es que China es la otra punta del ovillo de la presente crisis.
En nuestro artículo del 26 de julio sacábamos las principales conclusiones de conjunto sobre la situación que se creaba: “Todo esto señala que hemos entrado definitivamente en un proceso que debe culminar con un estallido de carácter general (...) Se cierra de este modo el ciclo que comenzó a mediados de 2002 cuando el Banco Central norteamericano comenzó a reducir la tasa de interés, hasta el 1%, y a emitir moneda (la tasa actual de emisión es del 25% anual), para sacar a Estados Unidos y a la economía mundial de la recesión. Este cebamiento financiero empalmó con la apertura del mercado chino a las inversiones extranjeras, formando una pareja exitosa.
Sobre esta base se montaron los déficits fiscal y comercial norteamericanos y el surgimiento como hongos de los fondos especulativos. Diversos estallidos financieros fueron jalonando el agotamiento de esta política; también es decisivo el desastre del imperialismo en Irak o la exitosa defensa de Hezbollah contra la agresión sionista, esto porque un sistema en disgregación puede ser sostenido más allá de sus posibilidades si su Estado logra imponer derrotas fundamentales a las masas y naciones débiles. Los estallidos financieros alcanzaron también a China. Ahora quedará al descubierto, con la crisis financiera y la recesión, el grado de sobre-inversión de su economía y la necesidad de quiebras en masa (...) La crisis en desarrollo no es una manifestación de ‘excesos’ o ‘exageraciones’ de carácter especulativo (...) es la consecuencia de una organización económica en declinación, que está operando más allá de sus límites históricos.
Se cierra, asimismo, un ciclo más amplio, el que intentó reestructurar al capitalismo mundial, a partir de la crisis de la década del ‘70, mediante la creación de un gigantesco pool financiero internacional. Todos los avances del capitalismo contra las masas, desde las pérdidas de conquistas sociales hasta la restauración capitalista en los ex países ‘socialistas’, vuelven a ponerse en cuestión”.
Pero, ¿por qué indicábamos que no se trataba de “otro martes negro más”? Porque la caída de dos fondos financieros involucrados en negocios hipotecarios del banco Bear and Sterns había puesto en evidencia que se había roto las relaciones financieras entre los grandes bancos internacionales. Bear and Sterns no había conseguido que los bancos (Merrill Lynch) le dieran un crédito de corto plazo para cubrir una alegada falta de caja.
Se había producido, entonces, una quiebra en las relaciones económicas de la gran burguesía. Los analistas, en cambio, miraban los balances que ofrecían los bancos, no la ruptura que había tenido lugar en la superestructura bancaria. Tuvo que venir, primero, el “corralito” del Paribas para que recién entonces descubrieran que la liquidez se había transformado en su contrario, pero aún siguen sin reconocer que la quiebra en la superestructura económica corresponde a una quiebra efectiva en la reproducción más general.
Tuvieron que pasar varios días todavía para que se produjera el rescate de los bancos centrales. La cuestión de la fecha del ‘detonante’ tiene que ver, entonces, con el método con que se estudia la presente crisis. Lo más importante es que expresa el fin del ciclo económico que se inició en 2002, el cual tuvo como punto de partida el salto operado en la apertura de China a las inversiones internacionales (China, mediante un abaratamiento deflacionario de producción industrial, facilitó la reducción de la tasa de interés de la FED al 1%. China ahora se ha convertido en un generador de inflación, Por eso las reducciónes de la tasa de interés en Estados Unidos tienen ahora un efecto inflacionario).
La ‘burbuja’ financiera que estalla ahora está conectada a una ‘burbuja’ aún más grande, que es el incremento extraordinario de la entrada de capital extranjero en China.
La crisis de la relación contradictoria entre China y Estados Unidos debería ser el resultado final del presente ciclo, y este resultado deberá abrir una inmensa crisis social en Estados Unidos y un cuestionamiento en todos los planos de la restauración capitalista en China. No estamos ante el final de un ciclo económico en abstracto sino ante el cuestionamiento de las relaciones internacionales del capital, en especial con relación a la reconquista de los mercados que habían sido perdidos para él como consecuencia de las dos revoluciones más grandes de la época actual.
La crisis mundial: ¿qué hay de nuevo, viejo?
Jorge Altamira
El derrumbe del 7% de las acciones del Citigroup, en un solo día - el martes 15 pasado- podría estar señalando el ingreso de la crisis financiera internacional en una nueva etapa. El anuncio de pérdidas por casi 10.000 millones de dólares por parte del segundo banco norteamericano en términos de capital, en un solo trimestre, causó una enorme caída en las principales Bolsas del mundo, que esperaban que aquéllas no superaran los 4.000 millones de dólares. El ‘optimismo' que había generado IBM el día anterior, con ganancias superiores a las pronosticadas, se disipó en forma fulminante. El balance del Citi dejó en evidencia que la insolvencia de su cartera de créditos hipotecarios se había extendido a los préstamos para el consumo y a las tarjetas de crédito.
El ‘aguante'
La gestión de la crisis financiera, hasta el momento, se parece bastante a la emprendida por Cavallo cuando asumió como ministro en marzo de 2001. Los bancos no liquidan los créditos hipotecarios insolventes que tienen en su poder o los títulos que emitieron con la garantía de esos créditos. El ‘default' de los deudores hipotecarios no fue seguido por una declaración de ‘default' de las hipotecas correspondientes; es decir que los bancos no negocian los títulos o bonos hipotecarios en el mercado. Tampoco en Argentina, la incapacidad del Estado para pagar la deuda pública fue acompañada por la correspondiente desvaloración de los títulos de esa deuda que los bancos tenían en sus alforjas. Cuando el Citigroup habla de ‘pérdidas' se refiere solamente a una ‘previsión' contable que anota en sus cuentas con la expectativa de que el valor de esos títulos o créditos insolventes se recupere en el futuro. Mientras tanto, para hacer frente a sus propias deudas o al retiro del dinero de sus depositantes recurre a los ‘servicios' del Banco Central (FED), que le provee de recursos sin límites (como ocurrió con los ‘megacanjes' y ‘blindajes' que otorgaron un ‘club de bancos' y el FMI durante el agitado gobierno de De la Rúa). El ‘aguante' que el Banco Central le hace a los grandes bancos norteamericanos explica que el mercado de capitales (donde se negocian los bonos o títulos, tanto públicos como privados) no se haya declarado todavía en bancarrota.
La magnitud de las pérdidas calculadas, desde el inicio de la crisis, hacen imbancable (literalmente) la continuación de este esquema de postergación de la bancarrota. Los quebrantos que llevan registrados los bancos de Estados Unidos y Europa suman ya unos 200.000 millones de dólares, pero nadie estima que puedan ser inferiores a los 400.000 millones, y algunos los prevén en un billón de dólares. A esto se le suman ahora los incobrables por créditos al consumo y por las tarjetas, pero por sobre todo la previsión de una recesión, o sea de una caída del PBI, por lo menos durante más de medio año. En Gran Bretaña, este esquema de patear el derrumbe para adelante ya ha fracasado en el caso del banco Northern Rock, apenas el quinto en tamaño, que sin embargo se ha ‘tragado' la friolera de 25.000 millones de libras esterlinas. El primer ministro laborista acaba de anunciar que el banco será nacionalizado, o sea que el Estado asumirá directamente el ‘aguante' de la cartera insolvente del Northern Rock. Como cualquiera podría imaginar, esta perspectiva ‘nacional y popular' en el Reino Unido ya ha derribado a la libra esterlina en un 15%, y la previsión es que la ‘moneda fuerte' de la City de Londres se vaya barranca abajo. La nacionalización constituye un intento final de evitar el derrumbe del mercado de capitales londinense.
Otro factor que apunta al derrumbe del mercado de capitales, tanto público como privado, es la situación de los fondos que aseguran a los tenedores de títulos contra las pérdidas que podría provocarles una caída de sus precios. Las más importantes de estas aseguradoras, sin embargo, no reúnen el capital suficiente para hacer frente a los seguros. Esta incertidumbre puede llevar a una liquidación masiva de los bonos que emitieron los municipios y los Estados norteamericanos para financiar sus gastos e inversiones. Por otro lado, provocaría un golpe mortal a los fondos de pensiones que compraron estos títulos estatales. La banca central norteamericana debe hacerle el ‘aguante', con sus monumentales emisiones de billetes, no sólo a los bancos sino a todas las compañías y fondos de seguros asociados a la especulación financiera.
Barbarians, por favor
¿Podría ser que las ‘hordas asiáticas' acaben salvando a la "civilización occidental y cristiana"? Es lo que aseguran quienes esperan que los fondos de inversiones de diversos Estados de Asia compren acciones de los grupos financieros afectados por la crisis hipotecaria. Esos fondos reúnen ya unos 3 billones y medio de dólares gracias a la acumulación de reservas en divisas por parte de sus bancos centrales. Pero la experiencia hasta ahora no es buena, porque aquellos que lo hicieron ya han perdido bastante plata como consecuencia de la caída del precio de las acciones. El fondo más importante de China, que tenía previsto incorporarse al capital del banco Morgan, acaba de recular ante un panorama que se torna cada vez más sombrío. Alega, naturalmente, que debería priorizar sus inversiones en el mercado interno de China. Tampoco la persistente devaluación del dólar los entusiasma para meter plata en bancos estadounidenses. Según los diarios, el ingreso de Temasek, el fondo de Singapur, en el suizo UBS, obedece a que una caída de UBS afectaría a ese estado, en donde el banco suizo ocupa el primer lugar en el ranking de bancos. En otros casos, como el del ingreso de un fondo saudita en el Citibank, se trata de operaciones de cambios de favores - capital árabe para los yanquis a cambio de la venta de armamento sofisticado por parte de los Bush.
De todos modos, como los fondos se constituyen a partir de reservas internacionales, su consistencia está condicionada a que no se produzcan déficits en los balances comerciales y de capitales de sus países - lo cual en un período de crisis puede ocurrir muy rápidamente.
De cualquier manera, las inyecciones de fondos para que los bancos sigan en pie con sus carteras de créditos e inversiones sin embargo fundidas, no resuelve el problema de la necesidad de que el crédito continúe fluyendo. Es aquí que aparece el artificio de la FED de reducir la tasa de interés. Pero hasta ahora el resultado ha sido un poco más que nulo, porque las tasas a mediano y largo plazo, que son las que importan, en lugar de caer suben, y el stock de crédito entre empresas sigue bajando. Se corre el riesgo, incluso, de que en lugar de estabilizar el crédito, la reducción de las tasas oficiales de interés de corto plazo provoque una nueva burbuja especulativa - tomar créditos a corto plazo (y bajo interés) para comprar títulos públicos a plazos mayores (que rinden más).
Una crisis del capital, con perdón de la palabra
Lo que se ha convenido en llamar una crisis financiera no es propiamente tal. Como acaba de señalar un observador, el mercado de consumo norteamericano es un mercado "apalancado" - depende cada vez más menos del ingreso por salarios y cada vez más del crédito al consumo. Por eso el nivel del endeudamiento de las familias oscila en torno a un 200% de su ingreso disponible. Ocurre, sin embargo, que la fuerza de trabajo que recibe esos ingresos bajo la forma de salarios o de remuneración de un trabajo autónomo, no acumula el valor que crea con su trabajo; lo acumula el capital. Como la fuerza de trabajo, a diferencia del capital, no se autovaloriza, a la larga su endeudamiento acaba con sus ingresos y salarios: el salario pasa a remunerar al capital (bancario), no a la fuerza de trabajo. La crisis bancaria disimula, entonces, una crisis de sobreproducción, que el crédito al consumo ha tratado infructuosamente de superar: las fuerzas productivas desbordan el marco capitalista en que fueron creadas. El estallido del crédito al consumo (incluido el hipotecario) potencia social e históricamente la recesión económica: socialmente, amenaza con generar una miseria mayor a las crisis precedentes; históricamente, tiene límites mucho mayores para encontrar una vía de salida o, dicho de otro modo, sus vías de salida son más destructivas y (¡sí!) catastróficas.
Los capitalistas intentan consolar a los trabajadores señalándoles que aún en condiciones de crisis, los activos de las familias superan a los pasivos o deudas (al menos en los países desarrollados). Es decir que son, incluso ahora, ‘superavitarias'. Pero si esto tiene algún sentido, se reduce a lo siguiente: a que las familias deberán vender sus artefactos domésticos y perder sus ahorros bancarios o financieros, y en primer lugar sus viviendas, para pagar las deudas contraídas para comprarlos. Pero mientras la liquidación de un capital (insolvente) crea otro capital (los capitales se concentran y centralizan), la liquidación de una familia no crea otra familia. Se asoma, de este modo, uno de los aspectos fundamentales de la presente crisis, que es la perspectiva de desalojo de sus viviendas de dos millones de familias en el curso de los próximos 12-18 meses. Estados Unidos se encuentra en las vísperas de una gran crisis social, como ya lo atestigua el estado de Michigan, sede de la industria automotriz, donde la desocupación se aproxima al 10%. Detroit, su capital, ya tiene todos los signos precursores de un área devastada.
La extensión del crédito hacia el consumo y la captura de los salarios por el capital financiero es una manifestación extrema de parasitismo; coloca al capital ante un límite objetivo. El desarrollo de la presente crisis mundial no se produce en un vacío histórico sino en el marco de la declinación del régimen de producción capitalista. Es, al mismo tiempo, una impecable ilustración de la transición hacia un régimen socialista, porque todo el flujo de fondos de consumo y de capital se encuentra aprisionado por una única red de instituciones financieras, manejadas por un puñado reducidísimo de capitales y capitalistas.
El oro y el euro
Los que aseguran que el fin de la "civilización americana" dará paso a otra ‘civilización' (ella también capitalista) de características chinas, asiáticas o incluso europeas, deben haberse sorprendido, suponemos, por la emergencia del oro, que se acerca a los mil dólares la onza cuando la crisis aún se encuentra en pañales. Se trata del refugio universal del valor, que pone al desnudo la desvalorización de todas las formas nacionales de la riqueza capitalista. ¡Pero la economía mundial no puede volver a transar en oro, a saber, no puede retroceder del crédito virtual y electrónico, y de la especulación financiera (con sus bonos, swaps, opciones, coberturas), al intercambio simple de mercancías!
De la crisis bancaria y financiera pasamos así, sin tránsito, a una crisis monetaria, que para el caso de la devaluación del dólar es por demás clara. Pero no solamente el dólar. La crisis hipotecaria afecta fuertemente a otras naciones, como Irlanda, España y el Reino Unido. El estancamiento económico se manifiesta también en Francia e Italia, y en menor medida en Alemania. Las naciones de Europa oriental y Turquía deben hacer frente a grandes déficits comerciales y una enorme deuda externa de corto plazo.
Como los países que han adoptado el euro no pueden recurrir a la devaluación para disminuir el peso de sus deudas y rebajar el costo de su producción, corren el peligro de una recesión gigantesca. Por eso es llamativa la devaluación de la libra esterlina, como síntoma de una salida, y porque también mete presión al euro, que se supervaloriza. También importa señalar la caída de los grupos hipotecarios españoles y el crecimiento del desempleo en este país, a partir de la industria de la construcción. Como España tiene un fenomenal déficit comercial y es un país con una fuerte deuda externa, no puede financiar una salida recurriendo al crédito internacional. La crisis capitalista, en España, es el telón de fondo de las tensiones que han estado creciendo por las autonomías nacionales, principalmente de Cataluña y el País Vasco. No es casual, entonces, que los comentaristas económicos más atrevidos vuelvan a hablar de un abandono del euro por parte de Italia e incluso de España para salir devaluando de la crisis con nuevas monedas nacionales. O sea que la crisis monetaria está planteando ya, potencialmente, una dislocación del comercio internacional - y de esa creación adorada del imperialismo, la moneda común europea, e inclusive de la cohesión estatal de algunas multinacionalidades europeas.
Menos mal que tenemos a China
A pesar de los síntomas e incluso de los análisis, muchos observadores (¡incluso trotskistas!) creen que la crisis pasará de largo, como ocurre con algunos temibles huracanes del Caribe. Alegan que las naciones desarrolladas serán salvadas esta vez por las economías ‘emergentes', en algunos casos porque son grandes exportadoras de materias primas y en otros (China) porque su potencial de crecimiento interno sería ilimitado. La crisis puede estallar, pero siempre quedará algo en pie para reconstruir.
Bien mirado, todo se reduce a que China se encargaría de absorber los excedentes internacionales que dejaría una recesión norteamericana. Hasta ahora China ha sido fundamentalmente una economía exportadora de armado, con un 60% de componentes importados, en especial de Japón, Estados Unidos y Alemania. Se diría que su comercio se desarrolla dentro de una misma firma, que arma su producto en China para aprovechar la baratura de su mano de obra, la alta tasa de explotación, la posibilidad de destruir el medio ambiente y el bajo costo de las materias primas. Para compensar una caída de sus mercados de exportación, China debería modificar radicalmente su actual esquema económico, lo cual afectaría a los capitales internacionales que han convertido a China en una economía de exportación. Es decir que una crisis internacional no dejaría de lado a China sino que ella sería la más golpeada. En todas las crisis mundiales hasta ahora, al menos desde 1825, las naciones atrasadas o de desarrollo menor conocieron un salto de su industrialización y de su mercado interno debido a la interrupción de la exportación extranjera, pero esto luego de atravesar por una crisis severa; entre 1930 y 1932, el PBI de Argentina cayó un fenomenal 15%. Es precisamente esta experiencia histórica (y en especial la depresión de los años '30) la que enseña: 1) que el desarrollo interno de los emergentes tiene lugar después del estallido de la crisis, nunca con anterioridad a ella o con la posibilidad de prevenirla; 2) que cuando ese desarrollo tiene lugar se agudiza la tendencia a proteger el nuevo marco de autonomía nacional creado por la crisis mundial, en perjuicio de una recomposición del comercio internacional; 3) que solamente cuando la crisis mundial se encuentra en vías de superación (algunas décadas más tarde) se reanuda la interconexión de la economía mundial en una escala superior. En el caso de la depresión del '30, el retorno a la normalidad entrañó antes el nazismo, el holocausto, la guerra civil española, la segunda guerra mundial, cien millones de muertos, la revolución china, el avance del ejército rojo hasta las proximidades del Atlántico y varias revoluciones europeas y nacionales (en Asia, América Latina y África) traicionadas.
De todos modos, ahora mismo China se encuentra en el ojo del huracán de la crisis mundial, con una sobreinversión de capital enorme y con una ‘burbuja' especulativa en la Bolsa de Shangai de enormes proporciones. Una disminución del comercio mundial, como consecuencia de una recesión en Estados Unidos y otros países, deberá provocar un estallido de proporciones en China, sin que importe el monto de reservas que tenga acumuladas, pues cualquier salida de capitales será un golpe al actual esquema económico del país. Por otro lado, el tránsito de China de una economía de exportación a otra de industrialización interna, luego de una crisis, entrañará fatalmente un enorme reacomodamiento social de fuerzas y una crisis política de proporciones. Se pondrá en juego el destino de la restauración capitalista, lo que no dejará de afectar a otras naciones asiáticas y a Rusia. La crisis mundial, debajo de su caparazón económico, hace surgir todos los problemas históricos irresueltos de la humanidad, el principal de ellos es el que plantea el agotamiento del capitalismo.
Juguemos en el bosque
En muchos aspectos la crisis actual se emparenta con la que sufrió Japón a finales de los años '80 - de la cual aún no ha salido, a pesar de haber acumulado una deuda pública de 10 billones de dólares, que fuera contraída también para salvar a los bancos luego de una igualmente gigantesca especulación inmobiliaria. La depresión japonesa y la deflación de su moneda han servido para montar una gigantesca ruleta financiera, que consiste en tomar prestado en Japón, cuya moneda es débil y su tasa de interés casi nula, para invertir en los mercados financieros exteriores, en particular Estados Unidos, Australia, Brasil, Reino Unido. Esta ‘burbuja' está a punto de estallar, como ya se ve, en Estados Unidos y como deberá ocurrir próximamente en Brasil. La depresión japonesa ha financiado el ciclo económico ascendente de 2002-06. La reversión de tendencias que se anuncia será muy gravosa para Japón, porque el retorno de los capitales especulativos producirá un retorno de la depresión y la deflación. Este mismo mecanismo está operando en los mercados de materias primas, que se han ido por las nubes en el preciso momento en que la crisis financiera mundial se ha ido agudizando. Los capitalistas explotan los desequilibrios que provoca la crisis para provocar otros nuevos. La recesión norteamericana plantea un derrumbe de la cotización de las materias primas, como ya está ocurriendo con algunos metales, y con ello el sueño de un desarrollo nacional y popular basado en la explotación de los recursos naturales. Ya ocurrió esto antes, en la década de los '70, cuando Perón diseñaba el futuro de Argentina como una potencia agropecuaria.
Sujeto y objeto
La caracterización de la presente crisis debe servir para organizar una política revolucionaria. La crisis bajará a tierra las divagaciones sobre la clase obrera como ‘sujeto histórico' y volverá a poner a prueba a todas las políticas que se han formulado en su nombre. La humanidad, que ya se enfrenta a las guerras imperialistas desatadas en nombre de la lucha contra el terrorismo, deberá hacer frente, progresivamente y en un plazo cierto, a millones de desalojos, crecimiento del desempleo y desocupación en masa, el derrumbe de las economías nacionales más débiles, la prueba de la restauración capitalista en los ex estados obreros, incluso la consistencia de construcciones como la moneda europea.
El solo hecho de la emergencia de una crisis de esta envergadura derriba los supuestos y las propuestas de todas las 'utopías' neo-liberales sobre el efecto milagroso del mercado sobre la división de la sociedad en clases y naciones, así como las ‘terceras vías' reformistas y las soluciones de los forums sociales que postulaban un mundo diferente por medios de cambios cosméticos e indoloros. Todos los planteos políticos pasarán de nuevo por la prueba de los grandes giros, incluido el nacionalismo que tiene por referencia a Chávez. La crisis dejará expuesto el carácter reaccionario de las diversas sectas internacionales que sustituyen la necesidad de orientar al proletariado y a sus sectores más avanzados por la labor de consejeros de los nacionalistas y reformistas con mayor o menor audiencia entre las masas.
La presente crisis viene acompañada con una nueva etapa de luchas obreras y de luchas nacionales que tienen por principal protagonista a la nueva generación. Esto quiere decir que irrumpen como una tendencia. El desarrollo de esta nueva generación en la lucha es la tarea principal del nuevo período. La crisis capitalista es una ocasión extraordinaria para la formación política.
El desarrollo de la crisis, mucho antes que su desenlace, será determinado por la lucha - no por anticipos que se basan necesariamente en prejuicios. Para esta lucha es necesario un programa de transición, que señale no solamente las reivindicaciones que pueden impulsar a las masas a luchar por el poder, sino por sobre todo las condiciones y la oportunidad de esas reivindicaciones, para que sirvan para una lucha política abierta contra la burguesía y su Estado. El hilo de la historia se enmadeja pero no se corta: se trata de completar la tarea que, hace cuatro décadas, iniciaron el Mayo francés, el Cordobazo argentino, la primavera de Praga, la plaza de Tlatelolco de México y la guerra nacional y social del pueblo vietnamita que fuera apoyada por los obreros y la juventud de Europa y Estados Unidos.
(Publicado en Prensa Obrera, periódico del Partido Obrero de Argentina, 17 de diciembre de 2007)
DECLARACIONES DE ALTAMIRA ANTE EL DERRUMBE DE LAS BOLSAS DE ASIA Y DE EUROPA
“Con un derrumbe de las bolsas asiáticas, que llegó al extremo de un caída del 11% en India y del 6% en Hong Kong, se ha derribado el mito de que Asia rescataría al capitalismo mundial de la crisis que se ha iniciado en los Estados Unidos”, declaró Altamira al comentar las noticias financieras del día.
“La debacle fue liderada, entre otros, por empresas de China continental, lo cual es otra demostración del carácter infundado de la tesis que pretende insularizar la crisis al mercado hipotecario de los Estados Unidos. China atraviesa por una enorme burbuja financiera y por una gigantesca sobreinversión industrial e inmobiliaria, que quedarán expuestas en las próximas semanas”. Altamira dijo también que la generalizada crisis bancaria de Estados Unidos puede concluir con un default generalizado de títulos u obligaciones privadas.
Altamira añadió “que la caída de la Bolsa y de los títulos públicos de Argentina (y especialmente Brasil) revela que los mercados emergentes no ‘compensarán’ la crisis norteamericana”. Destacó que “al originarse la ola de quiebras del lunes en Asia, se hunde también el mito de que los precios de las materias primas están a salvo de la crisis financiera. Se ha puesto de manifiesto, añadió el dirigente del Partido Obrero, una crisis de sobreproducción de gran envergadura. Las consecuencias sociales y políticos de lo que está ocurriendo no tendrán atenuantes, en especial para los gobiernos nacionalistas burgueses que han apostado su futuro a un crecimiento indefinido de las cotizaciones de las materias primas”.
Altamira destacó, por último, que el desafío para la clase obrera es defender sus condiciones de vida, como el derecho a la vivienda y al empleo, y que la crisis la deben pagar los propios capitalistas. También advirtió contra la tentativa ideológica de los gobiernos de transferir las causas de la crisis a las llamadas ‘causas externas’, para ocultar que ella pone de manifiesto los límites insalvables del régimen capitalista.
Jorge Altamira: 15 44 23 78 73 (comunicado enviado el 21 de enero de 2008 –levantad y analizado por Ámbito Financiero)
La crisis capitalista mundial es imparable (nota enviada a medios el sábado 15 de marzo)
Jorge Altamira
A mediados de febrero pasado, un profesor universitario norteamericano, Nouriel Roubini, muy seguido en los medios especializados y en la prensa diaria, desarrolló las doce razones que justificaban su pronóstico de "una creciente probabilidad de un desenlace financiero y económico ‘catastrófico' a la crisis bancaria en curso" en los Estados Unidos. Además, explicó, más contundente, su "pesimismo acerca de la habilidad de las políticas y autoridades financieras para administrar y contener una crisis de esta magnitud". Según Roubini, "hay que prepararse para lo peor, es decir, para una crisis financiera sistémica".f1 Como el sistema financiero representa el coronamiento del sistema capitalista, porque es allí donde todo el producto del trabajo adquiere la forma universal del valor, la advertencia de Roubini explicita la tendencia a la disolución de las relaciones sociales capitalistas y la incapacidad del presente régimen político para hacerle frente. Es obvio, por otra parte, que "una (‘incontenible') crisis financiera sistémica" no encontrará sus límites en las fronteras norteamericanas.
La de Roubini no habría pasado de ser una posición más en las discusiones que ha desatado la presente crisis, si no hubiera recibido el aval desde el lugar menos esperado: el editor del Financial Timesf2, vocero del capital financiero internacional. "¿Es al menos plausible esta clase de escenario?", le pregunta Martín Wolf a sus lectores. "Lo es", responde, "y podemos estar seguros que, de ocurrir, pondrá fin a todas las historias de ‘desacople'" en referencia a la relación entre la economía de Estados Unidos y la del resto de los principales países. Para Wolf, sin embargo, la crisis no solamente tiene una salida sino que ella se impondrá como una "ley de hierro": el capital acabará siendo forzosamente rescatado por el Estado, sea por medio de la estatización de la deuda insolvente o de la inflación, o de ambas a la vez. Es una pena que el editor del FT haya detenido su argumento aquí, porque una estatización en masa del capital financiero equivaldría a una quiebra financiera del Estado que lo rescata; la inflación a una ruina social generalizada; y ambas a una dislocación sin precedentes de las relaciones sociales.
El primer punto que expone Roubini es el hundimiento que está ocurriendo con los precios de las viviendas, que podría barrer, si llega al orden del 20 al 30 por ciento, con 4 a 6 billones de riqueza inmobiliaria y poner en valor negativo a diez millones de propiedades - o sea cuando el valor de la propiedad cae por debajo del valor del préstamo recibido para comprar esa propiedad. A principios de marzo, efectivamente, las estadísticas dejaron ver que el valor patrimonial de los hogares había entrado en terreno negativo por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Este fenómeno precipita el incumplimiento de los pagos hipotecarios, incluso por parte de los deudores solventes, pues el remate de la propiedad representa un costo inferior a la deuda. Suponiendo un stock de deudas hipotecarias de 50 billones de dólares, el default afecta ya a un segmento que va del 10 al 20% del total; aunque aún se encuentra distante del 50% de cesación de pagos que fue la tasa de bancarrota en la crisis de los años '30, la velocidad con que está aumentando supera a cualquier crisis hipotecaria previa. El número de propiedades vacías o vacantes es de cerca de dos millones.
A la desvalorización que están sufriendo los precios de las propiedades hay que agregar las pérdidas que está ocasionando a los bancos acreedores el incumplimiento de los pagos de los préstamos hipotecarios ajustables, llamados ‘subprime', que ya es de unos 400.000 millones de dólares pero que podría llegar al billón si prosigue la tendencia actual. Este desplome afectará a otras formas de crédito que tienen como garantía a estos préstamos hipotecarios - lo cual representa un mercado (créditos estructurados) de 8 billones de dólares, que se encuentra en la actualidad completamente congelado, o sea que no hay transacciones.f3 La mitad del mercado internacional de crédito está formado por bonos con diversas clases de garantía (la otra mitad son préstamos bancarios), que en mayor o menor proporción incluyen créditos hipotecarios incobrables de diferentes características. Hay un escenario de derrumbe del mercado de deuda, que mueve unos 50 billones de dólares. El sistema de protección de estos títulos por parte de compañías especializadas de seguros o por fondos de cobertura, se encuentra en ruinas, debido a la escasa base de capital de las aseguradoras. Si se asume una tasa de incumplimiento del 1,3%, "unos 500.000 millones de dólares explotarían en la cara de los negociantes".4 Las cosas se presentan bastante peores a lo descripto por Roubini. Esa suma potencial de pérdidas equivale al 25% de la capitalización bancaria total de los Estados Unidos - de 2 billones de dólares- o a un poco menos respecto a la capitalización bancaria internacional - de 2,7 billones. Si consideramos el total de transacciones especulativas que tienen por base los mercados de bonos y acciones (derivados), de más de 500 billones de dólares, un default del 2% representa pérdidas por 10 billones.
En la descripción de la ‘catástrofe' en curso entra también el incumplimiento en el pago de las diversas formas de crédito al consumo, al punto que la tasa de interés de las tarjetas de crédito ya supera cómodamente los dos dígitos. A esto hay que agregar la extensión de la crisis al mercado hipotecario comercial y el impacto que está ocasionando en los bancos regionales. De acuerdo con un informe reciente, "existe una tremenda sobre oferta de espacio comercial minorista".
Otros 500.000 millones de dólares se encuentran atascados en los bancos por préstamos para compras de empresas, cuyos títulos no pueden ser vendidos en el mercado al valor original. Aunque, según el editor del FT, Martin Wolf, "las compañías norteamericanas se encuentran en buena forma, una ‘parte obesa' tiene bajos rendimientos y una deuda elevada".5 Los ‘defaults' que resultarían de la desvalorización de esta clase de bonos en poder de los bancos provocarían pérdidas por 250.000 millones de dólares.
A estos sinsabores Roubini añade la desintegración del "sistema financiero en las sombras", o sea de todas las empresas financieras desreguladas, como fondos comunes, fideicomisos o fondos de cobertura, que no tienen acceso a fondos de los bancos centrales.
La consecuencia final de toda esta cascada de derrumbes sería el crash de las Bolsas y el hundimiento de los mercados de capitales, donde los activos financieros acabarían siendo vendidos a precios de remate.
La nacionalización encubierta
La "ley de hierro" a la que alude Wolf se encuentra en plena operación, como lo atestiguan la nacionalización del banco Northern Rock por parte de los laboristas ingleses y del alemán IKB por parte la coalición conservadora-socialista germana. Pero estas nacionalizaciones no ponen remedio a la situación que se ha creado, más bien aproximan el momento de la catástrofe sistémica a la que se refiere Roubini. Ocurre que estas nacionalizaciones no pretenden simplemente salvar, con indemnizaciones, el pellejo de los accionistas sino, por sobre todo, evitar el remate de sus activos (créditos, bonos) y el consiguiente incumplimiento de las deudas contraídas para comprar esos activos. El gobierno británico lleva comprometidas unas 50.000 millones de libras esterlinas en el NR y ha asegurado en forma ilimitada los depósitos en el banco (mientras en el resto de los bancos la garantía alcanza sólo a 30.000 libras). Las pérdidas que asume el Estado al nacionalizar al banco son, potencialmente, ilimitadas, porque no interviene para proceder a su liquidación (lo cual derrumbaría el mercado de bonos) sino para revitalizar su posibilidad de negocios, para lo cual deberá renovar las deudas pendientes y asumir nuevas deudas con garantía pública. El Estado se hace cargo, de este modo, de una parte del mercado de capitales, la que gestionaba el NR, lo cual es mucho más que la nacionalización de un capital privado. Por otro lado, el Banco de Inglaterra ya ha inyectado más de 100.000 millones de libras esterlinas en beneficio del resto de los bancos bajo su jurisdicción, contra la garantía de títulos de dudosa realización. Como acreedor cada vez más prominente, el Estado se convierte en el propietario de los títulos de crédito y de capital que no encuentran mercado y en el garante de los acreedores bancarios. O sea que suplanta el "riesgo bancario" por el "riesgo del Estado", como si fuera invulnerable a la desvalorización de sus activos y escapara a las leyes del capital. Un fracaso del rescate de los bancos por parte del sistema financiero estatal (FED) dejaría como último recurso la intervención fiscal o presupuestaria, lo cual entrañaría una crisis financiera del Estado.
La nacionalización encubierta es, por lejos, mucho más acentuada en los Estados Unidos. La Reserva Federal norteamericana ha extendido a 200 mil millones de dólares las facilidades otorgadas a los bancos para financiar el stock de activos invendibles. A través de dos programas, uno de subasta de fondos y otro de préstamos de recompra, el banco central de Estados Unidos acepta como garantía los títulos que los bancos no pueden vender en el mercado abierto, en especial los que ya se encuentran en ‘default'. Aunque formalmente transitorios, estos préstamos se han convertido en una suerte de aporte de capital, ya que se renuevan indefinidamente; la ‘contribución' de la Reserva Federal a los bancos privados supera la que se atribuye a los fondos de inversión de las naciones petroleras o asiáticas, que se han paralizado, entre otras cosas debido a continuos "descubrimientos" de nuevas pérdidas por parte de los bancos, lo que licua los aportes realizados. Al igual que en el caso inglés, el Estado no interviene para liquidar los activos irrealizables de los bancos sino para gestionar su giro, o sea que será forzado a comprometer cada vez más fondos o a tolerar mayores deudas. Como dice un ‘blog' (The Ninja Report), la Reserva Federal ha modificado radicalmente sus funciones, porque en lugar de inyectar dinero en el mercado mediante la compra de títulos públicos, se hace cargo de los activos desvalorizados de los bancos. Como la Reserva Federal no está en condiciones de gestionar - es decir, fundamentalmente, vender- esa cartera de títulos, tampoco puede regular la circulación de moneda que ha emitido como contrapartida. En los hechos abandona la función de un banco central para convertirse en una casa de empeños o en un banco residual que acumula los créditos incobrables, que sin embargo no puede salir a vender. Aunque el monto total en juego hasta ahora, 436 mil millones de dólares, representa el 20% del capital bancario norteamericano, la participación se eleva considerablemente cuando se tiene en cuenta al puñado de bancos que ha recibido la mayor parte de este aporte, entre los que se encuentran los de mayor porte - como el Citibank. Los aportes de liquidez de la FED suman - entre préstamos (TAF), 100.000 millones; préstamos de 28 días a los bancos generadores de mercado, 100.000 millones; seguros de cambio a bancos europeos, 36.000 millones y las facilidades financieras de canje de por avales de hipotecas, 200.000 millones- un total de 436.000 millones. En el canje de bonos del Tesoro por deuda avalada por hipotecas, ingresan los bonos de las inversoras inmobiliarias estatales, Freddie Mac y Fannie Mae, para frenar la continua desvalorización de sus carteras.
En virtud de las limitaciones que plantea esta nacionalización de los bancos, un columnista del Financial Times aboga por el rescate directo del mercado de capitales, saltando la inyección de fondos a los bancos.6 Plantea la compra en el mercado de los activos de las empresas de mayor calificación en forma directa, o mediante entidades que serían financiadas para hacerlo. Pero tampoco aquí tendríamos una reconstrucción del mercado de capitales, porque para ello sería necesaria la aparición de capitales privados dispuestos a reanudar el circuito del crédito; lo que tendríamos es un rescate con fondos públicos de los capitalistas perjudicados. Nadie ingresará en el mercado hasta que éste haya tocado fondo, algo que nadie, incluida la FED, prevé en el corto plazo.
El sol con un harnero
Pero el mercado de capitales que la Reserva Federal se empeña en congelar en su balance, a la espera de un giro de los acontecimientos, se sigue moviendo a pesar de ella, aunque siempre hacia abajo. A mediados del mes pasado, el Citigroup armó un ‘corralito' en su fondo CSO Partners, al negarse a permitir el retiro de dinero de sus inversores. Lo mismo ocurrió con otros dos fondos del Citi - Falcon Strategies y el Old Lane Partners.7 En la primera semana de marzo los principales bancos del mundo le quitaron el apoyo a uno de los principales fondos especulativos, el Carlyle Capital, cuando la caída del valor de los activos en su poder dejó sin cobertura los préstamos bancarios que había recibido para comprarlos. El fondo está vinculado al Carlyle Group, un pulpo financiero envuelto en toda clase de operaciones, incluida la guerra de Irak. La quiebra de estos fondos y el consiguiente remate de sus títulos, acentúa la desvalorización que ya vienen sufriendo en el mercado y provoca una mayor desvalorización a la cartera en poder de esos mismos bancos. Las nacionalizaciones subrepticias de los bancos, como los de la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra, no pueden impedir este despeñe de los títulos cuyo valor se pretende congelar. Con fondos propios de inversores por apenas 700 millones de dólares, Carlyle había hecho inversiones, tomando préstamos bancarios, por 22.000 millones - 32 veces su capital. Muchos otros fondos, que operan fuera de los bancos, pasan por una situación similar.
Mucho más grave es la situación de las compañías que, con un capital extremadamente reducido, se dedican a asegurar los títulos que se negocian en el mercado de capitales, incluido el de títulos públicos, como los bonos municipales y estaduales, que financian la educación, la salud o las inversiones en infraestructura. Estas compañías aseguradoras no tienen ahora la capacidad de cubrir las pérdidas potenciales o el cese de pagos que se asoma para los títulos bajo su protección; esta circunstancia ha provocado una caída en la cotización de esos títulos. Las recomendaciones para reflotar a estas aseguradoras mediante préstamos o una ampliación de su base de accionistas, han fracasado miserablemente; una propuesta para emitir acciones nuevas por 1.500 millones de dólares para la aseguradora AMBAC fue bochada por sus accionistas para impedir que se diluya el capital actual. El gobernador de Nueva York ha amenazado con cancelar los contratos de seguros de las entidades públicas de su Estado, para evitar que caiga su cotización y se dificulte su refinanciamiento (A Elliot Spitzer esto le ha costado el ‘oportuno' descubrimiento de sus relaciones con una red de prostitución). Como los bonos públicos no corren riesgo de cesar sus pagos, privar a las aseguradoras de su cobertura las dejaría con la parte más vulnerable del negocio, los títulos privados. El gobierno del estado de California vendió deuda en el mercado sin contrato de seguro. Pero esto no pueden hacerlo los gobiernos locales, que "absorben 2 billones de dólares del mercado de deuda".8 La incapacidad de las medidas de intervención estatal o de nacionalización encubierta para detener la hemorragia del mercado de capitales, explica el implacable derrumbe de las Bolsas en todo el mundo, en especial en Asia.
El oro o la crisis monetaria internacional
El oro se acerca a los mil dólares la onza cuando la crisis aún se encuentra en pañales. Se trata del refugio universal del valor, que pone al desnudo la desvalorización de todas las formas nacionales de la riqueza capitalista. Pero la economía mundial no puede volver a basar el crédito en el oro; a saber, no puede retroceder del crédito virtual y electrónico, y de la especulación financiera (con sus bonos, swaps, opciones, coberturas).
De la crisis bancaria y financiera pasamos así, sin tránsito, a una crisis monetaria, que para el caso de la devaluación del dólar es por demás clara. Esta devaluación se ha transformado en la razón principal para el aumento extraordinario que registran los precios de las materias primas, con el consiguiente incremento de precios en la mayor parte de los países. Para contrarrestar esta tendencia se revalúan las principales monedas, aumentando las deudas internas en dólares y desvalorizando las reservas y créditos internacionales en moneda norteamericana. Sin embargo, el oportuno derrumbe de la especulación en el mercado de materias primas debería conducir a un colapso monetario internacional, por medio de las llamadas devaluaciones competitivas. Las naciones de Europa Oriental y Turquía, con elevados déficits comerciales y una enorme deuda externa de corto plazo, podrían convertirse en los disparadores de ese colapso monetario.
Como los países que han adoptado el euro no pueden recurrir a la devaluación para disminuir el peso de sus deudas y rebajar el costo de su producción, corren el peligro de una recesión gigantesca. Por eso es llamativa la tendencia que ha despuntado a una devaluación de la libra esterlina, lo que no debería sorprender luego de la nacionalización del Northern Rock. Una devaluación de la libra mete presión al euro, que se supervaloriza. O sea que la crisis monetaria está planteando ya, potencialmente, una dislocación del comercio internacional - y de esa creación adorada del imperialismo, la moneda común europea.
Desacople... en el espacio
En los comienzos de la presente crisis se decía, sin el menor empacho, que la demanda de los países emergentes evitaría una recesión en Estados Unidos.
Pero si las ideas acerca del ‘desacople' - es decir, que los países atrasados no sufrirían los golpes de la crisis en los países centrales- se demostraran correctas, entonces la crisis sería mucho mayor todavía. Es que al mantenerse por un tiempo prolongado el alza de los precios de las materias primas, se estaría bloqueando el mecanismo esencial de salida a la crisis, que es la masiva desvalorización de mercancías y capitales excedentes. Cuanto más demore esta desvalorización, más aguda será la crisis en los países centrales y, luego, más brutal la desvalorización de las mercancías en los países atrasados.
Ahora que la recesión norteamericana está en marcha, la tesis del ‘desacople' ha perdido partidarios. Las principales caídas bursátiles han tenido lugar en Asia. El economista jefe de Merril Lynch señaló, respecto a la exposición de los bancos chinos a la crisis hipotecaria estadounidense que "no he observado que los bancos chinos estuvieran comprando papeles ‘subprime' pero es razonable pensar que el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos, en años recientes, fue financiado desproporcionadamente por la vía de productos que rendían mucho margen".9 Es una forma elegante de decir que los bancos chinos están metidos hasta el pescuezo en la crisis norteamericana.
En el caso de Brasil, una firma de análisis señala que el crecimiento de la Bolsa "ha sido alimentado por bancos locales que han recurrido a la liquidez internacional"10, o sea al endeudamiento externo. Con tasas de interés extravagantes y una moneda en constante apreciación, Brasil ha atraído en forma masiva capital especulativo, que deberá emprender la retirada con el agravamiento de la crisis internacional. Un bono brasileño, que vence en 2045, ofrece un 7,5% de interés por encima de la inflación, pero una deuda con Japón paga solamente el 1%; tomar prestado en Tokio para invertir en Sao Paulo se ha convertido en un verdadero negociado para los bancos que operan en Brasil. Las caídas extraordinarias que, episódicamente, protagonizara el mercado de Sao Paulo en los últimos meses, en reacción a los derrumbes internacionales, son una manifestación de su vulnerabilidad financiera. La revaluación del yen, en los últimos meses, encarece los préstamos que apalancan las inversiones en Brasil. Para valorar la importancia protectora de los 150 mil millones que Brasil tiene en reservas bancarias, habría que conocer el endeudamiento internacional de sus bancos y de sus entidades financieras. En enero, Brasil tuvo una salida de fondos de cerca de 3 mil millones de dólares, "la cifra más alta desde 2000".11 En lo que va del año, unas quince colocaciones financieras han debido mantenerse en suspenso debido a la incertidumbre sobre el resultado. Una crisis en Argentina vendrá, en primer lugar, como consecuencia de una desestabilización financiera en Brasil, que compra el 35% de sus exportaciones. La garantía que sustenta los negocios financieros en Brasil es el crecimiento de los precios de las materias primas, que se ha acentuado desde inicio de 2008. Sin embargo, existe un consenso internacional en que más de un 30% de estos precios responde a operaciones especulativas alentadas por la devaluación del dólar.
La revaluación del yen no sólo tendrá efectos desastrosos para Brasil; el principal perjudicado será el propio Japón. El retorno de los capitales especulativos producirá un retorno de la depresión y la deflación, de la cual Japón no ha podido librarse desde el estallido de la crisis de mediados de los '80.
En el caso de China, la inflación, que ya llega al 9% anual a pesar de que su moneda nacional se revalúa, está indicando la inminencia de un derrumbe financiero, lo cual anticipa la enorme caída que ha tenido la Bolsa de Hong Kong y en poco menor medida Shangai. Es cierto que China tiene suficientes reservas para respaldar a sus principales bancos, pero valerse de ellas sería una variante de la nacionalización encubierta de la Reserva Federal, o sea que no serviría para darle aire, si hiciera falta, al mercado de créditos. En los últimos tres meses se ha desarrollado también en China una suerte de crisis inmobiliaria: las acciones de varios desarrolladores inmobiliarios cayeron más de un 50% desde sus picos en 2007 y algunos de ellos podrían declararse en bancarrota.12 China, más que nadie, se ve afectada por la devaluación del dólar, por un lado porque desvaloriza sus reservas, y por el otro porque alimenta la inflación. La revalorización de la moneda china, para contrarrestar la inflación, incrementa el valor en dólares de su deuda interna (y puede llevar a la quiebra a numerosas empresas y bancos) y, del mismo modo, desvaloriza sus activos. China está perdiendo 4 mil millones de dólares al mes entre lo que paga para absorber su emisión de moneda a cambio de dólares y lo que recibe cuando invierte estos dólares en el exterior.13 Según otro cálculo, esta sangría representaría un 5% del PBI de China, unos 70.000 millones de dólares al año.
Para compensar una caída de sus mercados de exportación, China debería modificar radicalmente su actual esquema económico, lo cual afectaría a los capitales internacionales que han convertido a China en una economía de exportación (arma componentes que luego exporta). Es decir que una crisis internacional no dejaría de lado a China; por el contrario, ella sería la más golpeada. En todas las crisis mundiales hasta ahora, al menos desde 1825, las naciones atrasadas o de desarrollo menor conocieron un salto de su industrialización y de su mercado interno debido a la interrupción de la exportación extranjera, pero esto sólo tuvo lugar luego de atravesar por una crisis severa; entre 1930 y 1932, el PBI argentino cayó un fenomenal 15%. Es precisamente esta experiencia histórica (y en especial la depresión de los años '30) la que enseña: 1) que el desarrollo interno de los países atrasados tiene lugar después del estallido de la crisis, nunca con anterioridad a ella o con la posibilidad de prevenirla; 2) que cuando ese desarrollo tiene lugar, se agudiza la tendencia a proteger el nuevo marco de autonomía nacional creado por la crisis mundial, en perjuicio de una recomposición del comercio internacional; 3) que solamente cuando la crisis mundial se encuentra en vías de superación (algunas décadas más tarde) se reanuda la interconexión de la economía mundial en una escala superior. En el caso de la depresión del '30, el retorno a la normalidad entrañó antes al nazismo, el holocausto, la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial con sus cien millones de muertos, la revolución china, el avance del Ejército Rojo hasta las proximidades del Atlántico y varias revoluciones europeas y nacionales (en Asia, América Latina y Africa) traicionadas.
El impacto de la crisis en Europa no solamente se manifiesta en una tendencia a la recesión. La deuda pública italiana, por este motivo, se ha desvalorizado frente a las de otros países de la Unión Europea, lo que ha encarecido el financiamiento de su déficit público. La novedad política de una derecha que va a las elecciones de abril próximo con un programa de proteccionismo económico, en principio contra las exportaciones chinas, refleja el completo impasse del capitalismo de la península. Pero la suma de factores indica que Italia está a la cabeza de una incipiente disgregación de la Unión Europea; Sarkozy ya ha reclamado una política proteccionista a la escala de la UE; en Hungría ya hay fuertes síntomas de un derrumbe financiero. Italia podría acabar uniéndose a Gran Bretaña y los países escandinavos en su rechazo al euro - ese es claramente el planteo del ministro de Economía de un futuro gobierno Berlusconi, Guido Tremonti. En España y en Gran Bretaña la crisis hipotecaria se acentúa, y con ella la amenaza de crisis para sus bancos. Una gran constructora española, accionista principal de varios bancos importantes, SacyrVallehermoso, acaba de recibir un llamado para cubrir los márgenes entre los préstamos que ha recibido y la desvalorización de sus activos.
La devaluación del dólar, que impulsa Estados Unidos para desvalorizar sus deudas internas e internacionales y mejorar la posición comercial de la producción norteamericana, acentúa la dimensión internacional que la crisis ha tenido desde el inicio. Se trata de una crisis que culmina varios ciclos económicos. El primero, que se inicia a mediados de 2002 con la apertura en gran escala del mercado de China y la transformación de ese país en la correa de transmisión del financiamiento de los déficit norteamericanos (comercial y fiscal). Por medio de China los dólares emitidos por Estados Unidos retornaron para financiar los déficits norteamericanos. La Reserva Federal financió el superávit chino con deuda norteamericana, que ahora la devaluación del dólar se encargará de licuar. El fin de este ciclo plantea una crisis económica y social sin precedentes tanto en uno como en otro país, y especialmente pone en crisis la restauración capitalista. El otro ciclo que culmina es más largo, el que se inicia a fines de los '70 con la emergencia de un modo de acumulación de capital centrado en el capital financiero. Este modo tiene su propia patología: "Cuando se observa cuánta deuda agregó este ciclo al sistema en relación con el crecimiento económico, por encima y más allá de lo que ha sido normal en expansiones anteriores, el monto de creación excesiva de crédito suma 6 billones de dólares"14, un monto que es la mitad del producto bruto norteamericano. El dato pone de manifiesto el parasitismo fundamental de la llamada globalización capitalista.
La crisis plantea un principio de "desglobalización" de la economía mundial; la dispersión de los niveles de precios internos respecto de los internacionales es el más alto de la historia. La crisis monetaria en curso va a acentuar este dislocamiento. Lejos de nivelar las condiciones del mercado mundial, se ha acentuado la tendencia a un desarrollo desigual y divergente. El desacople de los niveles de precios deberá acentuar la tendencia al proteccionismo, incluido el sistema de retención de exportaciones de los países productores de alimentos para evitar el encarecimiento de sus mercados internos. Es evidente para cualquiera que los principales bancos centrales no han hecho siquiera una tentativa de coordinar su acción frente a la presente crisis - o sea que está a la orden del día la consigna de la salvación nacional. Se configura un replay de lo ocurrido luego de la primera guerra y, definitivamente, en la crisis del '30 - claro que en una escala social y económica muy superior. En resumen, en lugar de un desacople de la crisis tenemos a la vista el desarrollo de una crisis que abarca a todos los países, en distinto grado y con distinto ritmo. Y en lugar de un acople del capital financiero para diseñar una salida global a la crisis, asistimos a un desacople de la economía mundial y a la recuperación de las tendencias nacionalistas.
La "ley de hierro" del capital
Los comentaristas ya no hablan de la posibilidad de evitar una recesión internacional, sino que toman nota de una "crisis financiera sistémica". Crisis sistémica significa deflación de mercancías y capitales y destrucción de riqueza capitalista acumulada. La intervención del Estado se convierte en el recurso último del capital ante la disolución de los mercados. Como lo señala el titular de un artículo del Wall Street Journal: "Entramos en la era de los rescates".15
Lo cierto, sin embargo, es que ninguno de los rescates que fueron proyectados hasta ahora se han concretado, y las rebajas sucesivas de las tasas de interés interbancaria en Estados Unidos, han fracasado. Los propietarios se oponen a que se refinancien los préstamos por sus viviendas, porque no están dispuestos a reconocer una deuda hipotecaria considerablemente superior a los valores inmobiliarios de mercado. No lo quieren las asociaciones inmobiliarias, que estiman que los préstamos refinanciados tampoco serían pagados. La extensión de los márgenes que tienen las entidades inmobiliarias estatales de Estados Unidos para levantar el mercado comprando los títulos hipotecarios privados en default, choca con las pérdidas cada vez mayores que ellas mismas están sufriendo como consecuencia de la desvalorización de su propia cartera de créditos hipotecarios. El centroizquierdismo norteamericano ofrece como alternativa la puesta en marcha de un gigantesco programa de obras públicas, que al mismo tiempo daría una respuesta al descomunal deterioro de la infraestructura pública en Estados Unidos. Claro que antes habría que dar una salida al derrumbe inminente del mercado de capitales y a la quiebra económica internacional que esto produciría.
Las autoridades norteamericanas se han embarcado, como punto de partida para una salida, en la devaluación del dólar; o sea, en reducir los costos de un rescate interno y descargar la crisis sobre el mercado mundial. Es una aproximación a una crisis del '30.
Pero aunque la crisis se presenta como un fenómeno financiero ligado al mercado hipotecario, la función del crédito en la economía capitalista es superar los límites que encuentra el capital para su realización y valorización. El crédito extiende el mercado de consumo personal y productivo, y también es una palanca para elevar la tasa de beneficio del capital invertido en la industria. En un determinado punto, esa expansión expresa, decididamente, una situación de sobreproducción. Sin el crecimiento explosivo del crédito inmobiliario norteamericano y sin la inflación de valores de los mercados de crédito y de capital no hubiera habido mercado para la producción de China, y sin esto China no hubiera podido convertirse en un mercado para las mercancías y para la inversión internacional de capital en China. La sobreproducción se ha manifestado en lo que el Banco de Basilea ha llamado una "huelga de inversiones", con la excepción de China e India, que ahora sufren el impacto de esta sobreproducción, una vez que han agotado las posibilidades de sustituir a la competencia con menores precios. El crédito inmobiliario no solamente fue una enorme palanca para la demanda de consumo personal y productivo (construcción) sino que sirvió también para apoyar el desarrollo de otras formas de crédito que cebaron el mercado de consumo y permitieron la obtención de tasas de rendimiento más elevadas.
Recientemente, el ex secretario de Trabajo de Clinton, Robert Reich, señaló que aunque el poder adquisitivo del salario en Estados Unidos no ha crecido desde los '70, el consumo lo ha hecho en más de un ciento por ciento. La solución de esta paradoja se encuentra en varios factores. Reich señala, primero, la incorporación de la mujer al trabajo, lo que explica un 35% de ese incremento, aunque Reich no dice que sirvió, por sobre todo, para congelar los salarios en un marco de mayor productividad. En segundo lugar figura la extensión de la jornada laboral, que se ha convertido en la más larga en los países desarrollados. El tercer factor es el endeudamiento de los hogares, que ha llegado a más del 200% de la remuneración del trabajo; el mercado de consumo norteamericano depende cada vez más menos del ingreso por salarios y cada vez más del crédito al consumo. En el plano financiero, una reducida camada de trabajadores se ha beneficiado de la inflación bursátil e incluso de la de los precios inmobiliarios para acrecentar lo que se denomina el ingreso disponible de los hogares. Sin embargo, con el derrumbe de la riqueza inmobiliaria, el corte del crédito al consumo, las cesantías provocadas por la recesión y el incremento del trabajo de tiempo parcial (peor remunerado), las condiciones económicas del consumo personal se están viniendo abajo y la situación de la clase obrera está sufriendo un cambio que será radical.
La fuerza de trabajo, que recibe ingresos bajo la forma de salarios o de remuneración de un trabajo autónomo, no acumula el valor que crea con su trabajo; lo acumula el capital. Como la fuerza de trabajo, a diferencia del capital, no se autovaloriza, a la larga su endeudamiento acaba con sus ingresos y salarios: el salario pasa a remunerar al capital (bancario), no a la fuerza de trabajo. La crisis bancaria disimula, entonces, una crisis de sobreproducción, que el crédito al consumo ha tratado infructuosamente de superar: las fuerzas productivas desbordan el marco capitalista en que fueron creadas. El estallido del crédito al consumo (incluido el hipotecario) potencia social e históricamente la recesión económica: socialmente, amenaza con generar una miseria mayor a las crisis precedentes; históricamente, tiene límites mucho mayores para encontrar una vía de salida o, dicho de otro modo, sus vías de salida son más destructivas y (¡sí!) catastróficas.
La siniestralidad urbana y social de Detroit, por ejemplo, la histórica capital de la industria norteamericana, donde la desocupación alcanza al 10% y el derrumbe de la infraestructura pública y edilicia es enorme, es una muestra de la perspectiva social que deja en pie la crisis que se ha abierto en Estados Unidos - donde ya hay 800.000 desalojos de viviendas. No es casual que también en Estados Unidos, hayan comenzado a aflorar de nuevo los planteos proteccionistas de parte de varias tendencias de la burguesía.
Un cambio de condiciones y de percepciones
En el movimiento obrero mundial, lamentablemente, no se ha comenzado siquiera a discutir un programa para esta crisis; pero esto comenzará a ocurrir en breve tiempo. Las nacionalizaciones encubiertas son la oportunidad para plantear la nacionalización de la banca sin indemnización, pues está claro para toda la sociedad que el capital se ha caído como consecuencia de sus propias leyes, y de que no hay lugar para ningún resarcimiento social. Pero la catástrofe que se insinúa deja todavía más clara la necesidad de expropiar a todas las industrias armamentistas o vinculadas con la guerra, para reconvertirlas en beneficio popular. Sobre la base de la expropiación de la banca y de la industria ligada a la guerra, un programa de obras públicas y de reindustrialización puede ser una salida para las masas. La cuestión de los despidos y de los salarios pasará al orden del día, y ello deberá dar lugar, de nuevo, a una crisis en el esclerotizado movimiento sindical. De todos modos, lo importante es esto: la implosión de la economía de mercado, esa ficción que ha llevado a toda la izquierda mundial a entregarse al capitalismo. El mercado no sacará, no ya a los obreros, sino a los propios capitalistas, de la hecatombe en que se han metido. El cambio de percepción y de perspectiva para los explotados, en especial en los países económicamente más avanzados, será el fruto más rico de la presente crisis. Se impone, por lo tanto, que la vanguardia obrera inicie un enérgico esfuerzo de deliberación política.
(Publicado en En Defensa del Marxismo, del Partido Obrero, de Argentina, nº 35, marzo de 2008)
Notas
1. RGE Monitor, febrero 2008.2. Financial Times, 20 de febrero de 2008.3. International Clearing House, 7 de marzo de 2008.4. The Economist, 2 de febrero de 2008.5. Financial Times, 20 de febrero de 2008.6. Financial Times, 4 de febrero de 2008.7. The Wall Street Journal, 15 de febrero de 2008.8. Financial Times, 3 de marzo de 2008.9. Financial Times, 29 de enero de 2008.10. Financial Times, 26 de enero de 2008.11. Financial Times, 11 de febrero de 2008.12. Financial Times, 14 de febrero de 2008.13. Financial Times, 31 de enero de 2008.14. Financial Times, 28 de enero de 2008.15. The Wall Street Journal, 19 de febrero de 2008.
Jorge Altamira: 15 44 23 78 73
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