Jorge Echazu Alvarado.
Sobre todo a fines del siglo pasado los representantes ideológicos de la reacción internacional, del pensamiento único y del fin de la historia, pregonaron con bombos y platillos, el fin de la “revolución”, el fin del “socialismo” y sobre todo el “fin del marxismo” como la doctrina del cambio y la transformación social.
La caída del famoso “Muro de Berlín”, erigido por el inefable y olvidado Nikita Jruschov, parecía dar toda la razón a aquellos ideólogos de la “muerte del marxismo” y, en efecto, una gran experiencia social que había surgido en octubre de 1917, caía estrepitosamente en medio de las alabanzas de los “dueños del mundo” y de grandes celebraciones en torno a la llegada de la “pax americana”.
Sin embargo, la euforia duró escasos diez años, al cabo de los cuales, observamos con grandes esperanzas el surgimiento de una nueva y poderosa Tercera Ola Revolucionaria (TOR) que desde todos los confines del planeta se levanta incontenible en el siglo XXI, proclamando la llegada de la hora de los pueblos, se trata de la insurrección de miles de millones de hombres, de billones de desheredados de la tierra que definitivamente ha dicho, ¡basta!, iniciando la marcha histórica que, como vaticinara el Che Guevara, no se detendrá hasta el triunfo final de los pueblos del mundo.
El hasta aquí poderoso frente imperialista que durante centurias aplastó a los pueblos, los invadió, los agredió, los bombardeo y los explotó descaradamente, se debate en profunda crisis estructural. Sus tentáculos económicos y políticos se extendieron tanto que ya no puede sostenerlos y la crisis se hace insostenible; una de las muestras de dicha crisis es la de su divisa fundamental, el dólar americano que desciende en caída libre y que es TERMINAL. Su deuda externa es descomunal e impagable, su balanza de pagos es absolutamente negativa y su proclamada competitividad se desploma frente al desafío chino, indú y ruso.
Sin embargo, al margen de estos fenómenos económicos internacionales, tenemos la situación en América Latina donde los pueblos latinos han proclamado su intención definitiva de dejar de ser el “patio trasero del Imperio”.
En nuestro país, la ley inexorable de la LUCHA DE CLASES, se hace presente con toda su pertinencia y desmintiendo enfáticamente aquella versión en torno a la “muerte del marxismo”. Hoy, como nunca se puede apreciar la vigencia de estas leyes sociales cuando observamos cómo los pobres de Bolivia, los explotados, los humillados y los excluidos que en defensa de sus intereses legítimos, se organizan elementalmente y cuestionan a un Estado nacional oligárquico y racista. Al frente como fuerza social opuesta, se encuentran los explotadores, los privilegiados, los conservadores que defienden con uñas y dientes sus prebendas, sus gangas, sus grandes extensiones de tierras como expresión de un defensa clasista de sus “intereses” ilegítimos.
Se trata pues de una lucha de clase en todos los terrenos, como enseña la concepción materialista de la historia. La burguesía de los empresarios y todos los sectores dominantes frente al proletariado, los campesinos, las naciones oprimidas como dirigentes del bloque de clases explotadas. La lucha de clases tiene pues tres formas fundamentales: la lucha de clases económica que es aquella que enfrenta los intereses económicos espúreos de empresarios privilegiados contra los intereses económicos de obreros explotados en el sistema capitalista; la lucha política que se manifiesta en la confrontación en el plano de de la dominación a través de los partidos de clase contra todos los aparatos del Estado burgués y capitalista y finalmente la lucha de clases ideológica que se muestra en toda su vigencia en la actual confrontación en el plano de las ideas entre quiénes pretendemos profundizar y radicalizar el proceso de cambios y los que, a través de sus medios de comunicación, intentan frenar en el campo de las ideas, la avanece de las ideas de cambio y transformación.
La lucha de clases es inexorable mientras existan modos de producción divididos en clase sociales y especialmente en el sistema capitalista.
Por ello mismo, otras concepciones que pretenden dividir teóricamente a la sociedad (formación social) entre “indígenas” y “no-indígenas” (Patzi), es completamente equivocada, porque existen pues muchos indígenas privilegiados que forman parte de las clases explotadoras dominantes tanto económica, como ideológicamente e igualmente existen, y muchos, por otra parte, no-indígenas que hacen causa común con los intereses fundamentales de los oprimidos. La contradicción “Indígenas”//“No-indígenas” es completamente falsa y tiene peligrosos tintes racistas inocultables.
La “contradicción” que han incorporado los representantes de la oligarquía del oriente boliviano es aún peor. Ellos sostienen que la sociedad boliviana se divide en “Centralistas” versus “Autonomistas”. Obviamente esta “contradicción” es una gran falacia porque justamente los que hoy pretenden ser “autonomistas” de toda la vida, fueron precisamente los más grandes centralistas en las épocas en que tuvieron todos los resortes del poder político en el país y cuando perdieron parcelas de ese poder desempolvan la banderita “autonomista” para oponerse al proceso de cambio.
Como podemos apreciar la ley social de la lucha de clases tiene carácter objetivo y quiénes la niegan se estrellan violentamente contra la realidad concreta.
Jorge Echazu Alvarado.
PC mlm.
2 ago 2008
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