12 ago 2008

MALAS NOTICIAS, EL 2009 YA LLEGO

Malas noticias, el 2009 ya llegó
ACCION POPULAR NACIONALISTA
San Martín - Rosas - Perón


Malas noticias, el 2009 ya llegó
El año que viene el país enfrenta vencimientos de la deuda externa por 20 mil millones de dólares y elecciones legislativas. El gobierno todavía cuenta con una ventaja objetiva: el peronismo aún no resolvió su interna sucesoria. Pero el cambio que le permitiría recuperar la iniciativa política sigue obturado por el doble comando.
Por Ignacio Fidanza
El problema de fondo que bloquea a la administración de Cristina Kirchner y le imposibilita hallar un eje que le de vida y justificación profunda a su “mandato” permanece incólume. El doble comando es tan visible ahora que Néstor Kirchner se retiró a rumiar su rencor en los dormitorios de la residencia de Olivos, como en los días desorbitados de las arengas en la plaza del Congreso.

Sólo la mentalidad naif de los recién llegados “asesores” de imagen que incorporó el gobierno, pueden imaginar que basta esconder a Néstor para resolver el problema. Estupidez notable que ni siquiera logran garantizar. Candidez de principiantes u oportunistas que concientes del serio problema político que afecta a la Presidencia, proponen aspirinas para un mal que saben persistirá. Todo sea para asegurarse al menos unos meses mas en el poder. O sea, hacer como que proponen algo y son útiles, pero al mismo tiempo no tocar ningún interés neurálgico que los eyecte de sus despachos.

El terreno prohibido es claro y se reduce a la alcoba presidencial. Sergio Massa asumió la Jefatura de Gabinete lleno de promesas. Auguró cambios en la política de comunicación. Quiso despedir a Enrique Albistur, que supuestamente depende de él. Y falló. Tuvo que conformarse con una conferencia de prensa como gran “logro” de su gestión. Ahora anda tratando de conseguir pauta oficial para un diario opositor. Suena a poco para el grandilocuente discurso de cambio que anarboló. Y desde luego, que no es ese el primero ni el principal problema que atenaza a la actual gestión.

Muy por el contrario, se trata de asuntos serios los que hay que modificar. Y ya aburre por vieja, la excusa de atribuir a “problemas de comunicación” los fracasos de la política. Mismo discurso que repetían el menemismo y el delarruismo en sus horas amargas. Es ese el remanido diagnóstico de los que no se atreven a decirle a sus jefes la verdad. Es como decir, quedense tranquilos que todo lo que hacen esta bien, sólo que no los entienden. Trabajemos para que lo entiendan. Tarea para aduladores.

Los chicos se divierten

Mientras Massa se consuela sonriendo ante las cámaras junto a la Presidenta, como si lo buscarán a él, Néstor Kirchner, Julio de Vido, Ricardo Jaime, Rudy Ulloa y otra gente que no pierde el tiempo en pavadas, avanza sobre el poder real. El jefe de Gabinete también prometió eufórico en las horas de su asunción cambios en el Indec y se habló de la salida de Guillermo Moreno en cuestión de horas.

Bueno, allí sigue Moreno en su cargo. Y ahora sumó a su órbita Defensa de la Competencia, un área clave para que Néstor Kirchner monitoree de cerca su política de acuerdos y presiones con los grandes grupos de medios. Eso sí es una política comunicacional. Brutal, peligrosa, muy poco democrática, pero como todo lo que hace el ex presidente, apunta al corazón del poder y no a las buenas formas.

Este es el mundo de Néstor. El mundo de los negocios, de los intereses, de las decisiones reales, como por ejemplo, la estatización de Aerolíneas Argentinas que finalmente obtuvo el persistente Ricardo Jaime. Y en ese universo no sólo no hubo un paso al costado, sino que con la salida de Alberto Fernández y el voto “no positivo” de Julio Cobos, se halló la excusa perfecta para cerrar aún más el ámbito de las decisiones.

Frente a este movimiento de repliegue sobre si mismo del kirchnerismo originario, la Presidenta exhibe una liga de “jóvenes brillantes”, cuyo único y discutible valor por lo que se vio hasta la fecha es la voluntad irrefrenable de hablar ante los medios. Como si las sonrisas vacías y los rostros prolijamente afeitados fueran garantía de algo. Como si a la gente le importara. Como si problemas como la inflación, se resolvieran cambiando a un áspero De Vido por un modosito Abal Medina.

Es tan visible el dispositivo que casi causa compasión. Ese seleccionado que se expande en los diarios, esas fotos compartidas de las nuevas esperanzas blancas como Claudio Moroni, Amado Bodou y el mencionado Abal Medina, anunciando con entusiasmo refinamientos burocráticos para “simplificar” trámites y otras exquisiteces propias de países que han resuelto cosas básicas, como la pobreza, que dicho sea de paso, volvió a crecer en el país. Y de eso no hablan estos ex liberales y progresistas kirchnerizados.

Así, la gestión se divide en la caricatura de una administración europea –o al menos chilena- que posa en los medios pero decide poco y nada; y la realidad de esos otros hombres desgastados que ejercen un control implacable y ya ni pierden el tiempo en informar a la Presidenta de sus decisiones.

Lo nuevo queda así reducido a la capitio diminutis de la cosmética y lo viejo ya no tiene mucho más para dar. Néstor Kirchner es la viga, el sostén y la razón de un gobierno al que le hace tanto bien como mal. Si él no estuviera el kirchnerismo derivaría posiblemente en una estructura frívola. Pero su permanencia en el puesto de mando obtura la posibilidad del cambio.

Ido Alberto Fernández el proyecto cristinista se quedó sin líder y ahora lo que persiste es un reflejo tardío, la cáscara vacía y devaluada de una idea que se quedó sin jefe.

El futuro ya llegó

Nada de esto sería importante si la economía no mostrara signos de agotamiento. Es el modelo kirchnerista el que cruje en el único costado en el que no podía fallar, esto es la garantía de recursos casi ilimitados para comprar y vender lo que haga falta. Las obras públicas certificadas hace seis meses que no cobran. Y encima los obligan a mantener precios del 2005, mientras les demoran las actualizaciones. O sea, ya nadie construye nada. En la provincia de Buenos Aires el Plan Federal de Viviendas está paralizado, al igual que la autopista Rosario-Córdoba. Apenas dos ejemplos.

Ese turbo que succionaba adhesiones políticas y empujaba la economía se detiene en el peor momento. Cuando caen los precios de la soja y el crédito internacional se cierra. Cuando las reservas caen. Cuando las inversiones desaparecen, las divisas se escapan y los subsidios ya no alcanzan. Cuando, sobre todo, faltan menos de cinco meses para que llegue el 2009.

Justo el año que la Argentina se notificará que el problema de la deuda nunca se solucionó. Cuando deberá pagar alrededor de 20 mil millones de dólares de vencimientos, en el preciso momento en que empieza a observarse el fondo de la olla. Y será en ese mismo instante cuando habrá que ir a elecciones legislativas. Empieza a observarse así un amontonamiento de nubes que insinúa una tormenta perfecta. Y se sabe que en economía cuando ven una tormenta en el horizonte abren los paraguas. Esto es, las decisiones se anticipan.

Tormenta que además se discute abiertamente en la política que ya habla de los Kirchner como gente del pasado, y está por estas horas más preocupada en discutir las alternativas de la sucesión. Y es ese debate no saldado el que contribuye a la aparente calma que por estas horas se vislumbra.

¿Quién será el candidato peronista en el 2011? ¿Qué hará finalmente Mauricio Macri? ¿Cuál será el lugar de Julio Cobos? Y antes de todo ello: ¿Quién será el gran ganador del año próximo? ¿Volverá Elisa Carrió al centro de la escena? ¿Qué buscará la gente, justicia, revancha o racionalidad, prudencia y orden económico? Interrogantes que requieren tiempo.

Se enfrenta así la Presidenta, liberada de la carga de la política, a la posibilidad de tomar aquellas decisiones –muchas de ellas dolorosas- que le garanticen al país el futuro. Esas que su marido eludió. Una tarea que tal vez le sesgue la posibilidad de la reelección, pero que la reubicaría en el mapa grande de la historia como la estadista que hizo lo que tenía que hacer. Y quien sabe, la fortuna a veces sonríe a los que se arriesgan.

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