A propósito del Impuesto
a las ganancias (impuesto al salario)
LO
INVIABLE ES EL SISTEMA
El debate
por el mal llamado Impuesto a las Ganancias ha estallado con
fuerza en el centro de la escena política del país. Por
supuesto, manipulado desde los medios masivos de comunicación,
desde concepciones siempre amañadas, contemplando los
intereses de los privilegiados a los cuales les son
funcionales, queriendo hacer ver una pelea entre actores
(oficialismo vs oposición) que, en realidad, están de acuerdo
en lo fundamental: el
peso de sostener las cuentas del Estado debe recaer en las
masas laboriosas. En esta farsa llamada “democracia”
burguesa, el pueblo humilde, el pueblo trabajador, asiste a la
supuesta confrontación de los que deciden sobre sus ingresos
como un mero espectador, pues no existe una herramienta
política legitimada y de masas que pueda terciar desde una
posición clasista en la discusión. Nadie repara en el hecho de
que tanto el macrismo como la oposición parlamentaria
pretenden mantener ese tributo que es una afrenta a la
dignidad laboral. En realidad, los que deciden, los que tienen
el poder, los dueños del poder económico, han logrado que sus
representantes políticos en el Estado burgués, de hoy o de
años anteriores, precarizaran de manera vergonzosa el nivel
salarial de los trabajadores.
El 90% de los asalariados en este país cobra por debajo
no sólo del mínimo no imponible del nefasto impuesto, sino por
debajo del nivel de pobreza.
Para poner las
cosas en su lugar desde el comienzo, hay que decir que el
supuesto “impuesto a las ganancias” tal como se viene cobrando
desde los tiempos de la Alianza, es un impuesto al
salario, y el
salario no es ganancia. Ganancias tienen las empresas,
no los trabajadores. El sólo hecho de generar esa confusión es
funesto. El dueño de la criatura, JJ Machinea, esgrime que él
la pergeñó pensando en salarios muy altos, y de hecho, el
mínimo no imponible de aquella época en la que DeLaRúa
gobernaba se le cobraba a sueldos que hoy serían de alrededor
de $150.000. Pero el concepto
desde el cual se pensó la medida le abrió la puerta a la
posibilidad de que se le cobre a cualquier salario. Y así fue.
El kirchnerismo hizo lo suyo al no modificar en 12 años las
escalas y apenas el mínimo no imponible, por lo cual, al ritmo
de la inflación nunca controlada, no sólo lo terminaron
pagando los salarios de ceos y gerentes, sino los de
trabajadores comunes cuyos gremios habían logrado mejoras
salariales por encima de la media, pero de ningún modo de
privilegio. Al fin de la era K, todo aquél que ganara por
encima de $17.000 tributaba el 35%, con una canasta familiar
que rondaba los 12 ó 13mil pesos.
La excusa de los
políticos del sistema, que argumentan que sólo el 10% de los
asalariados paga el vergonzoso tributo, grafica el patetismo
en el que ha caído la política en Argentina: esgrimen como
virtud una calamidad. Nótese que digo “políticos del sistema”
y no “funcionarios oficialistas”, porque cuando estaban en el
gobierno, los cuadros kirchneristas argumentaban exactamente
lo mismo que hoy los de Cambiemos: “las intenciones de
eliminar el impuesto son inviables, como inviable es por lo
tanto cualquier propuesta que lo contemple, porque
desfinancian las cuentas del Estado” dijeron y dicen.
¿Qué es lo
inviable? Lo que se le dice “al pueblo”, en un discurso
dirigido a que los trabajadores se resignen ante una realidad
que se les hace aparecer como incontrastable, es que el Estado
(burgués) necesita de los impuestos para poder funcionar, y
que el gasto de las cuentas fiscales debe ser menor a la
totalidad de los ingresos, porque si no produce lo que refiere
esa palabrita que tanto machacan los medios masivos de
comunicación: déficit.
Algo que suena lógico. El problema se produce porque a la
mayoría se le oculta detrás de una nebulosa, cuánto ingresa en
las arcas del Estado y dónde se originan esos ingresos; y
cuánto se gasta y hacia dónde va dirigido ese gasto.
Hay que ir a los
números entonces. Según el Presupuesto 2016 (gobierno
kirchnerista), el total de ingresos al estado por impuestos se
previó en casi 2 billones de pesos, de los cuales la mitad los
componen el IVA y el Impuesto a las Ganancias.
-
Total de recaudación
por impuestos: $1.997.733.900.000 (un billón, novecientos
noventa y siete mil setecientos treinta y tres millones
novecientos mil pesos)
-
IVA: $576.749.100.000
(29% del total recaudado)
-
Impuesto a las
Ganancias: $424.509.200.000 (21%)
Pero no es lo
único regresivo; los impuestos a los combustibles, que los
pagan los trabajadores igual que cualquier ceo o dueño de
empresas, y el monotributo, gravamen impuesto a los sectores
más bajos de la actividad económica formal no asalariados
(muchas veces obligados a convertirse en monotributistas por
sus explotadores), suman:
-
Combustibles naftas:
$33.070.200.000
-
Combustibles gasoil:
$13.145.700.000
-
Combustibles otros:
$30.713.400.000
Por créditos y
débitos bancarios, operatorias financieras que generalmente
son más baratas para los más ricos por los volúmenes que
manejan, y que los asalariados en blanco y monotributistas
deben pagar también, la recaudación es:
-
Créditos y débitos
bancarios y otras operatorias: $132.002.400.000 (6,60%)
Los ingresos por
aportes y contribuciones a la seguridad social, que aportan
tanto patrones como trabajadores, son:
-
Aportes y
contribuciones a la Seguridad Social: $563.499.600.000 (28%)
¿Qué pagan
exclusivamente los ricos entonces? Podríamos decir que los
impuestos específicamente para empresas y empresarios son:
¡¡Los ricos
aportan específicamente el 7,86% de todo lo recaudado por el
Estado a través de impuestos!!
¿Queda claro
quiénes llevan el peso para que el Estado Burgués, el Estado
Capitalista, sea “viable”?
Lo “inviable”
para los patrones y sus medios de comunicación masivos,
formadores de opinión y adoctrinadores ideológicos que callan
estas verdades, es intentar hacer menos inequitativo este
esquema impositivo.
(Las cifras
expuestas son las que figuran en el Presupuesto 2016) (1)
El Presupuesto
2017, recientemente aprobado en el Congreso, tiene los
siguientes números, y de paso los comparamos con los del 2016:
(2)
En el sistema
que le cuida sus privilegios, los ricos aportan migajas a las
arcas del Estado
Para colmo de
males las empresas, que ya poco aportan “para hacer viables”
las cuentas fiscales, fraguan sus balances para tributar menos
aún. Según la CEPAL (3), el Estado argentino deja de recaudar
la mitad de lo que debería por el impuesto a las ganancias,
porque las empresas subdeclaran sus beneficios. Cosa que no
pueden hacer los asalariados, ya que el impuesto se les deduce
en el momento de liquidarles los sueldos. Según el informe,
sólo en 2015 se perdieron de recaudar u$d24.000 millones de
esa manera. Los medios de comunicación machacan sobre lo
nefasta que resulta la corrupción en perjuicio del Estado, y
eso es innegable. Pero según el FMI, esas prácticas
representan pérdidas de hasta el 2% del PBI mundial, mientras
que la ONG especializada en evasión tributaria Tax Justice
Network, estima que por esa vía (la evasión) se pierde el 5%
del mismo (4). En Argentina, los datos de Ganancias están
sujetos al secreto fiscal, por lo cual se conocen sólo los de
las empresas que los hacen públicos por cotizar en bolsa,
haber emitido obligaciones negociables (deuda) o las de la
órbita del Estado. Así, de las 600 principales corporaciones
que desarrollan su actividad en el país, los números de 488
están ocultas al público, y sólo 112 exhiben sus cuentas.
De esas 112
grandes empresas, según se relevó entre 2012 y 2015, el 20% no
pagó impuesto a las ganancias, ya sea porque están exentas o
porque declararon pérdidas. Un dato de color es que uno de los
que no pagan es el Banco Credicoop, exento por declararse una
“cooperativa”, a pesar de ser uno de los bancos capitalistas
más grandes del país. (5)
Tomando sector
por sector de la producción y los servicios, las compañías
eléctricas pagaron sólo en el 40% de sus balances; el de la
distribución de agua en el 50%; el sector gasífero no pagó en
el 30%; el petrolero, en el 28%; químico, holdings, forestal,
curtidor, maquinarias y autopistas, en el 25%; la construcción
en el 24% y el agroalimentario en el 21%.
De eso nada se
dice.
El gobierno de
la alianza PRO-UCR-ARI, apenas asumido, bajó el 5% las
retenciones para la soja y a los demás granos le sacó la
totalidad de las mismas, y eximió de los tributos por
exportaciones a las industrias y al sector minero. Según los
“sueños” del oficialismo, ello empujaría a los sectores
empresariales a realizar las inversiones tan declamadas y
nunca efectivizadas. En realidad, después de esas quitas,
entre el campo (16.496) y la minería (2.926), se perdieron
casi 20 mil puestos de trabajo (19.422) sólo en el primer
trimestre del 2016. (6)
Lo concreto es
que con esa política, Cambiemos desfinanció el Estado en unos
$100.000 millones, según estimaciones de Ecolatina (7).
Allí la lógica
de la alianza gobernante no fue la misma que la que esgrime
hoy para frenar la modificación en el impuesto a las
ganancias. Es decir, cuando se trata de beneficiar (aunque sea
con migajas) a los trabajadores, se pone el grito en el cielo,
pero cuando se trata de favorecer al sector empresarial, la
decisión se toma en un santiamén. Eso define la ideología que
mueve a los que gobiernan. Tan claramente como lo deja
expuesto el perdón a las empresas de energía eléctrica de 19
mil millones de dólares de deuda con el Estado, mientras se
lleva a cabo una bestial suba de tarifas cuyo peso recae en
las espaldas del pueblo.
Hay un déficit,
sí, producto del descalabro que genera el modo de producción,
de organización y de financiación capitalista, sobre todo en
un país dependiente como el nuestro. En Argentina, son mayores
los gastos que las entradas al fisco desde que se tenga
memoria, por lo tanto ese déficit existe desde hace años. Para
equilibrar las cuentas se ha recurrido a la emisión monetaria
o al endeudamiento externo. Pero eso tiene un costo dentro del
esquema en el que se decide vivir: pertenecer a la “comunidad
internacional” y así poder comerciar dentro de ella requiere
el cumplimiento de las reglas que imponen quienes dominan el
mundo, y las cuentas nacionales dependen entonces de las
variables globalizadoras. La moneda nacional se referencia
inevitablemente con las monedas de las potencias en clara
desventaja, y el desarrollo económico pasa a depender del
financiamiento y las inversiones externos, lo cual produce
endeudamiento. Por eso hoy en día, una gran parte de los
ingresos van a parar al pago de la deuda pública, una afrenta
a la dignidad nacional que fundamentalmente se generó de
manera fraudulenta durante la última dictadura, donde los
militares se ofrecieron y actuaron como lacayos al servicio
del poder financiero global. Sin embargo, con la excepción de
Alfonsín en el comienzo de su gobierno, él mismo y todos los
demás que le siguieron decidieron “honrar” la deshonra y pagar
lo que nunca debimos, condicionando hasta hoy el desarrollo de
nuestras fuerzas productivas y nuestra supuesta
“independencia”. El kirchnerismo se jactaba de haber pagado
200mil millones de dólares al sistema financiero imperialista,
a pesar de su retórica antiimperialista. Claro, una cosa es el
dicho y otra cosa los hechos. Los números no mienten. Tomando
como lo hicimos el último presupuesto K, del 2016, podemos ver
que se destinaron para el pago de la deuda el 6,6% del
presupuesto, $104.133.900.000 (en aquél momento, más de
10.000 millones de dólares), aunque el presupuesto actual
indica que se terminaron pagando $187.071.800.000.
El nuevo presupuesto (2017) prevé el pago de $247.632.100.000
en concepto de pago de la Deuda (unos 15.500 millones de
dólares, 10,5% del total presupuestado). A modo de
comparación, podemos decir que las asignaciones a los
ministerios de salud y educación fueron de $37.214.300.000
(2,4% del Presupuesto) y $82.904.000.000 (5,3%)
respectivamente para 2016; y $46.267.700.000 (2%) y
$130.950.600.000 (5,5%) respectivamente para 2017. (8)
Los tipos que acusan de
provocar el déficit fiscal a las pretensiones de los
trabajadores, son los que le dan prioridad a la deuda de
origen fraudulento antes que a la salud y la educación
públicas.
El déficit
existe, y no porque los asalariados tributen poco. Para
cubrirlo, así como el kirchnerismo apelaba a la maquinita para
imprimir billetes y con ello generaba la inflación que negaba,
el macrismo lo hace acudiendo al endeudamiento: en los
primeros 10 meses del año, emitió bonos de deuda por 45.800
millones de dólares, de los cuales u$d 16.500 millones fueron
destinados para pagarle a los fondos buitres, decisión que los
aliancistas de Cambiemos promocionaron como la antesala
necesaria para el círculo virtuoso de las inversiones que iban
a llover: sin embargo, ni siquiera garuó en realidad.
El gobierno
PRO-UCR-ARI entonces, quiere apagar un incendio con nafta. Las
políticas que aplica son desastrosas para los intereses de los
trabajadores, pero son lógicas para su ideología y pertenencia
de clase. Ellos son eso. Lo increíble es que haya habido y
todavía haya asalariados que les crean y esperen algo de
semejantes personajes. Las pretendidas virtudes declamadas por
el oficialismo brillan por su ausencia. Le bajó la carga
impositiva al sector empresarial esperando que generen
trabajo, pero al contrario, lo destruyeron. Le pagó a los
buitres todo lo que pretendían con lo que prometieron una
“lluvia de inversiones” que llegarían para motorizar la
economía del país, y los capitales que llegaron sólo lo
hicieron para especular debido a las altas tasas de interés
que aseguran grandes y fáciles ganancias. Devaluó el peso,
vetó la ley antidespidos y ahora va por los convenios
colectivos de trabajo, y a pesar de todo sus compañeros de
clase, los patrones, no invierten, crece el desempleo, la
inflación se mantiene y el consumo no para de desplomarse.
Lo que queda
demostrado es que, aún ofreciéndoles todas las condiciones
posibles para favorecer sus intereses, el capitalismo no
genera empleo si no ve asegurada su tasa de ganancia. En
Argentina, quieren más aún de lo que el gobierno les ha dado.
La brutal desigualdad ya instalada no les basta.
No queda la
menor duda, después de repasar los números, de que lo
verdaderamente inviable para la humanidad es el sistema
capitalista, gobierne quien gobierne, sea del signo que sea.
Esperar “algo de humanidad” en su marco es pecar de candidez,
utopismo o complicidad. Para generar una sociedad justa, hay
que terminar con cada uno de sus cimientos.
Gustavo Robles
16-12-16
(1) –
Presupuesto 2016
(2) –
Presupuesto 2017
(3) –
“Impuesto a las ganancias:
cuánto pagan las grandes empresas en la Argentina” – El
Cronista, 19/8/16
(4) –
“Impuesto a las
ganancias: cuánto pagan las grandes empresas en la
Argentina” – El Cronista, 19/8/16
(5) –
“Impuesto a las
ganancias: cuánto pagan las grandes empresas en la
Argentina” – El Cronista, 19/8/16
(6) –
“Pese a quita de
retenciones, la minería y la agricultura destruyeron
empleo”
– InfoBae, 14/7/16
(7) –
“La baja de impuestos
agregará $ 100.000 millones al déficit de 2016” – El Cronista, 29/3/16
(8) –
Presupuestos 2016 y 2017
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