Declaraciones de Jorge Altamira, luego de la votación en el Senado.
En la madrugada del jueves quedó deshecha en un par de minutos la criatura más mimada del kirchnerismo: “la construcción de poder”.
Había perdido primero a la patronal rural que lo votó en octubre pasado; después, durante 120 días, la prueba de fuerza con ella en las rutas.
Al final, quebró a su mayoría parlamentaria en Diputados y en el Senado, y al propio vicepresidente, al que había llevado a ese lugar en nombre de una ‘concertación plural’.
En el desarrollo de la crisis el kirchnerismo demostró que es una pantomima de movimiento nacional y popular.
Típicamente argentina, la crisis no tiene nada de heroica, trágica o dramática: es una pelea por 120 dólares de diferencia, por tonelada, por las 30 millones de toneladas acaparadas por la patronal sojera, a partir de la suba de las retenciones.
Durante toda la crisis, sojeros y gobierno se mantuvieron unidos en la defensa de la estructura social terrateniente y monopolista del campo, y en el régimen de superexplotación del obrero rural; hubo innumerables modificaciones al proyecto de ley, pero ninguna por la derogación de la ley del peón rural de la dictadura.
“Todos revolcados”, la izquierda campestre se sumó a los festejos de los ‘procesistas’ de la Rural, pero el voto decisivo, el del santiagueño Rached, fue ordenado por el banquero Ick, el gran patrón de la provincia y el verdugo de sus trabajadores.
Cobos se ha colocado como hombre de confianza para una salida ‘institucional’ a la crisis de poder.
El gran ausente en todo esto ha sido el proletariado de la ciudad y del campo; pero la crisis recién comienza.
El gobierno ha perdido en el Congreso su mandato político, y no tiene condiciones de recuperarlo apelando a un nuevo voto popular; está fragmentado el propio Ejecutivo. El gobierno deberá decidir si quiere continuar.
La oposición política está dividida y no ha liderado esta crisis sino que ha ido a su rastra. Ahora pretende que este gobierno consume su agonía, cambiando las retenciones, aumentando tarifas, devaluando la moneda, reforzando los topes salariales, renovando los contratos con los pulpos internacionales suspendidos desde la ‘emergencia”.
Los trabajadores debemos reunirnos para deliberar, en especial las corrientes obreras que se pronunciaron, en sindicatos y lugares de trabajo y estudio, contra los sojeros y el gobierno.
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